Estas son las razones por las que Medellín y el Valle de Aburrá no tienen una cobertura del 100% en el servicio de acueducto
Tras más de 100 años de inversiones, todavía hay zonas sin agua potable. EPM ejecuta plan de expansión de $12,8 billones.
Comunicador Social - Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana. He trabajado para medios como Radio Bolivariana y El Tiempo. Hago parte del Área Metro e investigo temas de gobierno, política, salud, servicios públicos e historia. Creo en la importancia del periodismo para vigilar al poder.
En pleno siglo XXI en Medellín y su área metropolitana todavía hay zonas que no están conectadas a la red de acueducto de EPM.
Pese a que la ciudad se precia de tener uno de los sistemas de servicios públicos más modernos y de mejor calidad en el país, en múltiples barrios acceder al agua potable es todavía un lejano privilegio.
En un territorio en permanente crecimiento, las variables que explican ese fenómeno son múltiples y abarcan asuntos que pasan por la historia urbana del Valle de Aburrá y los retos técnicos y financieros que todavía siguen implicando ampliar una red que demanda cuantiosas inversiones.
Aunque en un horizonte de diez años EPM se embarcó en una ambiciosa cruzada para universalizar los servicios públicos en la capital antioqueña, según anticipó recientemente el gerente de la entidad, John Maya Salazar, durante un debate de control político en el Concejo, tan solo en un plazo de 20 años la entidad ya tiene prevista una inversión de por lo menos $12,8 billones solamente en sus redes de acueducto y alcantarillado, incluyendo labores de mejoramiento y de expansión.
Tan solo en materia de conexión, la meta más inmediata de la empresa apunta a conectar a 68.000 hogares a su red antes de 2027, en un proyecto que implicará más de $400.000 millones en inversiones.
Una red en crecimiento
La preocupación porque Medellín tuviera un sistema de acueducto moderno y seguro se remonta por lo menos hasta 1888, año en el que el municipio se hizo al derecho exclusivo de introducir aguas a la ciudad y meterle mano a esas estructuras.
Según narra la historiadora Constanza Toro, en su texto Los servicios públicos en Medellín 1920 - 1990, fue tan solo dos años después, en 1890, que el gobierno local compró a Manuel José Álvarez y Roberto Tobón el acueducto de Piedras Blancas, la primera infraestructura de gran envergadura que permitió que Medellín se abasteciera de las aguas de esa quebrada desde la década de 1870.
Un año después, la ciudad se embarcó también en la construcción de un acueducto que se abastecía de la quebrada Santa Elena, para a su vez cubrir la zona central de la ciudad, el sur y los barrios Las Palmas y Buenos Aires.
Pese a representar un avance significativo, las primeras infraestructuras de este tipo que surcaron la ciudad también acarrearon problemas de salud pública. Por ejemplo, en el caso del acueducto de Piedras Blancas, constituido en tubería de barro, el principal problema consistía en que las aguas eran permeadas por aguas negras, favoreciendo la proliferación de enfermedades y disparando problemáticas como la mortalidad infantil.
“La contaminación de las aguas del acueducto es uno de los principales agentes que explica la alta participación infantil en la mortalidad total de la ciudad, la cual representó el 60% en 1922. El promedio entre 1916 y 1940 fue del 44% con 169 defunciones por 1.000 nacimientos; en 1922 hubo 231 fallecimientos infantiles por 1.000 nacimientos”, explicó por ejemplo la historiadora Catalina Reyes Cárdenas en su texto Vida social y cotidiana en Medellín 1890 - 1940.
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Con base en ese panorama, fue que la ciudad comenzó a pensar en el proyecto de un acueducto constituido por tuberías de hierro, creando una junta fomentadora de esa iniciativa y realizando los primeros diseños de un sistema más moderno.
En 1913, el ingeniero francés René Rigal recomendó que la Medellín de entonces se abasteciera de las aguas de Piedras Blancas. Este proyecto solo comenzaría a concretarse después de 1925, año en el que también empezó por primera vez a tratarse el agua con cloro, una medida clave para que el líquido fuera seguro.
La historiadora Toro añade que los planes de Rigal todavía tardarían más tiempo en concretarse. Solo fue hasta 1946, cuando la ciudad consiguió recursos por $3’250.000, que se iniciaron las obras del sistema, gracias a una campaña de civismo en el que se vendieron bonos al público.
