La presencia de Nydia Quintero de Turbay en la vida de Miguel Uribe
A la gestora social Nydia Quintero, como tantas familias en Colombia, la violencia le quitó a su hija Diana Turbay en 1991 y ahora a su nieto lucha por su vida tras un atentado.
“Miguel”, pronunció Nydia Quintero de Turbay a las 4:30 p.m. del pasado sábado 7 de junio; “por favor, hay que ponerle un pañuelo blanco en la cabeza a Miguel”, agregó con voz tenue. La frase sorprendió a la enfermera que acompañaba a la exprimera dama y gestora social de 95 años que por su avanzada edad ya no habla mucho y tiene problemas de visión. Eso no impidió que viera lo que parece un presagio: casi una hora después Miguel Uribe Turbay, su nieto, a quien crió como un hijo, recibiría disparos en su cabeza y pierna en un mitin en el barrio Modelia de Bogotá.
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“Quisiera creer que mi abuela no se da cuenta de lo que está pasando, le pido a Dios que mi abuela no entienda esta noticia y no participe de esto porque sería devastador”, dijo a medios María Carolina Hoyos, hermana de Miguel, cuando contó el episodio premonitorio.
Doña Nydia, como la conocen, ha sido un símbolo de unidad y vocación para el país al frente de la Fundación Solidaridad por Colombia, una organización sin ánimo de lucro dedicada a ayudar a damnificados y personas en condición de vulnerabilidad en un país roto. Como cientos de miles de familias, los Turbay han sufrido en carne propia los estragos de una violencia que, tristemente, muta y se repite: la mamá de Miguel, la periodista Diana Turbay, fue asesinada en enero de 1991 en medio de una operación de rescate en Copacabana (Antioquia), tras permanecer secuestrada cinco meses por la mafia.
“Doña Nydia ama profundamente a todos sus nietos, pero con Miguel era especial, él vivió con ella, lo levantaba para ir al colegio, le daba el desayuno. Un hijo más. Siente adoración por Miguel”, dice Camilo Rojas, amigo de la familia y asesor político, en diálogo con EL COLOMBIANO.
Rojas, quien ha estado estos días en la Fundación Santa Fe acompañando a su amigo Miguel Uribe Londoño, padre de Miguel, recuerda el episodio de la muerte de Diana con un dolor parecido, dice, al que produjo el atentado reciente: “Es terrible. El dolor que fue la muerte de Diana es terrible; el dolor de Nydia y el presidente Turbay, quien desde entonces solo vistió con ropa oscura” y agrega: “Yo le decía al papá de Miguel estos días que el país puso la mirada en un hombre que es un buen marido, hijo, papá, un buen ciudadano que heredó la afectuosidad de Nydia y Turbay”.
Las cualidades del senador y precandidato presidencial uribista fueron forjadas, dicen personas cercanas, por su padre, pero sobre todo por su abuela. Doña Nydia se dedicó durante más de cuarenta años a ayudar a la gente e intentar cerrar las grietas no solo de los desastres naturales sino del tejido social. El país la recuerda como una primera dama entregada al servicio a pesar de que el conflicto armado le arrebató a su hija y eso le inculcó a su nieto.
”Miguel siempre recordaba a Diana”
Miguel Uribe Turbay, de 39 años, creció en medio de los privilegios por sus apellidos, pero no se refugió en esa condición sino que la puso al servicio de causas sociales y de la política. Estudio Derecho en la Universidad de Los Andes y una maestría en Administración Pública en Harvard; fue concejal de Bogotá cuando Gustavo Petro fue alcalde y luego ocupó la Secretaría de Gobierno en la Alcaldía de Enrique Peñalosa. Intentó ser alcalde de Bogotá en 2018 pero quedó en cuarto lugar con 426.000 votos. Aunque por herencia de su familia militó en el Partido Liberal, en 2021 dio el salto a la política nacional como cabeza de lista al Senado por el Centro Democrático, por invitación directa del expresidente Álvaro Uribe.
Sin duda, el joven político es como se conoce popularmente un “delfín”; sin embargo, sus colaboradores destacan que sus capacidades hacen que las personas que trabajan con él se olviden de su abolengo y en cambio reconozcan cómo destaca entre el resto por sus propios méritos. “Ha sido uno de los políticos más brillantes que he conocido. Un genio. Mire, lo demostró en la gira de debates del Centro Democrático en las regiones; no había tema en el que no se preparara a fondo”, dice una persona de su equipo que prefiere hablar bajo reserva.
Esa persona recuerda, como se ve en varias entrevistas, que Uribe es un prodigioso músico que toca el piano y un avezado jugador de ajedrez. En ese deporte encontró una forma de ver la vida a partir de la estrategia, el método y la disciplina. Pero también le sirvió como inspiración para crear la Fundación Crece Colombia, dedicada a ayudar a niños y jóvenes a través del ajedrez. “Miguel cree que el deporte también es un motor de transformación en Colombia. Y no solo jugaba ajedrez, también le gustaba correr y nos levantaba en los viajes en la madrugada para motivarnos a hacer ejercicio”, recuerda un colaborador.
Su deseo por ser Presidente se oficializó a principios de marzo de este año, para competir en una consulta interna con otros cuatro precandidatos uribistas: Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, Paola Holguín y Andrés Guerra.
En medio de la diferencia de criterios por escoger quién sería el candidato de esa colectividad de oposición al gobierno Petro, Uribe le pidió a su equipo que nadie podía hacer ningún mal comentario u ofensa para los copartidarios que lo criticaban con dureza: “Nos dijo: No se les responde, ni se les contesta, ni se les refuta. Lo único que tengo para ellos es palabras de respeto”, agrega la colaboradora de su equipo, quien además recuerda que justamente evocaba el ejemplo de su madre Diana y su abuela Nydia: “Nos hablaba todo el tiempo de ellas. Pensaba mucho en ellas a la hora de tomar decisiones”.
Del miedo a la esperanza
Hoy domingo se cumplen dos semanas desde que Miguel Uribe llegó a la Clínica Fundación Santa Fe en Bogotá y permanece en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) con pronóstico de “máxima gravedad”. Reporteros de este diario han estado allí para registrar cualquier novedad sobre su salud. Los familiares y amigos que entran y salen del primer piso, como buena parte del país, no salen del asombro.
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“Sentimos esperanza ante cualquier novedad, pero también miedo porque es algo que nunca imaginamos que podía suceder. O volver a suceder”, agrega la colaboradora cercana de su equipo. La esposa de Miguel, María Claudia Tarazona, le ha pedido al país que ore por la vida de su esposo y que este triste episodio sirva en parte para curar las heridas como país. “Se aferra a la vida”, dijo Tarazona. El hijo menor de ambos, Alejandro, tiene la misma edad que Uribe cuando perdió a su mamá. “Yo creo que por eso Miguel no se va. Está luchando por su vida para que no le toque a su hijo lo mismo que a él”, dice Camilo Rojas.
Este episodio recuerda las peores épocas del narcotráfico de los ochenta y noventa, pero también el conflicto durante inicios de este siglo y más recientemente la crisis de seguridad en varias regiones de Colombia. La violencia no distingue apellidos o clase social; el conflicto atraviesa la vida de la gente en Colombia y nos sumerge en una espiral que parece interminable. Solo hasta que le demos el “jaque mate” a la muerte y la vida prevalezca.
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