Medellín

El enredo que tiene parroquia de la comuna 13 con 82 restos de NN

En el osario de la iglesia Santa Rosa de Lima se fueron acumulando las osamentas, justo en la época más convulsa de San Javier. Unidad de Búsqueda dice que tomará cartas.

hace 8 horas

Monseñor Jorge Enrique Suárez se llevó a la tumba los detalles de su historia, acerca de cómo en la parroquia Santa Rosa de Lima, en el centro occidente de Medellín, se acumularon 82 estructuras óseas sin identificar.

El tema es de vital importancia teniendo en cuenta que ese sector hace parte de la comuna 13, dónde más se ha concentrado la búsqueda de víctimas mortales de la confrontación entre grupos armados en la primera década de este siglo en la capital antioqueña y donde quedan La Escombrera y La Arenera, que fueron afectadas con medidas cautelares por los testimonios acerca de que serían los depósitos preferidos por los paramilitares, milicianos y bandas delincuenciales para botar cadáveres de sus víctimas mortales.

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La coincidencia temporal con el relato de ese conflicto y la vecindad de Santa Rosa de Lima da pie a pensar en la posibilidad de que haya alguna relación de los muertos sin doliente con la barbarie desatada. De hecho, en diálogo al respecto con EL COLOMBIANO, la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) no descartó que se efectúe alguna diligencia en el depósito donde están guardados los restos en ese centro de culto religioso.

Este templo, aún siendo de barrio, tiene porte de catedral, empinado porque está en un alto y con 800 metros cuadrados construidos. Sin embargo, la magnitud de la construcción juega en su contra porque no es fácil el mantenimiento, con sus 68 años de antigüedad. Actualmente el párroco y la feligresía hacen esfuerzos ingentes para conseguir con qué remozar el viejo techo de asbesto.

La parroquia fue fundada en 1957 a punta de bazares y empanadas, como la mayoría de las iglesias católicas en la ciudad, con el fin de reunir a la feligresía de los barrios Alcázares, La Pradera, el sector El Coco de La Floresta y El Metropolitano, lo mismo que a los devotos del barrio que le da el nombre, es decir que se trata de una congregación que mezcla estratos bajos con algunos habitantes de clase media alta.

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En su lado izquierdo está el osario, una estructura ovalada formada por un muro blanquísimo como de dos metros de altura que da a la calle y pegadas a él hay una sucesión de bóvedas pequeñas con lápidas grises donde no se entierran personas recién fallecidas sino los restos de las mismas después de que terminan su periodo de descomposición en un cementerio convencional. Algunos espacios de esa galería están en blanco y con un llamado a que los dolientes se acerquen a legalizar la estadía.

El encarte del padre Rincón

Aparentemente por esa muralla fue que vinieron a dar los restos “huérfanos” de los tiempos de la violencia.

Cuando el padre Rincón tomó el mando del templo, poco más de dos años atrás, empezó a poner orden donde consideró que faltaba y se percató de la engorrosa herencia. Al indagar, escuchó un relato de los huesos que la gente tiraba a través de las rejas o por sobre la pared que daba al exterior, probablemente porque las familias no tenían más para dónde llevarlos, y del caritativo monseñor Suárez que, caritativo como era, los fue metiendo en los minúsculos huecos de cemento, hasta que se completaron los 82 que hay en la actualidad sin identificar.

“Lo que yo sé son las leyendas normales de la gente, lo que la gente cuenta; pero nada que pueda testificar como verídico. Lo único que puedo decir es que yo encontré los restos ahí en las paredes, tapados con drywall”, contó el sacerdote.

Entonces se contactó con el cementerio Campos de Paz y con la fundación El Tabor para que lo asesoraran sobre cómo proceder. La indicación fue que debía disponer de un osario común para meter los huesos en orden, separados en bolsas y enumerados, con el fin de que no se fundieran unos con otros. Otro factor esencial era que estuvieran bien resguardados.

La tarea fue cumplida a finales de 2024 como bien pudo el religioso con los exiguos recursos de que disponía. No un técnico forense ni nada que se le parezca, sino un profesor de colegio amigo de él fue quien acometió la inusual misión. Después vino la acomodación en estantes, en una piecita al lado del osario que permanece cerrada con llave.

¿El eslabón perdido?

El presidente de la Acción Comunal de Santa Rosa de Lima, Santiago Vásquez, fue primero acólito y luego ayudante del sacristán en la misma parroquia, desde 2002 hasta 2020. Por eso podría tener la clave para dilucidar el origen de tanto NN.

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Según él, en esta historia hay un poco de varias cosas. Apunta que si bien el problema no empezó con monseñor Suárez, sí fue más visible en los cerca de 13 años que estuvo él, es decir hasta 2010. Por un lado estaban, como ya se dijo, los casos en que los restos pudieron haber llegado “en volandas” desde la calle. Pero ocurrió también que muchas veces los traían y el religioso los recibía sin documentación, para luego formalizar el papeleo, y los huesos terminaban metidos en cualquiera de las bóvedas que hubiera vacías porque se desentendían de ellos. A eso habría contribuido además la rotación de secretarias y sacristanes, por lo que la memoria de esto se fue diluyendo. Y fue todavía peor después de que el padre Jorge salió de Santa Rosa de Lima para ser el exorcista de la Arquidiócesis, luego se pensionó y pereció el 21 de marzo de 2021 en plena pandemia.

