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La historia de la campeona mundial de BMX Valentina Jiménez “Chispita”: de promesa a realidad

A sus 15 años, la antioqueña Valentina Jiménez cumplió la promesa que hizo de niña: ser campeona mundial. Hoy es W1 en BMX racing tras coronarse en Copenhague 2025.

hace 7 horas

Cuando tenía apenas ocho años, Valentina Jiménez aseguraba frente a las cámaras que sería campeona mundial y olímpica. Esa niña pequeña, pero de mirada decidida, creció y hoy, con 15 años, ha cumplido la primera parte de la promesa: en Copenhague, Dinamarca, se coronó campeona mundial de BMX Racing en la categoría damas 16, colgándose el oro y alcanzando el anhelado W1 con un registro de 39.3.

“La Chispi”, como la bautizó su primer entrenador a los 4 años por la energía inagotable con la que se lanzaba desde la rampa, no ha dejado de crecer en las pistas. De niña pasó del patinaje a bicicros, inspirada por su hermano y por las medallas olímpicas de Mariana Pajón. Pero aunque la antioqueña reconoce a Pajón como referente, insiste: “No quiero competir con nadie, quiero que me reconozcan por mi nombre y superarme a mí misma”.

El camino, sin embargo, no ha sido fácil. Lesiones como la fractura de pelvis antes del Mundial de Rockhill en 2024 la pusieron a prueba. Aun así, decidió competir con dolor y valentía: “Me fui sin entrenar, dije que fuera lo que Dios quisiera, y di lo mejor de mí”. Esa resiliencia es la misma que hoy la hace campeona.

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Arquímedes, Valentina y Shirley, una familia campeona. Foto: Manuel Saldarriaga

Detrás de su triunfo está la fuerza de su familia. Su mamá, Shirley Ramírez, se convirtió en el motor silencioso que sostuvo cada pedalazo. Vende bolis artesanales, papitas, cola y pola, o lo que haga falta para costear viajes, cupos y entrenamientos. “Yo siempre creí en ella —dice Shirley—, y cuando le decían que no, yo buscaba cómo hacer que sí. Perder también es ganar, y eso la ha hecho grande”.

Y no lo ha hecho sola. A ese esfuerzo se suma toda su familia, que no dudan en organizar almuerzos y vender lo que sea necesario para recaudar fondos cada vez que se necesita. Ese respaldo incondicional ha sido la columna vertebral de la carrera de Valentina. Nunca estuvo sola en los momentos difíciles, y fue precisamente esa unión la que le permitió convertir en realidad el sueño que tenía desde niña de ser la mejor del mundo, y tener una carrera forjada siempre desde el amor.

Su papá, Arquímedes Jiménez, aunque con menos tiempo por el trabajo, no duda en acompañarla siempre que puede: “Lo que más le he inculcado es respeto y responsabilidad. Como deportista, que nunca deje de soñar y que nada en la vida la detenga”.

Esa combinación de disciplina, sacrificio y amor familiar ha sido el verdadero trampolín de Valentina. Su entrenador, Edisson Cifuentes, lo resume: “Se preparó con doble jornada, gimnasio, muchas pistas completas y hasta compitiendo con hombres para aumentar su potencia. El objetivo siempre fue claro, traer una W1”.

Hoy, con títulos nacionales, departamentales e internacionales, Valentina afronta un nuevo reto al dejar de ser challenger y competir en la categoría júnior. Lo hace con la misma convicción que tenía de niña y con un mensaje claro: “Siempre crean en ustedes. No dejen que nadie les apague la luz. Las mujeres podemos con todo”.

Además de soñar con nuevas medallas, sueña también con ser fisioterapeuta para ayudar a otros deportistas. “Sé que es complejo, pero quiero fusionar mi carrera con el BMX”, dice con la seguridad de quien ya ha demostrado que los sueños, con constancia, sí se cumplen.

Para su mamá, que también fue deportista y practicó baloncesto, verla llegar a unos Olímpicos será el mayor anhelo. Y para Valentina, la niña que un día quiso ser mejor que Mariana, el camino apenas comienza.

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