Columnistas

El fin del “respice polum”

28 de enero de 2017

Las relaciones de Colombia con Estados Unidos, como bien se sabe, se orientaron desde principios del siglo pasado por un latinajo que se ideó don Marco Fidel Suárez: Respice polum”; que traduce: “Mira al Norte”. Una expresión bella, como todas las que nacen del latín, que ahora, por obra y gracia del presidente Trump, parece condenada a un entierro de tercera. A Dios gracias, pienso yo, porque a su amparo se consolidó la histórica y malhadada dependencia de nuestro país al también llamado “coloso del Norte”.

En 1914, en plena discusión del Tratado Urrutia-Thompson para normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Colombia, luego del zarpazo a Panamá, don Marco Fidel acuñó la expresión latina que nos ocupa. Así lo escribió: “El norte de nuestra política exterior debe estar allá, en esa poderosa nación que más que ninguna otra ejerce decisiva atracción respecto de todos los pueblos de América. Si nuestra conducta hubiera de tener un lema que condensase esa aspiración y esa vigilancia, él podría ser respice polum, es decir, no perdamos de vista nuestras relaciones con la gran confederación del norte”.

Cuatro años más tarde, en 1918 y luego de haber sido ministro de Relaciones Exteriores, nuestro humilde y culto paisano fue elegido presidente de Colombia y su frase latina, entre el apoyo de unos y la ironía de otros -así no la hubiera vuelto a mencionar durante su trunco mandato- acabó por marcar la política de sometimiento a Washington que ha perdurado hasta hoy. Los cambios de la historia y los matices de la política mundial imprimieron, por supuesto, acomodaciones y nuevas versiones. Siempre a favor del país del Norte, claro.

Desde el “respice polum” de Suárez, pasando por un acomodaticio “respice similia”, con la que la quiso suplantar López Michelsen, o llegando a la postre a un “respice omnia”, con que otros han alardeado, lo cierto es que desde el espolio que empezó con Panamá, nos ha convertido en colonia de Estados Unidos la descarada dependencia que bautizó don Marco Fidel. Nos duela o no. Y conste que no es un clamor antiimperialista, de esos ya pasados de moda, que tampoco sirvieron para nada y acabaron siendo búsqueda de remedios peores que la enfermedad.

Al menos hasta hoy, en que la llegada de un presidente populista y fanfarrón como Donald Trump a la Casa Blanca tal vez haga el milagro de destetarnos de Estados Unidos. Su política nacionalista y proteccionista, su populismo descarado, su desfachatada cruzada contra los inmigrantes y su ofensivo desprecio por todo lo que existe al sur del Río Grande, amén de sus otros grandes pecados de dictador presumido y presuntuoso, de que hace alarde sin ningún reato, pueden significar el fin del “respice polum”.

Como para no tener que seguir mirando al Norte. Y despedir de una vez por todas el sueño americano. Cambiemos entonces el “Bienvenido Mr. Marshall”, de la película de Berlanga, por un cordial “Farewell, Mr Trump”. Bueno, ni tan cordial.