Y cayó el Gualanday, la leyenda natural de Ayacucho
Periodista egresado de UPB con especialización en literatura Universidad de Medellín. El paisaje alucinante, poesía. Premios de Periodismo Siemens y Colprensa, y Rey de España colectivos. Especialidad, crónicas.
Vencido por la fuerza de las lluvias y los vientos, que balancearon su tronco hasta minar su resistencia, cayó el Gualanday de Ayacucho, que opuso resistencia hasta las 4:00 de la tarde del lunes, pero al final, derrotado, se fue al suelo.
Y con él, más de 140 años de historia. Siempre estuvo allí, en la calle 49 (Ayacucho) con la carrera 37, resistiendo los embates del tiempo, el crecimiento del barrio Buenos Aires y la proliferación de calles y avenidas. También los edificios. Y de último, el corredor del Tranvía.
Una placa identificaba a este legendario ejemplar arbóreo, que alcanzó una altura superior a los ocho pisos de un edificio de apartamentos que tenía al frente. Decía en la placa:
“Gualanday. Jacaranda caucana. Este árbol es el más antiguo del espacio público de Medellín. Sembrado entre 1865 y 1875. Dominó el paisaje en el pasado y formó parte del antiguo ‘Paseo de Buenos Aires’”.
El escritor de Medellín, Darío Ruiz Gómez, califica su caída como una tragedia para la ciudad, para su patrimonio.
“Es una catástrofe, que muestra la desidia de los funcionarios para protegerlo”. Y señala que en México, hace más de 100 años, un japonés plantó varios ejemplares de esta especie y en el país de las rancheras les rinden tributo: “los llaman jacarandas”, dice el poeta Ruiz Gómez.
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El Gualanday de Ayacucho fue incluso más fuerte que las casaquintas con antejardines que constituían el paisaje de antaño en ese sector de la ciudad. Los cubos de ladrillo y cemento, erguidos y verticales, que arrasaron con la historia y el patrimonio, no pudieron vencerlo.
Estaba entre los 697 árboles con valor patrimonial que tiene identificados la Secretaría del Medio Ambiente de Medellín. Y cuya búsqueda sigue.
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Y tal vez, para regocijo de los ambientalistas y los que aman lo patrimonial, el viejo Gualanday, como un chamán indígena, murió en su ley: de viejo y por causas naturales.
Lo tumbó el aguacero del lunes, que estuvo acompañado, en solo media hora, de más de 110 rayos tipo nube tierra y precipitaciones promedio de 65 mm, según reportó el Siata -Sistema de Alerta Temprana de Medellín- cuando se desarrollaba la tempestad.
“Atención #TranvíaDeAayacucho (Línea T-A) se encuentra fuera de servicio temporalmente debido a árbol en la vía que impide circulación de vehículos. Estaremos informando”, fue el lacónico comunicado con el que el Metro de Medellín, en sus páginas de Twitter, reportó la caída del ejemplar, el “deceso del legendario”.
El Archivo de la Universidad de Antioquia, en la noche del lunes, reportó el hecho:
“Qué tristeza, se cayó hoy unos de los árboles más antiguos de Medellín. El Gualanday que estaba en la calle Ayacucho con la carrera 40”. Y lo acompaña con la foto del árbol, portentoso, largo, atravesado en la vía.
Lo propio se publicó en la página de Facebook Historia Fotográfica de Medellín, con la misma fotografía:
“Se cayó el Gualanday que había en Ayacucho con la carrera 40. Era un árbol patrimonial de la ciudad. Tenía más de 100 años”, dice la leyenda.
A las 4:30 de la mañana de este martes, el Metro hizo el último reporte anunciando la reanudación del servicio del Tranvía, pues el lunes, después de la caída del Gualanday, no se pudo reactivar la operación.
“Nuestro #TranviaDeAyacucho, Línea T-A, inicia hoy prestando servicio comercial con normalidad: la operación se restablece gracias al arduo trabajo realizado por nuestro personal durante la noche, que logró retirar el árbol que impedía su operación”, fue el anunció.
Toda una tarde y el resto de la noche -más de 10 horas- para levantar el “cadáver” del Gualanday, tal vez el último “mohicano” de la calle Ayacucho, que cruza el Centro hacia Buenos Aires.
Ya no estará más allí, como testigo de los amores juveniles de los muchachos que bajan y suben por esta zona estudiantil de la ciudad, ni como vigía de los ebrios que salen cada noche de los bares del sector. Tampoco de los que acuden a la Placita de Flores a comprar alimentos para surtir las despensas, aunque yo casi ni era observable a la vista de los transeúntes, pues otros elementos del paisaje, como los trenes y los edificios, le habían robado protagonismo.
Ayacucho, sin el Gualanday, sin su viejo y emblemático árbol, no será igual. Será quimera...