“Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez más viejo que nadaba en dirección contraria; el pez más viejo los saludó con la cabeza y les dijo: ‘¿Cómo está el agua?’. Los dos peces más jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: ‘¿Qué demonios es el agua?’”. (David Foster Wallace, Kenyon College, Ohio, 2005).
La distancia entre la solidaridad de género y la solidaridad de cuerpo es infinita. La primera es el abrazo de un vínculo vital, social, casi sobrenatural: ser mujeres (si se trata de nosotras). Lo otro es alcahuetería: crear impunidad a partir de lazos artificiosos, tejidos por conveniencia o comodidad.
“Es que trabajar entre mujeres...”, “las mujeres...