Descubren en Boyacá una nueva especie de orquídea que enciende las alarmas ambientales
Se trata de Pleurothallis moniquirensis, nombrada en honor a Moniquirá municipio de Boyacá, que hoy une a científicos y comunidad en su defensa frente a la minería, la deforestación y el tráfico de plantas.
Periodista de medio ambiente. He trabajado en medios como El Mundo (España), El Espectador, Cromos, Arcadia y Canal Trece.
En las laderas húmedas de la Cordillera Oriental, en la majestuosa Serranía del Peligro, un hallazgo botánico ha trascendido las páginas de la ciencia para convertirse en emblema de resistencia comunitaria.
Se trata de Pleurothallis moniquirensis, una nueva especie de orquídea nombrada en honor al municipio de Moniquirá, Boyacá, cuyo descubrimiento, registrado en la revista Phytotaxa, no solo amplía el catálogo de la biodiversidad colombiana, sino que expone de manera urgente los riesgos que amenazan tanto a la especie como al ecosistema que la alberga: la deforestación, la minería de caliza y el tráfico ilegal de plantas.
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El equipo de investigación estuvo conformado por botánicos nacionales e internacionales, entre ellos Mario Sierra Ariza, del Jardín Botánico Alejandro von Humboldt de la Universidad del Tolima, y Edicson Parra Sánchez, de la Universidad de Cambridge, quienes, tras expediciones de campo y análisis morfológicos, confirmaron que estaban frente a un organismo único: sus flores presentan características singulares dentro del género Pleurothallis, como un sépalo dorsal oblongo, un sinsépal convexo con márgenes fuertemente revolutos y un labelo lanceolado con textura verrucosa-papilosa.
El hallazgo, sin embargo, tiene un trasfondo que lo distingue de otros registros botánicos recientes. No fue solo un ejercicio académico, pues la comunidad de Moniquirá, organizada en la ONG Cabildo Verde, acompañó desde el inicio las expediciones y participó activamente en la decisión de bautizarla en homenaje al municipio.
Pero la noticia de la nueva especie vino acompañada de una constatación preocupante. Los investigadores hallaron apenas 57 individuos adultos, dispersos en seis fragmentos de bosque, la mayoría en zonas altamente transformadas, con apenas un 40 % de cobertura boscosa. La situación llevó a proponer que la planta sea clasificada como En Peligro según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Ese riesgo se vuelve concreto ante la amenaza de una multinacional cementera que busca reactivar la explotación de caliza en la Serranía del Peligro con una concesión de treinta años, a menos de un kilómetro de los bosques donde vive la orquídea. Para la comunidad, ese proyecto pone en jaque su integridad ambiental y compromete el bienestar de las poblaciones rurales que dependen del agua, la agricultura y el turismo.
Carlos Alberto Gómez, representante legal de Cabildo Verde, lo resume en términos contundentes: “Que una orquídea sea descubierta en nuestra región es significativo porque acá contamos con una biodiversidad importante, con nacimientos de agua y con más de cuatro mil doscientas hectáreas de bosques. Queremos mostrarle al mundo que en esta región biodiversa, donde el planeta está siendo atropellado por el cambio climático, hay una luz de esperanza para que estas áreas se cuiden y se protejan”.
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Así que la defensa de su territorio se ha traducido en movilización social. Por ejemplo, el 5 de junio de 2024, Día Mundial del Medio Ambiente, cerca de dos mil habitantes marcharon en Moniquirá para rechazar la amenaza minera y exigir la protección de la serranía. Un año después, en 2025, la fecha volvió a ser escenario de un foro ambiental con participación de académicos y líderes sociales. Además, la comunidad ha interpuesto una acción popular, respaldada en estudios técnicos y cartografía, que busca frenar la ampliación del título minero. “Somos una asociación sin ánimo de lucro con recursos muy limitados para enfrentar a un Goliat. Pero con documentación y argumentos legales estamos defendiendo estas 4.200 hectáreas de bosques que son esenciales para el agua y la vida de esta región”, explicó Gómez.
Y esa metáfora de David contra Goliat no es exagerada. Mientras las multinacionales cuentan con respaldo financiero y jurídico, Cabildo Verde y la comunidad dependen de la organización colectiva y del apoyo institucional para resistir, y en esa lucha, la orquídea se convirtió en símbolo de unidad y orgullo. Para Edicson, Pleurothallis moniquirensis debe convertirse en un argumento para exigir la aplicación estricta de la normatividad ambiental vigente y la creación de nuevas disposiciones que protejan especies endémicas y amenazadas. Mario complementó esa visión señalando que este proceso “demuestra que ciencia y comunidad pueden trabajar juntas, pero también evidencia la urgencia de marcos legales más sólidos”.
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Ahora bien, el caso de Moniquirá no se limita a un debate local, al contrario, pone de relieve la paradoja de un país megadiverso que concentra cerca del 15 % de las orquídeas del mundo y que, al mismo tiempo, enfrenta una presión creciente sobre sus ecosistemas por, como ya se mencionó antes, la minería, la expansión agroindustrial y el comercio ilegal de flora. Lo que sí hace, es evidenciar que la defensa de la biodiversidad no puede desligarse de las comunidades que habitan los territorios, porque ellos son las primeras en sentir los efectos del deterioro ambiental y, muchas veces, las últimas en ser escuchadas por las autoridades.
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“Nosotros como comunidad, en la defensa del agua, de la vida, de la naturaleza, esperamos siempre que las autoridades se sumen en esa defensa”, insistió Gómez. Y su llamado no es aislado, refleja la conciencia de que el compromiso ciudadano, por sí solo, no basta. Para que la conservación sea efectiva, debe complementarse con la acción decidida de los gobiernos y con la responsabilidad de las empresas. De ahí que el hallazgo científico trascienda lo botánico y se convierta en un dilema ético y político: ¿cómo conciliar las demandas económicas con la obligación de preservar un patrimonio natural que no tiene reemplazo?