Si bien en la década de 1920 la Empresa de Acueducto comenzó a instalar los primeros tanques de almacenamiento en las laderas de la ciudad, no fue hasta 1943 que se puso en funcionamiento la primera planta de tratamiento de aguas, ubicada en el barrio Villa Hermosa.
Fue esta infraestructura la que dio un impulso para que se constituyera una red de tanques más amplios, capaces de llevar agua potable al resto de la ciudad, en otros barrios como Manrique Oriental, Campo Valdés, Berlín, Robledo, Gerona, Limoncito, Nutibara, San Cristóbal y Moscú.
“Al finalizar la década, la planta de purificación de Villa Hermosa duplicó su capacidad. Es decir, en 1944 el acueducto de Medellín estaba en proceso de construcción; y puede afirmarse que aunque el abasto de agua de la ciudad era insuficiente para atender los compromisos, la unión de las aguas de las quebradas Santa Elena y Piedras Blancas, para entrar juntas a un tratamiento completo en la planta de filtros, sería, temporalmente, una solución acertada; de ahí la necesidad de construir la represa de Piedras Blancas a fin de regular el cauce de la quebrada”, explicó la historiadora Toro en su texto.
En la década de 1940, añadió la investigadora, otros hitos claves para expandir el acueducto por Medellín incluyeron la captación de las aguas de la quebrada La Iguaná para abastecer a Robledo y San Cristóbal.
La segunda mitad del siglo XX vino con hechos clave, entre los que se destaca la creación de Empresas Públicas de Medellín (EPM) en 1955 y a nivel urbano un crecimiento exponencial de Medellín, que no solo implicaría pensar en una infraestructura mucho más grande, sino que traería consigo la proliferación de asentamientos informales densamente poblados.
En materia de acueducto, el primer gran salto de EPM para ampliar significativamente las redes ocurrió en 1968, fecha en la que se puso en funcionamiento la planta de tratamiento de La Ayurá, alimentada por el embalse La Fe y con capacidad para atender a más de 1 millón de personas.
Medio siglo después, esta misma planta, tras varios procesos de modernización, todavía abastece al 60% del Valle de Aburrá, equivalente a cerca de 2,1 millones de habitantes.
La segunda gran infraestructura en materia de acueducto vino en la década de 1990, cuando se puso en funcionamiento la planta de tratamiento Manantiales en Bello en 1992. Esta última estructura, que se abastece del embalse Río Grande II, está pensada para atender el crecimiento del Valle de Aburrá hasta mediados de este siglo.
Los puntos faltantes
A pesar de todos estos esfuerzos sostenidos en el tiempo por más de un siglo, son múltiples las zonas del Valle de Aburrá y del mismo Medellín en las que la moderna red de EPM no ha llegado.
Santiago Wilches Yepes, gerente de Acueducto y Alcantarillado de EPM, advierte que una de las principales variables es la legal, ya que la empresa no puede emprender proyectos de expansión en zonas que no estén habilitadas por las normas de ordenamiento territorial, bien sea en Medellín o en los demás municipios del Valle de Aburrá, así estén dentro del perímetro de prestación de la compañía.
La mayor parte de estas zonas, explica, pese a estar pobladas, suelen estar clasificadas como de alto riesgo no mitigable.
“En el tema de universalización el único actor no es el prestador de servicios públicos, porque en el territorio existen unas zonas en las que puede haber algunos asentamientos en los que nosotros como empresa de servicios públicos no podemos llegar, ya que tienen restricciones en uso del suelo en los planes de ordenamiento territorial”, apunta el funcionario, señalando que más allá del presupuesto y de los retos técnicos, en estas zonas no puede emprenderse ninguna obra hasta que lo permitan las normas.
Bajo esa óptica, señala Wilches, los planes de expansión se deben enfocar en las zonas en las que sí está permitido y hacen parte del perímetro de prestación de la compañía.
Tan solo en el caso de Medellín, apunta el gerente, son 38 los sectores que tiene priorizados la entidad para extender sus redes en un corto y mediano plazo, en una lista en la que parecen comunas como Popular, Santa Cruz, Manrique, Aranjuez, Castilla, Villa Hermosa, La América, San Javier, Guayabal, Belén y los corregimientos Altavista y San Cristóbal.
