Columnistas

Círculos

11 de agosto de 2018

Robert Dunbar es un antropólogo inglés evolucionista que en los años 90 descubrió, al estudiar los primates, que 150 es el número “límite cognitivo de individuos con los cuales se puede mantener una relación estable”.

Dice el diario El País de España, que una investigación basada en dos hipótesis, descubrió lo obvio. La primera hipótesis es que cada una de las diversas amistades que hacemos en la vida, requiere esfuerzos distintos y la segunda dice que no se puede tener un número ilimitado de amigos porque los recursos de tiempo y capacidad son limitados. Lo importante de la investigación es que estableció la certeza matemática del número de Dunbar, para mí y creo que para todos, no era necesaria la ciencia para determinar esta realidad de a puño: son pocos los íntimos, algunos los buenos y muchos los conocidos, han dicho los autores del estudio que “nosotros observamos que los seres humanos estructuran sus amistades siguiendo un patrón y lo que hemos hecho es demostrar matemáticamente por qué ocurre eso”. Ese patrón, formalmente es un círculo, “la gran mayoría contamos con nuestro núcleo de 3 a 5 personas con las que tenemos una relación muy íntima. Luego tenemos un círculo con una docena de buenas amistades, otro más amplio de treinta amigos con los que tratamos a menudo y ya por último, un grupo de conocidos con los que nos vemos de vez en cuando”.

Los amigos, esa familia elegida, son un bien escaso y por escaso es que resulta precioso, una vez perdemos uno, pareciera que el cerebro detecta esa ausencia y al sentirla, procede a tratar de llenar ese vacío. Sin embargo, entre los inmigrantes sucede lo contrario, entre búlgaros y chinos estudiados en Cataluña: “los círculos de amistades salían invertidos: todos eran amigos íntimos de todos (hasta 50) y la lista de conocidos era mínima”. Quizás aquí se trata de construir un vínculo que trasciende la amistad y crea la hermandad solidaria como mecanismo de defensa y unidad, la distancia fortalece lazos; seguramente cuando estamos en un territorio conocido, las múltiples diferencias culturales de pensamiento y opinión medían mucho más en la construcción de vínculos de amistad.

En redes sociales, la Inteligencia Artificial hace parte del trabajo, nos recuerda por ejemplo la fecha de cumpleaños de los cientos o miles de amigos que por ahí decimos poseer, eso libera espacio en nuestro cerebro, y nos permite ampliar el círculo de Durban a doscientos veinte relaciones, pero ojo, al ampliar la red de amigos dejamos de atender los buenos, ¿vale la pena invertir el presupuesto de la amistad comprando bienes innecesarios, cuando hay que preservar los buenos?

Con o sin estudio, con o sin matemáticas y física, son la honestidad y la lealtad las que hacen al verdadero amigo, bien lo dijo Antoine de Saint- Exupery “tener un amigo no es cosa de la que pueda ufanarse todo el mundo”, y añadió Julio Ramón Ribeiro “un amigo es alguien que conoce la canción de tu corazón y puede cantarla cuando a ti se te ha olvidado la letra”.