De vuelta
Cuenta don Ricardo Olano en sus memorias que en 1873 Don Juan M. Fonnegra, jefe municipal, bautizó algunas calles de Medellín con nombres que aún conservan, Maracaibo, Caracas o Juanambú son, más que ciudades o enfrentamientos bélicos, reflejo del pensamiento del momento; en 1892 según el Acuerdo n.° 13, el Concejo nombró otras que aún se mantienen. Entre esas estaba Pascasio Uribe (1817 - 1889), en honor a ese rico industrial de la ciudad que donó las campanas de la iglesia de La Candelaria; negociante y pío, emprendimientos como la mina El Zancudo, La Ferrería Amagá y Locería de Caldas dan idea de su talante industrial.
La calle aún existe, tan olvidada como Don Pascasio y tan ausente como casi todo lo nuestro, ubicada justo al lado de esa vía larga que llamaron Camellón de Guanteros en el sector de Niquitao, famoso hoy por sus inquilinatos y no por su historia, este fue el primer barrio popular de la villa, allí la iglesia ubicó a los pobres a cambio de que cedieran su lugar a los ricos para asentarlos en el marco de la plaza recién conformada, en Guanteros se vivían la juerga y la lúdica de una Medellín que se asumía puritana pero pecaba extramuros. También allí se ubicó San Lorenzo, el cementerio de los pobres, que milagrosamente aún está en pie. Por esas calles deambularon, vivieron o bebieron muchos de los intelectuales y artistas que nos permiten seguir creyendo que existe una ciudad que se ve más allá del espejo de la vanidad, Efe Gómez, Gregorio Gutiérrez González, Tartarín Moreira, María Cano, su hermana la espiritista, Don Tomás Carrasquilla que tanto detestó ese sitio, al que se refirió como el “lugar nefando y tenebroso de los bailes de garrote, de los aquelarres inmundos y de las costumbres hórridas” o Pelón Santamarta, bambuquero y alambiquero, ellos y muchos otros pasaron por ahí.
En esa calle que ignoró la historia y desplazó el progreso hay una casa con dos ventanas y un portón alto, una señal en su fachada ha decidido nombrarla, se llama La Pascasia, así se honra la calle y evoca al industrial, allí han decidido asentarse los periodistas y escritores de Universo Centro, los creadores de Música Corriente y la gente de Hangar Producciones, como era costumbre un hermoso totumo rodeado de bifloras, helechos y cuernos habita su patio central; los techos a doble altura permiten que crezcan huesos e intelecto sin límite, el comino y el abarco son las maderas que ennoblecen columnas y puertas y los pisos de mosaico como tapices turcos adornan cada espacio, la exposición que nos recibe recuerda la historia del barrio, que recrean artistas e ilustradores, el “jolgorio” está de vuelta a la zona, ha nacido un espacio para exponer, recitar, cantar, pensar, aprender o tertuliar.
Hay que agradecer a estos emprendedores que apuestan por el centro, el arte, el conocimiento y la vida sobre los réditos de la violencia y la ignorancia. Que bailen las musas.