“Ese conocimiento se fue perdiendo por los malos procesos que se llevaban, eran en hojas y no había un registro de quién estaba en qué bóveda. Eso se salió de control a finales de la etapa del padre Luis Javier Cadavid —2019 aproximadamente— y la misma comunidad empezó a quejarse de que al venir por los restos para cremar no encontraban la misma urna donde los habían almacenado ni había condiciones de salubridad, porque eran restos óseos y no cenizas”, apunta Santiago.

También se habrían presentado varios casos de hurto, presumiblemente para rituales satánicos. Posteriormente, el sacerdote José Vicente Grisales cerró el osario para mejorar la estética y ponerlo en orden, solo que al frente de la tarea no había personas con conocimiento profundo del proceso. Su sucesor, el padre Álvaro Ruiz, hizo la trazabilidad del sitio de origen y el lugar de destino en el depósito, a la par que hubo varios llamados a la comunidad para que se acercaran a reconocer a sus familiares con el fin de sacarlos de la “fosa” común, las mismas que no tuvieron mayor resultado.

Ahí el relato empata con la gestión del padre Asdrúbal. “Ya tenemos todo listo en caso de que nos lo soliciten y ya acá se encargarían los que de pronto tengan el interés en hacer las pruebas respectivas de ADN para identificarlos”, expresó Rincón, quien no sabe mucho de estas cosas en particular pero sí de orden, pues además de párroco es el encargado del archivo de la Arquidiócesis de Medellín.

En el tiempo que lleva él al frente de la parroquia, solo una vez se ha acercado una persona a indagar por algo del “legado” que acumuló y dejó monseñor Suárez. Se trató de un señor que indagó por los restos de su hijo. Según la historia que contó, había muerto de un machetazo en la cabeza.

“Lo buscamos, miramos los registros y efectivamente tenía el nombre y ya se logró poner en el osario; ahí quedó en la parroquia”, relató el padre, quien sin embargo no obtuvo más detalles acerca del modo, tiempo y lugar como falleció esa persona y si tenía que ver con la oleada de sangre que corrió por la comuna 13 entre los últimos años del siglo pasado y los primeros de la actual centuria.

Al tratar de reunir las piezas perdidas del relato, este periódico se contactó con los dos sacerdotes que sucedieron a monseñor Suárez y que antecedieron al padre Asdrúbal. No obstante, ambos coincidieron en que desconocen qué pudo ocurrir, pues durante sus permanencias acá no hubo gestiones con relación a las estructuras óseas sin identificar.

Por su parte, la UBPD respondió que no sabía de la existencia de estas osamentas pero que inmediatamente conoció de ellas por la consulta para este artículo comenzó a solicitar información a las autoridades eclesiásticas “con el fin de hacer claridad al respecto”.

Primer paso: verificar si son víctimas del conflicto urbano

EL COLOMBIANO buscó la reacción de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), de donde pidieron el envío de las preguntas y contestaron por escrito:

¿El equipo de búsqueda de La Escombrera había tenido información de los restos de la parroquia Santa Rosa de Lima?

“No; no obstante y a partir de su inquietud hemos contactado a autoridades eclesiásticas con el fin de hacer claridad al respecto”.

¿Qué antecedentes similares hay, bien dentro o fuera del Valle de Aburrá?

“En el Valle de Aburrá la investigación humanitaria se encuentra en la fase de generación de información con fuentes testimoniales y documentales. Acá no contamos con antecedentes de hallazgos en criptas de iglesias que hayan sido puestos en conocimiento de nuestra entidad”.

¿Qué podría pasar con estas osamentas, desde la metodología que aplica la UBPD o la JEP, dado el interés que hay en la búsqueda de desaparecidos de la comuna 13?

“Una vez avanzada y finalizada la investigación humanitaria relacionada con estos hallazgos, se establecerá si tienen relación con el contexto y en razón del conflicto armado. De ser así, se incluirían en el universo de personas dadas por desaparecidas y se avanzaría en la profundización de la información, establecimiento y contacto con familiares, personas u organizaciones buscadoras para facilitar y promover la participación, así como en la articulación interinstitucional en todas las fases de la búsqueda humanitaria, extrajudicial y confidencial, con el propósito de establecer la plena identidad de los cuerpos y propiciar la entrega digna en los casos a los que haya lugar. El papel de los párrocos y de la iglesia es fundamental para el acceso a la información y el acercamiento con las comunidades, no sólo con relación a las criptas, sino a los cementerios y otros sitios de interés para la búsqueda que puedan ser de su conocimiento”.

¿Qué debe hacer el párroco en estos casos, qué obligaciones tiene?

“Ante cualquier hallazgo, información o situación relacionada con el manejo, tratamiento, conservación y custodia de cuerpos sin identificar, se debe poner en conocimiento a las autoridades y entidades competentes, para que de manera coordinada y organizada se implementen los protocolos de inhumación, traslado, conservación y custodia de estos cuerpos con el fin de avanzar en la investigación humanitaria, confidencial y extrajudicial a que haya lugar”.

¿En qué cementerios del Valle de Aburrá hay previstas intervenciones de la UBPD, tomando el ejemplo de lo ocurrido en Dabeiba, Apartadó o el Oriente antioqueño?

“Los cementerios del Valle de Aburrá vienen siendo abordados en distintas etapas de la generación de información testimonial, documental y de contrastación de fuentes, algunos se encuentran en inventario y otros, como los cementerios de Barbosa y Caldas, vienen siendo caracterizados con el fin de realizar la intervención forense de manera articulada con las entidades, parroquias, familiares y organizaciones de personas buscadoras”.