Medellín

La historia del Vickingo: de limpiavidrios en Medellín a chef famoso en redes sociales

Víctor Rivera ha tenido dos renacimientos: cuando se despertó de un coma tras un accidente de tránsito y cuando empezó a grabar videos.

Estudió Comunicación Social y Administración de Negocios en la Universidad Eafit. Llegó a El Colombiano en 2022 para escribir crónicas y reportajes, y ahora hace parte del Área Metro. Antes trabajó haciendo pódcast.

hace 4 horas

Víctor Rivera es el limpiavidrios, quizás el vendedor ambulante, más famoso de Medellín. En uno de los semáforos del cruce entre la Avenida Colombia y la calle 70, al frente del estadio de fútbol, por la popular esquina de los mariachis, lo saludan y le pitan más que a político en campaña.

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Los conductores de carros y camiones le bajan el vidrio, los de las motos se suben el casco y los peatones le gritan, le silban, le estiran el puño. También los niños y niñas de los colegios que terminan la jornada al mediodía, se quedan mirándolo desde la calle de en frente y cuchichean, el “tensionadito bacano”, como decía el Bolillo, que da tener en frente a alguien a quien uno admira pero no conoce.

Ninguno de ellos sabe que se llama Víctor Rivera ni tampoco se quedan mirándolo porque le falta una pierna ni porque está tatuado hasta el cuello ni porque mide casi 1.90 ni porque tiene la cara afilada como un cuchillo ni por el blanquísimo de sus dientes grandotes.

Algunos, muy pocos de verdad, lo reconocerán por ser un limpiavidrios raro: prudente, paciente, que pregunta antes de tirar el chorro de agua enjabonada sobre el parabrisas y que agradece, dice él, hasta una moneda de $200.

Pero a Víctor, o al Vickingo mejor (así, con c antes de la k), la fama le llegó por redes sociales un día en el que, después del trabajo en el semáforo, le pidió a su esposa que lo grabara mientras cocinaba: preparó unas alas de pollo apanadas con salsa bbq y unas arepas de plátano maduro con queso. El video tiene en este momento más de dos millones de visualizaciones en Tiktok.

Han pasado 20 meses desde ese día y el Vickingo ahora tiene 157.000 seguidores en Instagram, 160.000 en Tiktok y otros tantos miles en Facebook. Lo contratan de empresas de implementos de cocina para hacer publicidad, el odontólogo de Karol G le regaló un diseño de sonrisa, entró a estudiar a una academia para certificarse como chef, sueña con abrir un restaurante y sigue yendo, ya no todos los días sino de vez en cuando, al semáforo donde un día hace dos años se paró a vender confites después de mucho discutirlo con su esposa.

Paradójicamente, cuando llegó al semáforo meses antes de empezar con los videos, estaba aguantando hambre. Tenía 35 años y toda la juventud se la había pasado trabajando estucando y en obra blanca, hasta que una tarde de septiembre de 2014 una tractomula llena le pasó por encima y le destruyó el cuerpo: le tuvieron que reconstruir el rostro (de ahí el filo de su mandíbula y los dientes tan nuevos) y perdió la pierna izquierda. Pasó 15 días en coma, pero se levantó a seguir trabajando. El problema es que ya nadie le daba trabajo o le querían pagar menos.

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Llegó cualquier día con una bolsa de confites y apenas vendió $10.000, pero se dio cuenta de que al que limpiaba los vidrios le fue mejor, entonces con eso fue y compró la herramienta y al otro día volvió. Ahí conoció gente que hacía videos en redes, algunos que admiraba y otros que despreciaba, como a esos que le ofrecieron que se dejara grabar mientras le entregaban una falsa prótesis nueva a cambio de $30.000.

Prefirió ser él mismo el que hiciera sus videos. Su éxito se entiende fácil: entre cientos de cocineros y expertos “foodies” en redes sociales, su contenido, no solo su aspecto, es único. Sus preparaciones no son del otro mundo, pero su narración, la forma en que las presenta, sí.

Así es el guion de uno de sus videos más recientes: “Partimos un tomate rojo en 333.339 partículas, hacemos enojar a la familia de Drácula, partimos una cebolla, traemos una caneca de plástico, agregamos la vaca Lola y al papá de Pepa, también el tomate rojo y la familia de Drácula toda enojada, la comida de Popeye, la negra que pica, un tarro de pintura amarilla, un pollo enlatado y que se conozcan todos. Sal. Arena de pega y que se conozcan todos. Abrimos un pepino, lo rellenamos con la mezcla y con ese concreto todo delicioso lo porcionamos; encendemos la llama del amor, ponemos la terraza de la casa, aceite de tractor; ponemos la vaca Lola que se deleite con la vista, giramos a la izquierda, ponemos unas hojitas de bloc, unas almohadas a broncear y pintura blanca. Ponemos la vaca Lola gratinada y unas hojitas de apio, las rodajas de la cebolla y entechamos”.

Si no entendieron nada, no se preocupen: es la receta de unas hamburguesas con la carne de cerdo y res (la vaca Lola y el papá de Pepa) envueltas en pimentón (alias Pepino en el guión). La llama del amor es el fogón, el pollo enlatado es el huevo y la familia de Drácula, el ajo. La negra que pica es la pimienta. Nada se llama como lo que es, salvo la sal, ese es el sello inconfundible de sus videos. Ese, de la hamburguesa, ya tiene más de 300.000 visualizaciones, unas 10 veces más de las que tendrá esta nota.