Por fuera de Medellín, EPM también tiene en sus cuentas expandirse en 12 sectores, que incluyen municipios como Bello, Caldas, Envigado, La Estrella, Sabaneta e Itagüí.
La punta de lanza para esa expansión, explica la empresa, es el programa Unidos por el Agua, que este cuatrienio recibió un nuevo impulso y comprende por lo menos tres estrategias a varios frentes.
El primero de ellos está asociado a las denominadas áreas de difícil gestión, que consisten principalmente en aquellas situadas en los asentamientos irregulares en los que es por cuenta de conexiones piratas o artesanales levantadas por la misma comunidad que los hogares se abastecen.
Para este caso, el plan de EPM consiste en construir bien sea redes convencionales o no convencionales en las que, sin costo cargado a los usuarios, se pueda suministrar agua potable a las comunidades.
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El segundo frente de Unidos por el Agua consiste en la extensión de redes para las zonas que sí están habilitadas por la normatividad de ordenamiento territorial de los municipios, dándole la opción a los hogares de que financien su conexión a la red de EPM en planes de financiación vía factura de servicios públicos que se pueden extender hasta por 10 años.
En el tercer renglón de la estrategia aparecen las nuevas conexiones para las viviendas clasificadas en los estratos 1, 2 y 3 y que ya están ubicadas en zonas por las que pasan las redes de EPM. En estas se ofrece la alternativa de financiar los trabajos a 120 cuotas mensuales a través de la factura de servicios.
A un nivel metropolitano, y en una estrategia que ha implicado la articulación con los planes de desarrollo de los diferentes municipios para este cuatrienio, la meta de EPM es conectar a 69.000 hogares nuevos a su red, en un plazo no mayor a tres años. Esta expansión podría implicar desembolsos por $400.000 millones.
En el sur del Valle de Aburrá, uno de los municipios donde se están concentrando gran parte de esos esfuerzos de expansión es La Estrella, que en zonas como Pueblo Viejo y La Tablaza, epicentros de múltiples desarrollos inmobiliarios, aún dependían de acueductos veredales sin capacidad para cubrir el incremento en la demanda del servicio.
Tal como lo registró este diario en 2023, el drama para compradores de proyectos residenciales de torres de más de 20 pisos era el de toparse con viviendas abastecidas de aguas provenientes de quebradas que durante la temporada seca se quedaban sin caudal para atender la demanda.
Ese año, informó Wilches, EPM ya puso en funcionamiento dos tanques de almacenamiento ubicados en Pueblo Viejo y La Tablaza, que a su vez ya están conectados a la red de EPM. Entre tanto, las redes de distribución necesarias para llevar el agua de esos tanques a las viviendas hace parte de un plan maestro a cargo del municipio de La Estrella.
“En el caso del acueducto y alcantarillado hay una particularidad y es que la obligación del prestador es llevar la infraestructura principal o matriz, pero no está en la obligación de construir esas redes de distribución. Hoy el responsable de esas redes de distribución, que en este momento están en ejecución, es el plan maestro que tiene el municipio de La Estrella. Una vez termine ese plan maestro ya incorporaremos ese municipio al perímetro y al área de prestación de nosotros, para poder prestar allí el servicio”, añadió el funcionario.
Junto a esos trabajos de expansión, el otro gran frente de la compañía consiste en modernizar y fortalecer la infraestructura que ya existe, en una tarea que demandará cerca de la mitad de los $12,8 billones de las inversiones proyectadas para acueducto y alcantarillado en las próximas dos décadas.
Durante un debate de control político realizado el pasado 16 de julio en el Concejo de Medellín, el gerente de EPM, John Maya Salazar, señaló que la meta de la compañía en un horizonte de una década es la de lograr la universalización de los servicios en Medellín. “Tenemos una meta para, en el 2035, tener esa cobertura del 100%”, dijo.
Si bien EPM tan solo en el servicio de acueducto ya tiene una cobertura en su zona de prestación del 98%, alcanzar ese cubrimiento total se proyecta como uno de sus planes más ambiciosos en los próximos años.