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Béisbol, el “salvavidas” del chavismo durante las crisis

Del béisbol al fútbol, desde Venezuela hasta la Europa del siglo XX, estas prácticas sirven para mejorar la imagen del país.

Periodista egresada de la facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana.

20 de septiembre de 2019

Con 8 años ya era el cácher promesa de selección nacional de béisbol en Venezuela y los entrenadores le pedían a su papá, Eduard Frites, que no se lo llevara del país. Santiago David agarraba la pelota con tal rapidez que era la principal amenaza para los bateadores en los campeonatos nacionales y llegó a representar al país en torneos internacionales.

Y el motivo que tenía su padre para no migrar era ese: el béisbol, su hijo atrapando la pelota caliente y que él fuera la promesa del equipo. La historia de Eduard, quien terminó migrando a Colombia, refleja el sentimiento de los suyos. Allá, el fútbol se queda a un lado cuando juegan Leones de Caracas con los Navegantes del Magallanes, o si la selección está en la Serie del Caribe.

A esa pasión beisbolera, el oficialismo le aseguró una transacción de 12 millones de dólares que permitirá que se dispute la temporada que comienza en octubre, que estaba en vilo porque su mayor patrocinador, Petróleos de Venezuela (PDVSA), está en crisis, y los principales peloteros que juegan en las grandes ligas de Estados Unidos no podrán participar por cuenta del bloqueo de Washington sobre Caracas.

Diosdado Cabello, el número dos del chavismo, señaló al opositor Juan Guaidó como el responsable del trance por el que pasa la liga, que necesitará en total 20 millones de dólares para realizar la temporada de tres meses. Es decir, el Estado financió el 60 %. Ahora Cabello toma la posición de defensa del béisbol que en su momento tuvo Hugo Chávez.

El presidente pelotero

Desde 1998, cuando era candidato presidencial, Chávez posaba en los estadios, con uniforme de rayas, bates y pelotas. En junio de ese año, hizo el lanzamiento de honor para un juego entre famosos y estudiantes en la Universidad Central. Uno de sus primeros viajes presidenciales en 1999 fue a las ligas mayores de Estados Unidos para un juego entre el New York Mets y los Toronto Blue Jays.

Para noviembre de 2004, después de salir ileso de un golpe de Estado, se encontraría con el pitcher de Mérida Johan Santana, quien hizo historia al ganar la American League Cy Young Award. Sumó retratos entre los jugadores y en partidos hasta las últimas imágenes, del 2012, cuando calvo, subido de peso y con una marcada papada seguía posando con un bate que llevaba hasta a los programas de Aló Presidente.

En un país de béisbol, ¡quién no iba a querer a un presidente pelotero! “En los últimos 20 años Chávez y Maduro han utilizado el béisbol y el deporte en general a su favor”, así lo explica un historiador de ese país quien pide no revelar su identidad porque, en Venezuela, los que hablan en contra del oficialismo pueden sufrir represalias.

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Ellos, los presidentes, se hacen propaganda, pactan con los atletas y los ponen en cargos públicos para que su figura aparezca apoyando la revolución, como el medallista olímpico y segundo venezolano en obtener una presea dorada, Rubén Limardo, quien se desempeñaba como diputado por el Partido Socialista Unido de Venezuela cuando fue el abanderado de su país en los olímpicos de Río, 2016.

“Todos preguntan por qué la Liga aceptó el dinero del régimen. La pregunta debería ser por qué un gobierno en crisis puede auspiciarla. La respuesta: es un vehículo publicitario. El chavismo aparenta que todo está normal. ¿Qué? ¡Qué crisis, si estamos jugando pelota!”.

Hay un detalle sobre el béisbol de ese país y es que llegó a Venezuela en 1895 con el pretexto de recolectar dinero para la Guerra de Independencia cubana, que empezó ese mismo año, como lo relatan en el libro Cuba-Venezuela, 80 años de rivalidad beisbolera, 1934-2014. Y ese toque del Caribe es la clave para entender por qué en la isla, República Dominicana o la vecina Venezuela el béisbol es la ley.

Generalmente, “los gobiernos tratan de utilizar el deporte en escenarios de crisis o cuando quieren generar cortinas de humo frente a situaciones críticas. Venezuela, el Mundial en Argentina, la Copa América en Colombia en 2001, cuando la violencia estaba en su momento más álgido”, relata el jefe del departamento de Comunicación Pública de la Universidad de La Sabana, Juan Carlos Cárdenas.

Goles por muertes

Hay una frase recordada de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo: “Mientras se gritan los goles, se apagan los gritos de los torturados y de los asesinados”. El centro de detención y tortura de la dictadura militar encabezada por el general Videla en Argentina, la Escuela de Mecánica de la Armada, quedaba a menos de un kilómetro del Estadio Monumental.

El béisbol es para Venezuela lo que el fútbol a Argentina. El 25 de junio del 78, mientras Buenos Aires celebraba la primera Copa Mundial para Argentina, los detenidos sufrían. Incluso, hay relatos que indican que la dictadura aprovechó el festejo para sacar a los presos políticos en tanqueta y estos, aunque gritaban, no pudieron ser escuchados en medio del júbilo futbolero.

Con los años los detalles de la realización de ese torneo serían analizados: que Videla sacara de la concentración al equipo días antes del juego inaugural para “exhortarlos a que se sientan y sean verdaderamente ganadores”. En sus palabras: “les hablo como a la tropa antes del combate”, el extraño 6 a 0 contra Perú en un juego decisivo para llegar a la final y la visita a los camerinos que hizo en ese último partido. Eduardo Massera, su mano derecha en la junta militar, se paseaba por la concentración para dar un saludo como “ciudadano” y, como Videla, animarlos a dejar “todo”.

Ese uso del deporte el profesor de la Universidad Externado, Leo Dazón, lo lee en dos direcciones: como política interna, siendo una forma de apelar a la cohesión nacional, y como política externa, porque “muchas veces es una disciplina alternativa en el ámbito internacional. Aparece como un instrumento potente, por ejemplo, por elementos como la exposición mediática mediante el fútbol”.

Más allá de Latinoamérica

Cinco años antes del comienzo de la segunda guerra, Benito Mussolini organizó el Mundial de 1934. Mientras Italia se hundía en la dictadura fascista, el país estaba en boca del mundo por motivos deportivos. Esa historia se repetiría en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 que organizó Adolfo Hitler y en cómo en la posguerra las justas se convertirían en una disputa entre capitalismo y comunismo.

Así como unos apelaron al deporte en medio de gobiernos cuestionados, también hay ejemplos más amables como el de Sudáfrica, que cerró su ciclo de la violencia y comenzó su internacionalización con los Olímpicos de 2010 y el Mundial de 2014. O en Jamaica, que tiene a Usain Bolt de embajador. Como lo dice Dazón, “nadie sabe quién es el primer ministro, pero sí quien es Bolt”.

Está ahí porque, “el deporte es un fenómeno político y social. Si se mira desde esa perspectiva, que los gobiernos y los estados lo utilicen políticamente no es novedad”, comenta el director del departamento de Ciencia Política de la Universidad Javeriana, Andrés Dávila.

Con arquetipos del pasado ahora solo queda una evidencia de esa táctica en la Venezuela chavista que apela al béisbol para tapar la crisis, con un torneo que cuenta con la financiación que el resto de aspectos de ese país necesitan: dólares en una economía en la que el bolívar no vale.