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Collage

28 de octubre de 2017

Este pequeño collage, está, como todos, hecho de fragmentos, desde hace un par de semanas he buscado las palabras adecuadas para explicarme por qué a algunos cuando haces algo bien, les preocupa tanto el éxito ajeno, incapaces de expresar su desacuerdo buscan tu fracaso por la espalda, estos caníbales se rehúsan a actuar movidos por amores y afectos, pretenden destruir desde el odio y la soberbia, doy las gracias a algunos sabios que me prestaron las frases para construir este ensamble. El verbo transitivo envidiar y la palabra envidia, como bien dice una amiga, son el motor que mueve la economía, pero también, agregaría yo, los que mueven en buena parte al mundo.

Dice Kierkegaard en La enfermedad mortal, “La envidia es una admiración que se disimula. El admirador que siente la imposibilidad de experimentar felicidad cediendo a su admiración, toma el partido de envidiar. Entonces emplea un lenguaje muy distinto, en el cual ahora lo que en el fondo admira ya no cuenta, no es más que insípida estupidez, rareza, extravagancia. La admiración es un feliz abandono de uno mismo; la envidia una desgraciada reivindicación del yo”.

Añade Tomás de Aquino en su Suma Teológica “el número de las hijas de la envidia pueden enumerarse de la manera siguiente: en el proceso de la envidia hay un principio, un medio y un fin. Al principio, en efecto, hay un esfuerzo por disminuir la gloria ajena, bien sea ocultamente, y esto da lugar a la ‘murmuración’, bien sea manifiestamente, y esto produce la ‘detracción’. Luego quien tiene el proyecto de disminuir la gloria ajena, o puede lograrlo, y entonces se da la ‘alegría en la adversidad’, o no puede, y en ese caso se produce la ‘aflicción en la prosperidad’. El final se remata con el ‘odio’, pues así como el bien deleitable causa el amor, la tristeza causa el odio, según hemos demostrado ... Ahora bien, la aflicción en la prosperidad del prójimo, en cierto modo, se identifica con la envidia, como es el caso de que la prosperidad que da lugar a la tristeza, constituye precisamente la gloria que tiene el prójimo. Pero en otro sentido es hija de la envidia, y es el caso de que esa prosperidad la tiene el prójimo a despecho de los esfuerzos del envidioso para impedirlo. Mas la satisfacción de ver al prójimo en dificultad no se identifica directamente con la envidia, sino que se sigue de ella, ya que de la tristeza provocada por el bien del prójimo, es decir, la envidia, se sigue la satisfacción de ver el mal que le ha ocurrido”.

“Lo terrible de esta enfermedad es que no puede manifestarse, sino que anda con la cabeza baja, es muda, está confundida, se lamenta y perece por este mal. Si se le pregunta por su padecimiento, se avergüenza de hacer pública su desgracia: «Soy envidioso y cruel, me consumen los bienes de mi amigo, lamento la alegría de mi hermano y no tolero la vista de los bienes ajenos, sino que considero una desgracia la prosperidad del prójimo». Esto diría si quisiera decir la verdad, pero nada de esto quiere pronunciar y oculta en su interior el mal que abrasa y devora sus entrañas”. Basilio de Cesarea, Sobre la envidia.