¿Cómo logró Abelardo de la Espriella entregar 4 millones de firmas? La “maquinaria invisible” detrás del fenómeno
El ascenso de Abelardo De La Espriella no se explica solo por números. Detrás está la red digital que el abogado construyó desde hace más de un año.
La cifra sorprendió incluso dentro de su propio equipo: 4,6 millones de firmas entregadas a la Registraduría. Muy por encima de las 635.000 exigidas por la ley y suficientes para que Abelardo De La Espriella presentara la entrega como un “mandato popular”. A las afueras de la sede de la entidad, simpatizantes celebraron el momento convertido en espectáculo político. Pero tras la escena festiva hay una estructura que explica, paso a paso, cómo llegó a esa meta y cuáles son sus límites de aquí en adelante.
Abelardo empezó a construir su propio universo de seguidores mucho antes de que se conociera su intención de competir por el relevo de Gustavo Petro en la Casa de Nariño.
Desde el año pasado, el movimiento Defensores de la Patria venía consolidando una red de seguidores que, en un comienzo, no tenía un propósito electoral explícito. Eran grupos de WhatsApp, casi todos con el mismo nombre, con cerca de 250 personas cada uno, a los que se enviaba contenido producido por el propio abogado. Productos de moda y consumo, pero sobre todo las opiniones y piezas diseñadas para atacar al presidente Gustavo Petro.
Esa red digital, originalmente concebida como plataforma de opinión y consumo de marca personal, terminó convirtiéndose en la columna vertebral de su proyecto presidencial. Cuando De La Espriella decidió lanzarse, la operación ya estaba montada. El mecanismo fue simple y consistía en enviar los kits de firmas a líderes territoriales, quienes los distribuían entre sus propios grupos.
“No vamos a Colombia hace 20 años. Pero le recogemos firmas al Dr. De La Espriella porque va a salvar a nuestro país”, dice William Medina, un colombiano radicado en Carolina del Norte que lidera un comité desde el exterior. Como él, cientos de líderes replicaron el “universo Abelardo” dentro y fuera del país.
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Fuentes del movimiento explican que uno de los mensajes más eficaces fue presentarlo como “el verdadero uribista”. Una etiqueta intencional, diseñada para capitalizar el voto duro de derecha y llenar un vacío emocional en sectores desencantados con la situación del país. Su rivalidad mediática con Vicky Dávila reforzó ese posicionamiento y lo convirtió, al menos en redes, en un referente de la extrema derecha.
Ese impulso fue decisivo para llenar el Movistar Arena con 17.000 personas, uno de los primeros golpes de opinión de la campaña. Pero también marcó el límite del crecimiento. El electorado de extrema derecha no es tan grande como para sostener un ascenso indefinido. Hace dos meses tocaron techo. Y el movimiento lo entendió.
Consciente de que necesita más que el voto radical para competir en primera vuelta, De La Espriella empezó a suavizar el discurso. Pasó de la confrontación total a los mensajes de conciliación. En entrevistas elogió a Sergio Fajardo y Juan Carlos Pinzón, figuras que representan segmentos amplios del electorado que él aún no conquista.
El viraje no es casual. Las firmas mostraron fuerza, pero no equivalen a votos. El antecedente más claro es el de Germán Vargas Lleras, que en 2018 entregó cinco millones de firmas y terminó con apenas un millón de votos en las urnas. La cifra, entonces, es un mensaje político, un golpe de opinión, no una garantía electoral.
Con la entrega de las firmas la campaña de Abelardo, según expertos, está enviando dos mensajes claves. El primero es mostrar que no necesita consulta. La magnitud de las firmas busca legitimar su aspiración sin someterse a una coalición que lo diluya. Es una forma de decir: “yo marco la parada”.
El segundo, es demostrar que tiene bases propias. A diferencia de otros precandidatos de derecha, que dependen de partidos o maquinarias, De La Espriella quiere exhibirse como el único con un movimiento ciudadano real, según analistas.
El principal reto ahora es político, no logístico. Su apuesta por ampliar el espectro choca con que no todos quieren con él. Ni Fajardo ni Pinzón, por ejemplo, ven con buenos ojos una alianza. Y en la derecha tiene una competencia directa: Vicky Dávila, cuya candidatura apunta al mismo electorado conservador y anti-Petro.
En un escenario de “voto útil”, varios analistas creen que ese electorado podría inclinarse por ella, según las pocas encuestas disponibles. Para ese sector, la competencia real podría no ser Petro, sino quién represente mejor el liderazgo opositor.
De La Espriella logró demostrar capacidad organizativa, movilización y una disciplina que otras campañas no han podido replicar. Pero también enfrenta el dilema que para crecer necesita moderarse, y al moderarse corre el riesgo de desdibujar la identidad que lo hizo atractivo para la derecha más radical.