Cine

Un siglo después, vuelve a la salas de cine Bajo el cielo antioqueño

Estrenada en 1925, esta película explora los paisajes, las prácticas culturales y económicas de la antioqueñidad.

Periodista, Magíster en Estudios Literarios.

hace 10 horas

Hoy, en el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín, se conmemorará el centenario de Bajo el cielo antioqueño (1925), la primera gran producción del cine antioqueño. La proyección se realizará con entrada gratuita y contará con orquesta en vivo interpretando una nueva banda sonora compuesta por músicos del ITM.

Lea también: María Cecilia Botero, tras la película Encanto, vuelve a actuar en inglés

Para María Emma Mejía, diplomática, periodista y nieta de Gonzalo Mejía, productor de la cinta, el evento no solo es un homenaje a la memoria de su abuelo, sino también una oportunidad para recordar el inicio de la cinematografía en el país.

Según María Emma, su abuelo fue un hombre de muchas facetas. “Tuvo una biografía tremenda. Fue innovador, muy culto, un hombre cívico al que no le gustaba la política sino el civismo. Pensaba en el desarrollo de Antioquia y de sus regiones. Antes que el cine, su obsesión fue lograr una salida al mar para Antioquia y no quedarse encerrado en el centro del país bajo el mando de Bogotá”, dijo.

Gonzalo Mejía vivió en Europa. Esa experiencia lo llevó a comprender, según su nieta, que Antioquia tenía un potencial enorme en transporte, urbanismo, aviación civil y cultura. En ese contexto se interesó por el cine, que para los años finales del siglo XIX comenzaba a consolidarse en Europa y Estados Unidos.

En 1924 fundó la Compañía Filmadora de Medellín, antecedente de lo que luego sería Cine Colombia. Un año después produjo Bajo el cielo antioqueño, considerada la primera gran producción “hollywoodense” hecha en Antioquia.

La película y su contexto

La cinta, dirigida por Arturo Acevedo Vallarino, es una película silente que incorpora elementos de drama social, conflictos de clase, justicia y romance, además de mostrar paisajes rurales y urbanos de Antioquia.

Mejía explica que la película puede relacionarse con Horizontes, la pintura de Francisco Antonio Cano, en la medida en que ambas obras reflejan una visión de futuro de la región y de sus clases sociales. “Era costumbrista, pero también mostraba agricultura, economía, transporte y aristocracia. Era la mirada de una Antioquia que quería ser moderna”, dijo.

Además, tanto Gonzalo Mejía como su esposa, Alicia Arango, actuaron en la cinta. Él construyó el teatro Junín, un auditorio para 3.000 personas que fue escenario del estreno. “Convocó a la alta sociedad medellinense para que actuara como intérpretes naturales, representando la realidad de una clase alta de la época”, añadió María Emma.

La historia de la preservación de Bajo el cielo antioqueño está directamente ligada a la familia Mejía. Los rollos originales, en nitrato, un material altamente inflamable, fueron heredados por Luis Mejía Arango, hijo de Gonzalo y padre de María Emma.

“Mi papá se obsesionó con esta herencia. Tenía diez rollos grandes de nitrato, peligrosos. Pasaban de cuarto en cuarto en la casa. Al final, él decidió llevarlos al maestro Hernando Salcedo Silva, quien los guardó y preservó bajo su cuidado”, relató.

En 1984, los rollos fueron transformados de nitrato a acetato en México, lo que permitió su conservación. Posteriormente, con el apoyo de entidades como Patrimonio Fílmico, se realizaron nuevas restauraciones en formatos más seguros y nítidos.

“Hoy la película tiene una calidad muy superior, la nitidez es enorme y con la nueva banda sonora se convierte en un deleite”, explicó.

La restauración de Bajo el cielo antioqueño se conecta con el recorrido profesional de María Emma. Años después de que su familia preservara los rollos, ella fue directora de Focine. Desde allí impulsó la producción nacional en la década de 1980.

“Mi estrategia fue condonar las deudas de los grandes cineastas colombianos para que pudieran seguir trabajando. Con eso apoyamos a Marta Rodríguez, Jorge Silva, Luis Ospina, Carlos Mayolo, Víctor Gaviria y muchos otros”, recordó.

El evento de este domingo busca acercar al público general a una experiencia que rara vez se repite: la proyección de una película silente con música en vivo.

