Los jugadores más altos que han jugado fútbol profesional: este es el gigante que ostenta el récord
Pavel Podkolzin, exbasquetbolista y exjugador de la NBA y de 2,26 m, debutó en el fútbol profesional e hizo recordar a los gigantes que han jugado este deporte, incluidos algunos colombianos que también sobresalen por su estatura.
Pavel Podkolzin, exjugador de la NBA y quien mide 2,26 m, dejó los tableros para irrumpir en el fútbol profesional con un debut viral en Amkal Moscú, durante la Copa de Rusia.
Su presencia física con 18 cm más alto que el travesaño, marcó el partido como una curiosidad imponente. ¿Qué sucede cuando un atleta tan alto intenta adaptarse a un deporte tan diferente? La respuesta está en la historia de otros gigantes del balón y, sorprendentemente, en algún colombiano que destaca también desde las alturas.
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El caso de Podkolzin fue tan viral como sorprendente. El ruso, que alguna vez fue elegido en la primera ronda del draft de la NBA y alcanzó a jugar con los Dallas Mavericks, decidió cambiar el maderamen del baloncesto por una cancha de fútbol. Su altura, 18 centímetros por encima del travesaño, lo convirtió de inmediato en un fenómeno, un jugador tan imponente como insólito, que parece fuera de escala en un deporte donde la agilidad y la movilidad suelen pesar más que los centímetros. Actualmente tiene el récord del jugador más alto del fútbol.
En la historia del balompié, sin embargo, no es la primera vez que un hombre de tanta talla se roba las miradas. El danés Simon Bloch Jørgensen, arquero de 2,10 m, era considerado el futbolista profesional más alto de todos los tiempos.
Su carrera no fue en clubes de élite, pero defendió arcos en su país y en Inglaterra, donde jugó para equipos como Frem y Waltham Abbey. En cada estadio en el que apareció, su sola presencia bastaba para sorprender. El balón parecía diminuto en sus manos.
Un poco más abajo en la escala aparece el belga Kristof Van Hout, de 2,08 m. Con pasos por el Genk, el Standard de Lieja y el Westerlo, Van Hout se convirtió en un espectáculo en sí mismo. Su figura ocupaba casi todo el arco, y aunque su técnica no siempre estuvo a la altura de su tamaño, fue durante años una de las postales más recordadas del fútbol belga.
Otro caso llamativo es el del escocés Paul Millar, también de 2,08 m, que jugó como delantero en el Elgin City, un modesto club de la cuarta división de Escocia. Su altura le dio fama de ser un rival indomable en el juego aéreo, aunque sus problemas de rodilla lo obligaron a retirarse antes de tiempo. En cada saque de esquina, Millar era una amenaza que mantenía en vilo a las defensas rivales.
Colombia también tiene sus gigantes, aunque en menor número. El más alto registrado es Jhonier Camilo Alomía Díaz, defensor del Atlético de Cali, que mide 2,05 m. Su tamaño lo convierte en el jugador más alto del balompié nacional, un caso único que lo distingue de inmediato en cada formación.
Otro colombiano singular es Mikkel Mena Qvist, nacido en Bogotá pero criado en Dinamarca, de 2,03 m. Mediocampista zurdo, desarrolló su carrera en clubes escandinavos y su estatura lo ha hecho destacar como un futbolista atípico en su posición.
Y, claro, está el más conocido, Yerry Mina. Con 1,95 m no entra en la lista de los gigantes de más de dos metros, pero sí es un referente nacional de lo que puede hacer un jugador alto en el fútbol moderno. Formado en Deportivo Pasto y Santa Fe, pasó por Palmeiras y Barcelona antes de consolidarse en la Premier League con Everton. En Rusia 2018 se convirtió en héroe inesperado al marcar tres goles de cabeza en un Mundial que lo consagró como un titán del juego aéreo.
Más allá de los centímetros, la estatura siempre plantea preguntas en el fútbol. Un jugador alto tiene ventajas claras en el juego aéreo, en los duelos defensivos y en la capacidad de intimidar rivales. Sin embargo, también enfrenta limitaciones como la movilidad, que suele ser menor, los giros más lentos, el control del balón más complejo y el centro de gravedad alto lo vuelve vulnerable ante delanteros más ágiles. El caso de Podkolzin ilustra bien esa paradoja, ser gigante ayuda, pero también puede convertirse en un obstáculo.
Al final, la magia del fútbol es que no existe un molde único. Ahí están los gigantes como Podkolzin, Jørgensen o Mina, capaces de imponerse por pura presencia, pero también los pequeños como Iván Ramiro Córdoba, de apenas 1,73 m, que construyó una carrera legendaria en el Inter de Milán. El fútbol se nutre tanto del jugador que gana en las alturas como del habilidoso bajito que se cuela entre piernas mucho más largas.
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