El diablo ronda ahí
Duro le está quedando al carismático Papa Francisco darles vida a las reformas que se ha propuesto para purificar a su iglesia de las mañas que se urden en el interior de la curia romana. ¡Qué lucha la que está afrontando contra elementos codiciosos, “apegados al dinero para llevar vida de faraones”!
Parte de esa curia se resiste a perder sus privilegios. Hay ahí mafias de la peor calaña. Ya Benedicto XVI había comenzado a destapar la pugna entre purpurados por la conquista de poder y dinero. Los dos excesos que conducen a la avaricia. Ante su impotencia para erradicarlos, fue posiblemente que Ratzinger se fue. No resistió ser “un pastor rodeado de lobos”.
En dos libros -El vía crucis, de Gianluggi Nazzi, y Avarizia, de Emiliano Fittipaldi, investigadores de reconocida buena reputación-, se narra, según resumen de El País de Madrid, las inmoralidades en el Vaticano, a las cuales se enfrenta con coraje el Papa Francisco. Dios quiera que logre vencerlas antes de que sea tarde para la conservación de su cátedra.
En ambos textos las revelaciones son escandalosas acerca de las desproporcionadas prerrogativas de que gozan algunos mitrados que ya se alejan de la esencia del Evangelio. Apartamentos lujosos, cuentas bancarias, tan millonarias como de origen sospechoso. Despilfarro y corrupción. Y tráfico de indulgencias como las que denunció Lutero en su época, hoy actualizadas a través de la “fábrica de santos”, para cobrar a precio de oro, candidaturas a los altares. Francisco eleva su voz contra estas prácticas inescrupulosas que a veces también parece “clamar en el desierto”.
Francisco quiere hacer realidad su misión de llevar una Iglesia pobre para los pobres. Insiste en que su “Iglesia debe hablar con la verdad y dar testimonio de pobreza”. Pero se da contra una roca. No la de Pedro el primer Papa, sino la roca dura para que contra ella se estrellen sus buenas intenciones de volver a la esencia de humildad evangélica, la misma que predicó Jesús, quien en su pobreza no tenía ni una piedra en donde reclinar su cabeza.
Muchos sectores de la curia vaticana no han querido proscribir la sombra del arzobispo Marcinkus. Aquel personaje rodeado por Sindona, abogado de la mafia y por el banquero Calvi, ambos asesinados por negocios turbios. Estos siguen como espíritus del mal merodeando por los fríos salones vaticanos. Como lo expresaba Tedeschi, -el financista que nombró Benedicto XVI para purificar las finanzas del papado, luego sacado a empellones por los mismos que no quieren la transparencia financiera en la Santa Sede-, “allí siguen enquistados moviendo muchos secretos inconfesables”.
Todos estos hechos dolorosos estarían ya afectando la salud de Francisco. Refleja síntomas físicos preocupantes que podrían malograr su pasión y convicción de depurar su Iglesia de elementos perversos que desde adentro conspiran contras sus reformas de auténtica esencia evangélica.
Si Cristo volviera al mundo y se detuviera en alguna de las colinas de Roma para mirar las ambiciones sórdidas que se cuecen en algunos sectores vaticanos, lloraría como lo hizo cuando previó la destrucción del templo de Jerusalen... .