“Para muchos jóvenes es difícil imaginar una película sin voces, pero el cine silente transmitía emociones a través de los gestos de los actores. Ver Bajo el cielo antioqueño con una orquesta en vivo es como asistir a un gran concierto”, aseguró Mejía.

“Es un espectáculo que una familia nunca ha experimentado y tal vez nunca vuelva a experimentar. Es gratuito, entretenido, histórico y profundamente antioqueño”, dijo.

“El esfuerzo de preservación de esta película muestra que no debemos dejar perder la memoria audiovisual. Este tipo de obras contribuyen a entender nuestra sociedad y a valorar lo que ha sido Antioquia y el país”, concluyó Mejía.

Así fue la restauración de Bajo el cielo antioqueño

La directora de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Alexandra Falla, conversó con EL COLOMBIANO sobre el largo y minucioso proceso de restauración, el valor histórico de la obra y la vigencia de un proyecto que, en su momento, combinó arte, técnica y espíritu empresarial.

El material original de la película estuvo durante años en manos de la familia Mejía, hasta que finalmente llegó a la Fundación Patrimonio. La historia del archivo tiene un aire casi doméstico: “María Emma nos contaba anecdóticamente que duró mucho tiempo guardado bajo la cama de la familia. Eso pasa con muchos archivos en distintas regiones del país, donde no hay un conocimiento claro de preservación. Si este material hubiera estado en un clima más cálido, seguramente habría sufrido daños irreversibles”.

El primer paso de la Fundación fue estabilizar el material y evaluar su estado físico y químico: “Lo primero que hacemos siempre es un diagnóstico de la situación, mirar el grado de acidez de la película y establecer si la intervención debe ser inmediata o si hay un compás de espera porque la cinta aún está en buen estado. Eso también depende de la calidad de la misma película que se compraba en ese entonces”, dijo Falla.

En este caso, la combinación fue afortunada: la calidad de los insumos y el cuidado que tuvo el material permitieron que llegara en condiciones que facilitaron la restauración. Para Falla, el éxito de la película en su tiempo y la posibilidad de preservarla hoy se deben a la visión empresarial de Gonzalo Mejía y a la pericia técnica de los hermanos Acevedo:

“Estamos hablando de una dupla muy ganadora. Había un empresariado pujante con la sabiduría y el conocimiento pionero de la familia Acevedo. Por eso la película tiene una gran calidad. Gonzalo Mejía no se acercó al cine como un soñador romántico, sino como un empresario que veía en la película una empresa. Contrató a quienes más sabían de cine en Colombia en ese momento, con el objetivo de retratar a la sociedad antioqueña de la época”.

Este carácter empresarial es uno de los aspectos que Falla más destaca: “Mejía fue un gran visionario en infraestructura, en transporte, en muchos campos. Y en el cine entendió que debía producir una obra de calidad que mostrara otra parte del país. En ese sentido, Bajo el cielo antioqueño descentralizó la mirada sobre Colombia”.

La película había tenido ya algunas copias y transferencias en décadas anteriores, pero el proceso actual marca una diferencia:

“Hoy estamos ante una restauración que nos permite ver muy cercanamente lo que vieron los espectadores en 1925. La restauración digital es fiel a la originalidad de la película, y nos permite trabajar aspectos como colorización, sonido, eliminación de rayas y otros detalles gracias a software especializados”, explicó.

Para ella, las técnicas de restauración han evolucionado tanto que permiten recuperar con gran fidelidad la experiencia original. “El domingo vamos a ver algo muy cercano a lo que se estrenó hace casi un siglo. Y la calidad de la proyección será fundamental porque contamos con equipos de última generación que potencian la restauración”.

Falla indicó que, por ahora, la prioridad en la circulación de las películas restauradas no será internet ni las plataformas de streaming, sino las cinematecas del país. Según explicó, aunque el canal de YouTube de la organización continuará alojando algunas producciones, la calidad allí no es comparable con la de otras plataformas. En esta etapa, la apuesta está en las salas físicas, espacios donde se concentra un público cercano al cine colombiano y con una sensibilidad especial hacia la memoria audiovisual. Falla considera que estos escenarios son propicios para presentar la versión restaurada de Bajo el cielo antioqueño, cerrar con ella el año y proyectarla también en algunos festivales, donde se busca compartir la película con una nueva musicalización, reforzando así la conexión emocional entre el público y la memoria histórica del país.

