Celibato y la mujer en el Vaticano
Esa reforma es importante porque aumentaría el número de curas para impulsar la labor evangelizadora de una Iglesia que requiere de más cosecheros que hoy escasean en la vendimia.
Después de recuperar su salud, ¿pensará el Papa Francisco levantar el celibato sacerdotal obligatorio? Sabe que Papas anteriores se han opuesto a esa posibilidad como opción de vida sacerdotal. Lo han mantenido como imposición. El mundo católico sigue expectante acerca de ese giro que podría contribuir a rebajar los índices de deserción de tantos curas al servicio del catolicismo.
El Papa Francisco ha sido valeroso para rectificar algunas normas que ya son obsoletas de su Iglesia. Acaba de dejar sin piso la doctrina de Pontífices anteriores que auspiciaron la esclavitud de los pueblos nativos en el descubrimiento de América. Ha manifestado que “la inclusión de la mujer no es una moda feminista, es un acto de justicia”. Por eso hoy, en un mundo más exigente, consagrar la opcionalidad del celibato sería un real avance, paralelo al de su declaración de “incluir más a la mujer como un acto de verdadera justicia”. Máxime cuando el celibato no fue impuesto por Jesús a sus apóstoles –algunos con esposa, comenzando por Pedro, cabeza de su Iglesia– sino por un Concilio en épocas de oscurantismo religioso.
Indudablemente Francisco le ha dado espacios al protagonismo femenino. No solo tiene a cerca de 1.200 mujeres trabajando en el Vaticano, sino que al frente de la Pontificia Comisión para América Latina tiene a la teóloga Emilce Cuda, y en la Secretaría del Dicasterio para el Desarrollo Humano a Alessandra Smerilli. Es un avance de la Iglesia en el reconocimiento a los derechos de la mujer en la actividad humana.
Diversos teólogos han planteado la abolición del celibato obligatorio. Lo sostuvo con sobrados argumentos Hans Küng. También en Colombia el jesuita Alfonso Llano, en cartas a Francisco, le pidió que se despojara “del peso ominoso del celibato obligatorio a los sacerdotes, ya que esta norma se presta para toda clase de abusos, escándalos y humillaciones”. Sabe el Papa Francisco que esa reforma es importante porque aumentaría el número de curas para impulsar la labor evangelizadora de una Iglesia que requiere de más cosecheros que hoy escasean en la vendimia.
El debate sobre el celibato optativo es necesario. Su demorada definición desgasta la unidad católica. El Sínodo de obispos alemanes aprobó su desaparición, audacia que otros sínodos en Europa podrían replicar. ¿Sería el primer paso de un cisma como el que promovió hace cinco siglos Martin Lutero, y que llevó a crear otra iglesia?
Conoce el Papa Francisco que la mujer no se hizo solamente “para alegrar el corazón del hombre”. Y por eso ellas reclaman derechos y mayor protagonismo en la vida de los sacerdotes. No solo para dar comunión y recoger limosna en los templos. ¿Se atreverá Francisco, “que no le ha rehuido a los temas que preocupan a la sociedad contemporánea”, a dar ese paso, sea a través de su soberanía o de un concilio ecuménico?
P.D.: Elocuente, valeroso, el discurso de Carlos Raúl Yepes en la asamblea del Grupo Sura. Trituró los argumentos de aventureros que siguen intentando, a través de tomas hostiles, alzarse con empresas símbolos del trabajo paisa, honrado y eficaz.