¡Se acabó la maldición! Nacional por fin venció a Millonarios en el Atanasio, por Liga, tras casi 8 años
Atlético Nacional rompió la racha más amarga: después de casi ocho años volvió a derrotar a Millonarios en el Atanasio y lo hizo con autoridad, 2-0, en una noche de fiesta verdolaga.
Comunicador Social-Periodista bilingüe (inglés y español). He trabajado en Radio Bolivariana, RCN y Telemundo. Hago parte de EL COLOMBIANO. Recibí premios Ovations de la NBC. Lideré el sitio web hispano de NBCOlympics.com para los Olímpicos de Beijing 2008, edité y establecí el contenido de video original para la programación en web de la Selección Mexicana en Medios Digitales de Telemundo. Responsable de la gestión editorial de la portada de yahootelemundo.com. Enviado especial al Mundial de Rusia 2018, la Copa América en Chile 2015, los partidos de clasificación al Mundial de la Selección Colombia, la Asamblea General de la ONU en 2009, y el rescate de los 33 mineros en Chile.
Tuvieron que pasar once partidos, ocho entrenadores y casi ocho años de resignaciones y decepciones para que Atlético Nacional volviera a saborear un triunfo liguero sobre Millonarios en el estadio Atanasio Girardot. La espera fue larga, áspera, cargada de frustraciones; pero la noche de Medellín se convirtió en un desahogo cuando el verde, empujado por su gente, venció 2-0 con goles de William Tesillo y Jorman Campuzano.
El partido comenzó con un marco imponente. Las tribunas repletas, la marea verde ondeando banderas y gargantas que no se cansaron de alentar. Se percibía algo distinto: la fe renovada, la sensación de que la mala racha podía romperse.
Diego Arias, el técnico interino, apostó sin miedos. Plantó un equipo ofensivo, con el argentino Juan Bauzá y Edwin Cardona manejando los hilos de un mediocampo que buscaba ser protagonista. Nacional, desde el primer minuto, fue más que su rival. Sin embargo, como tantas veces en los últimos años, el gol parecía resistirse.
Todo cambió en el segundo tiempo, cuando el Atanasio se transformó en el escenario de una liberación colectiva. Llegó un tiro de esquina trabajado en la semana, un verdadero laboratorio.
Cardona cobró en corto para Hinestroza, este lanzó la pelota al área y, tras un rebote, apareció William Tesillo. El defensa, con temple de goleador, cruzó su remate para romper la sequía. El estadio explotó. Ese grito que estuvo atorado durante casi siete años salió como un rugido incontenible, no solo por el gol, sino por el peso que se sacudía la hinchada.
El tanto abrió el partido y también las compuertas de la esperanza. Minutos después, en una jugada dentro del área, Alfredo Morelos fue derribado y el árbitro no dudó: penalti.
Jorman Campuzano, con calma de veterano, tomó el balón. Ejecutó con precisión y el 2-0 selló una victoria que parecía soñada. La gente deliró, y en las tribunas comenzaron a sonar los “ole, ole”, ese canto que no solo celebra, sino que también cicatriza heridas.
De ahí en adelante, Nacional se divirtió en la cancha. La fiesta fue completa cuando Arias mandó al terreno al juvenil Juan Manuel Rengifo, una de las joyas de la cantera. El chico, con su desparpajo habitual, estuvo cerca de anotar y dejó claro que hay futuro en el club.
El triunfo, más allá de lo estadístico, tiene un valor simbólico enorme. Nacional no solo ajustó dos victorias consecutivas ni llegó a 23 unidades para quedar a una de los líderes Bucaramanga, Medellín y Fortaleza. Lo que logró fue romper una maldición, quitarse un peso de encima y reconciliarse con su historia en los duelos contra Millonarios.
La victoria también deja en el aire un interrogante. Los directivos saben que necesitan definir un nuevo técnico, pero la gestión de Diego Arias comienza a despertar dudas... de las buenas. Si el interino sigue combinando resultados con buen fútbol, no serán pocos los que empiecen a pensar en su continuidad en propiedad.
Lo cierto es que la noche en el Atanasio quedará marcada como la del regreso de un grito largamente postergado. Nacional volvió a vencer a Millonarios en Liga en su casa. Y lo hizo con fútbol, con coraje, con juventud, con experiencia y, sobre todo, con el empuje de una hinchada que nunca dejó de creer.