Por Manuela Edith Vanegas M.Universidad Nacional de ColombiaFacultad de Historiamevanegasm@unal.edu.co
De Mamá aprendí a dar abrazos de verdad, a lavar los platos cuando estoy en casa ajena y a no gastar agua mientras me cepillo los dientes. Ella, con fervorosa entrega, me hizo un ser presentable en sociedad, y siempre su mayor orgullo fueron sus dos niñas sin un síntoma de berrinchudas. Lo que vine a entender, veinti-tantos años después, es que gracias al mundo en el que vivimos, su instinto de protección maternal se desarrolló por encima del promedio, haciéndonos crecer a mi hermana y a mí conscientes de la realidad que se vive en esta ciudad: aquí no hay día en que no se tema por la vida.
Luego de ser testigo de la violencia en este Valle,...