En el contexto de la cinematografía nacional de los años veinte, Bajo el cielo antioqueño es una de las pocas películas que se conserva completa, junto a otras piezas fundamentales, entre ellas Como los muertos y Manizales City. Para el próximo año se prevé conmemorar también el centenario de Alma provinciana, una obra del santandereano Félix Joaquín Rodríguez, que incluye innovaciones técnicas como la colorización del negativo y escenas filmadas en Bogotá que simulan ser de Santander.

La banda sonora de la nueva vida del filme

La obra fue musicalizada nuevamente bajo la dirección del compositor y docente universitario Julián Brijaldo, doctor en Composición Musical de la Universidad de Miami y actual investigador del Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM). El proyecto, desarrollado durante seis meses, buscó dotar de una identidad contemporánea al filme, a través de un proceso de creación colectiva que combinó investigación, composición y ensayos con músicos profesionales.

Brijaldo explicó que la iniciativa tuvo como antecedente el trabajo realizado con Aura o las violetas y Madre, películas silentes. En esa ocasión, el proyecto fue impulsado por la Cinemateca de Medellín, bajo la asesoría del cineasta Víctor Gaviria, con el objetivo de dar “música para cine, de verdad, a la moderna” a estas piezas patrimoniales. Ahora, con Bajo el cielo antioqueño, el reto se amplió y se materializó en una composición para el ensamble Arcob, un octeto conformado por cuerdas, flauta, oboe y piano.

A diferencia del cine silente de los años veinte, cuya música se interpretaba con piano en vivo para cubrir el ruido del proyector, la propuesta del ITM consistió en un trabajo detallado de análisis de dramaturgia, personajes, paisajes y atmósferas de la película. “Hicimos música a la moderna para un ensamble de cámara, customizada totalmente para la película”, indicó Brijaldo. Entre los temas creados destacan los dedicados a Lina, la protagonista, y a Álvaro, su pretendiente, en los que se reflejan los contrastes entre lo rural y lo urbano que atraviesan la historia. También se compuso un bambuco para acompañar escenas campesinas y un tema inspirado en el himno de Antioquia, con el propósito de resaltar la identidad regional.

El equipo creativo estuvo integrado por cuatro compositores profesionales vinculados al ITM, además de estudiantes y egresados del semillero Motifilm, sumando en total 14 participantes. El p<Zroceso se dividió en diez secciones de la película, correspondientes a tres grandes arcos narrativos, sobre los cuales se trabajó la sincronización precisa entre música e imagen. En los ensayos, los músicos proyectaban simultáneamente la cinta para ajustar ritmos y emociones a las acciones en pantalla. Un detalle particular del ensamble Arcop es que no cuenta con director: cada intérprete sigue un sistema de click individual, inaudible para el público, lo que permite mantener la sincronización sin restar protagonismo a la interpretación colectiva.

Aunque la película ya había tenido un ejercicio musical en la década de 1990, con composiciones del maestro Francisco Zumaqué, la versión de 2025 marca una diferencia. Según Brijaldo, mientras aquel primer acercamiento fue más libre y general, la nueva propuesta se fundamenta en técnicas propias de la música para cine, con una mirada cercana a los sonidos y referencias culturales de Antioquia. “Analizamos locaciones, vestuario y narrativa; uno de los temas está inspirado en el himno de Antioquia y otros en bambucos y danzas campesinas. La idea es que la película se sienta mucho más untada de lo que es la región andina y de lo que era Medellín hace cien años”, señaló.

El compositor destacó que Bajo el cielo antioqueño no solo tiene valor artístico, sino también histórico y social. Al ser una de las primeras producciones largas del país, permite observar cómo era la vida en Medellín y Antioquia en la década de 1920. “La película ya proyectaba el imaginario de una región pujante y trabajadora. Muestra paisajes rurales, escenas de la vida cotidiana, el tráfico y el movimiento urbano de la época”, dijo. Para Brijaldo, el largometraje confirma que la identidad paisa que hoy se reconoce ya estaba en construcción hace un siglo.

“El que vaya al cine-concierto se va a divertir mucho, porque la película es supremamente entretenida, tiene de todo. Es un drama muy bien armado”, aseguró.