¿Está bien pintar cantantes blancas para representar personajes afro? El polémico blackface de Prolírica
Luego de éxito de las tres funciones de Aída, un comentario en redes sociales abrió la discusión sobre la representación de los afro en la cultura convencional.
“A modo de pregunta: ¿por qué lo que se condena en el teatro se aprueba en la ópera?, ¿por qué a una cantante blanca la “disfrazan” de negra”, escribió en sus redes sociales el director Daniel Baena Durán. Acompañando a la artillería de preguntas, subió una foto en la que se ve a dos de las actrices protagónicas del show organizado por Prolírica Antioquia, que durante tres fechas convocó a casi cuatro mil quinientos espectadores. Las funciones contaron con la participación de un casting internacional y nacional de músicos, cantantes y bailarines. ¿A qué se refería Baena Durán con “disfrazar de negra”?
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A la actriz Ana Isabel Lazo le pintaron el rostro, los brazos y parte de la espalda para que representara a Aída, la princesa etíope esclavizada en el palacio de la hija del Faraón. Aída es el personaje principal de la ópera compuesta por Giuseppe Verdi y escrita por Antonio Ghislanzoni, que se estrenó a mediados del siglo XIX en un momento de cercanía entre los gobernantes de Egipto con los valores de Occidente. A la práctica de pintar actores blancos para hacerlos pasar por personajes afro se le conoce con el nombre de Blackface y se popularizó en los Estados Unidos más o menos por los mismos años que se estrenó Aída en un teatro de El Cairo.
Por supuesto, desde la época de composición de la ópera a nuestros tiempos, mucha agua ha pasado bajo el puente de la historia. Entre otras cosas, gracias a los movimientos por los derechos civiles y a los estudios decoloniales, las culturas afro ya no son motivo de escarnio ni de mofa. Además, con el fin de la esclavitud y la participación de los afros en los escenarios de la vida política, cada vez es más grande la audiencia que exige respeto por la diversidad y prestar atención a las maneras en que cada cultura se narra a sí misma. En otras palabras –como dijo una fuente consultada para esta nota–, los chistes sobre los “negritos” ya no despiertan hilaridad.
Como toda discusión de valor, la del Blackface requiere que los individuos salgan de la comodidad de los epítetos para tratar de entender el asunto. A veces en los matices están las pistas que abren las puertas. Por ejemplo, no resulta superfluo indicar que pintar a un blanco de negro no siempre constituye una afrenta contra la historia de los afros. A veces esas prácticas hacen parte de tradiciones culturales que las explican y, hasta cierto punto, las justifican. Esos son los casos, por ejemplos, de los bailarines que se pintan de negro en las festividades del Carnaval de Barranquilla o del Negros y Blanco de Pasto.
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Sin embargo, la tradición por sí misma no es un argumento de peso para avalar una práctica social. Si algo ha quedado claro en los últimos años es que el hecho que las cosas sean de cierta manera no es suficiente para que se sigan haciendo tal cual. “Blackface tiene que ver con ridiculizar a la gente negra en los distintos papeles y roles. Normalmente, cuando una persona mestiza se pinta de betún, está haciendo alusión a un escenario muy complicado”, dice la profesora de la Univalle, María Isabel Mena García, estudiosa de los temas de la raza y el racismo escolar.
Al ser consultada sobre el Blackface, Gisela Zivic, directora de Prolírica de Antioquia, hizo énfasis en que en ningún momento la decisión de pintar de negro a la cantante Ana Isabel Lazo obedeció al interés de ridiculizar ni hacer burlas de la comunidad afrodescendiente. “En Prolírica trabajamos con amor, con rigor artístico y con una profunda vocación de inclusión. No distinguimos entre credos, razas, condiciones sociales ni económicas. Nuestro propósito es entregar cultura, belleza y unidad a través del arte”, dijo.
La discusión no se cierra. Respecto a las lecciones que se puede extraer de esta circunstancia, Ylver Mosquera-Vallejo, profesor de la UdeA, habló de la necesidad de abrir un diálogo social. “Es importante escuchar a la gente negra, dejar de pensar que el racismo es una cosa que sucede en Estados Unidos o en Brasil, vale la pena abrir el debate público frente a estos temas en Medellín y Antioquia”.