El objetivo fundamental del próximo año no puede ser otro distinto a ganar la Presidencia, alejar el país del abismo y retomar el rumbo para construir la sociedad justa, segura y próspera que todos queremos. Si confundimos la meta, confundimos también el camino. Y el costo será monumental. Nos jugamos la democracia, la economía de libre mercado, el futuro.
En consecuencia, acá no valen las vanidades, los egos, las aspiraciones personales. Todas ellas deben estar subordinadas al fin último de no elegir un nuevo gobierno del santismo y de la izquierda. Si se elige acá un gobierno de continuidad, de “transición” según denominación de las mismas Farc, nos aguardará algo cada vez más parecido a nuestros vecinos.
¿Pensamientos catastróficos? ¿Demagogia...