Lo que tanta falta hace en la política es una saludable dosis de buen humor. La aplicó de modo muy oportuno el candidato Iván Duque en el debate del jueves en Barranquilla. Demostró que la jovialidad, el ingenio y el repentismo pueden marcar una tónica respetuosa que ayude a limar la tal polarización, creada cuando se dividió al país desde las alturas del poder, entre amigos y enemigos de la paz.
Al corresponderle al muy grave y cauteloso doctor De la Calle con un tuteo inesperado que sostuvo hasta el final de su respuesta, tuvo una ocurrencia muy cordial que bien podría incorporarse a una suerte de pacto por la controversia civilizada en lo que sigue de la campaña. Duque no dejó de decirle verdades a su homólogo, pero lo hizo con elegancia y...