La primera vez que los vi se lanzaban desde las playas de Cojímar, a siete kilómetros de La Habana. Era septiembre de 1994. Acababa de producirse una agitación callejera histórica: el desespero llevó a algunos a romper vidrios por las calles del Vedado, a rebelarse contra los bolillos severos de la PNR (Policía Nacional Revolucionaria) y a gritar contra Fidel así los llevaran presos.
Se produjo una oleada de balseros, porque el Gobierno les permitió saltar al mar desde ese barco que empezaba a hacer agua: Cuba. Las 90 millas de travesía hasta la Península de la Florida, golpeados por tempestades azarosas o fritos a 40 grados bajo el sol del mediodía, las remaban en botes hechos con neumáticos de camión y armazones improvisados con puertas desvencijadas...