Timanco, el primer indígena doctor en Ciencias Sociales de la UdeA
Desde su territorio Nasa en el Cauca hasta las aulas de Medellín, Arnulfo Hurtado Cerón ha tejido un camino que une resistencia cultural y conocimiento académico.
Arnulfo Hurtado Cerón, que también se nombra Timanco, carga en su nombre la memoria de la resistencia. Lo adoptó en honor al hijo de la cacica La Gaitana, la mujer que en el siglo XVI lideró a los Nasa contra los colonizadores en el Cauca. Esa misma fuerza lo ha acompañado hasta convertirse en el primer indígena en obtener el título de doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Antioquia.
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Nació en Sa´th Tama Kiwe, “Tierra de los ancestros”, y desde muy pronto entendió que el fogón comunitario no solo servía para cocinar, sino que era el corazón espiritual, educativo y cultural de su pueblo. “Es el espacio donde se cocina los alimentos, pero también donde se recrea la cultura, se reúnen los problemas, se corazonan las inquietudes y todos los procesos comunitarios”, explica.
Su niñez transcurrió entre montañas, cultivos y la niebla que baja al amanecer sobre el territorio Nasa. Allí, en torno al kitkat —como llaman al fogón—, aprendió que la educación no se limita a un salón de clases y que ese contacto cotidiano con la Madre Tierra sería la base del concepto que más tarde desarrollaría en su investigación: la “interculturnaturalidad”, el cual define como un diálogo que va más allá de lo intercultural, porque no solo involucra a los pueblos humanos, sino también a los seres espirituales y a la naturaleza misma. “Lo interculturnatural es más allá de lo intercultural, no es el solo relacionamiento o diálogo de pueblos o culturas, sino que nosotros dialogamos también con seres espirituales que existen, habitan y conviven con nosotros en esta gran casa que es la madre tierra”, afirma.
Ese conocimiento ancestral, sin embargo, no siempre fue reconocido. Sus padres habían sido castigados por hablar nasa yuwe y, para evitarle el mismo dolor, no le enseñaron la lengua. La escuela convencional tampoco valoraba la cosmovisión Nasa. Su camino cambió cuando conoció el Programa de Educación Bilingüe Intercultural (PEBI) del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), creado para revitalizar la lengua y los saberes propios. Allí concluyó su formación escolar y reafirmó que la educación propia debía construirse desde el territorio, la oralidad y la minga.
En 2005, con 22 años, llegó a Medellín invitado por un tío. Intentó cursar Historia en la UdeA, pero el choque académico lo llevó a retirarse. Más tarde ingresó a la Licenciatura en Educación Física, donde encontró un espacio para conectar la pedagogía, el cuerpo, el juego y la cultura. Recuerda con gratitud a profesores como Saúl Franco, quien le insistía en que llevara a clase juegos autóctonos, y no ejemplos eurocéntricos. Esa orientación lo llevó a vincularse al grupo de investigación Ocio, Expresiones Motrices y Sociedad (Gocemos), donde profundizó en pedagogías críticas y epistemologías del sur.
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El tránsito a la maestría y luego al doctorado implicó superar obstáculos considerables. “Es un desafío porque no hay las condiciones para nosotros llegar a estos espacios de formación posgradual. La universidad, si bien dice que es diversa, aún se inclina más por el asimilacionismo y el integracionismo. Eso no resuelve las necesidades reales ni nuestras formas de comprender el mundo”, sostiene. Las limitaciones económicas también pesaron. Financiado en parte con endeudamiento bancario, considera que “la formación posgradual en Colombia es un negocio en las universidades”. Pese a ello, persistió con la convicción de interpelar el pensamiento dominante y abrir paso a otras epistemologías.
Su tesis doctoral, titulada Entretejidos de la educación propia interculturnatural con el PEBI, para el posicionamiento político y social de los pueblos originarios en el CRIC, Cauca, se construyó a partir de conversaciones en los fogones de diez pueblos indígenas. Fue un trabajo político y social, orientado a la pervivencia cultural. “Cada pueblo originario tiene su educación propia. Si perdemos la lengua, perdemos la cultura, la exposición, el saber que deviene de la madre tierra”, explica.
El proyecto dio como fruto una serie de cartillas llamadas La madre Tierra sabia enseña cómo convivir y ser en el territorio, dirigidas a niños y jóvenes, pero pensadas para usarse en cualquier espacio comunitario. “La educación propia no es ese espacio cerrado en las aulas; para nosotros está en todo el territorio. La cartilla promueve que hay seres espirituales que nos orientan, que es la energía que nos da la fuerza para saber, conocer y arraigarnos al territorio”, señala.
Su visión, de igual forma, alcanza a la universidad pública. Considera que el reconocimiento de la diversidad cultural no debe quedarse en la folclorización, sino traducirse en procesos reales que incorporen las cosmovisiones y epistemologías de los pueblos. Destaca el trabajo del Grupo de Investigación en Estudios Interculturales y Bicoloniales, que reivindica saberes afro, indígenas y campesinos, y que ha abierto espacios de diálogo crítico dentro de la UdeA.
Hoy, además de coordinar el grupo Gocemos, mantiene colaboración con la Universidad Autónoma Indígena Intercultural (UAIIN), primera universidad indígena de Colombia, mientras sueña con realizar un documental en su comunidad para dar mayor visibilidad a la voz de sus mayores y continuar fortaleciendo la educación propia como estrategia de resistencia. “Buscamos alternativas para divulgar y seguir deliberando, construyendo y dándole más potencia a nuestros procesos organizativos. La educación propia ha sido un pilar fundamental para ese descubrimiento de resistencia y re-existencia de los pueblos”, afirma.
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Para Timanco, el conocimiento no se acumula, sino que se comparte, como el calor de un fogón que reúne a la comunidad. Por eso insiste en que no hay separación entre aprendizaje y vida, entre espiritualidad y territorio. “No hay educación sin territorio, ni pensamiento sin espiritualidad”, repite. Y en esa certeza, heredada de sus ancestros y forjada en el diálogo entre mundos, sigue encendiendo el camino para que otros lo transiten.