El prólogo de un moribundo
Con motivo del cuarto centenario de la muerte de Cervantes, que se conmemora exactamente hoy, 23 de abril, el padre Nicanor me invitó a una de sus “veladas literarias”. Es una vieja costumbre con la que rinde homenaje a los autores de su predilección en alguna fecha conmemorativa. Mariengracia, él y yo nos reunimos para leer en voz alta algunas páginas del escritor que nos congrega. La lectora suele ser la sobrina, que tiene una bella voz y lee con el sabor y la dulce entonación de la admirada Aura López, cuyas lecturas por la radio uno nunca olvida.
-Hoy no vamos a leer apartes del Quijote, mis queridos sobrinos, sino de la última novela de don Miguel, “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, que supongo que tú, despistado sobrino, como muchos de tu generación, y peor si son más jóvenes, ni siquiera han oído mencionar.
-Pues, padre, para mí don Miguel de Cervantes es el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha y nada más.
-Mira, hijo, esta edición de Aguilar de las Obras Completas de Cervantes que me acompaña desde que tenía unos dieciséis años. Toda la vida me atrajeron las ediciones españolas de Aguilar: colecciones Eterna, Joya, Crisol. Me embelesaban esos volúmenes empastados en cuero y en los que calmé mi voracidad de lector.
-Dejémonos de nostalgias y vamos al grano, padre Nicanor.
-Te advierto de todas maneras que te has perdido mucho si no has pasado por el Cervantes poeta, o el dramaturgo, o el de las Novelas Ejemplares y La Galatea. Pero en fin, con tal de que merodees por el Quijote ya estás a salvo.
-A ver, tío. Ponga, pues, a leer a la prima, que ella no se sienta una invitada de piedra.
-Vea, Mariengracia, lea ese pedacito de la dedicatoria al Conde de Lemos (a quien había dedicado la segunda parte del Quijote) de “Persiles y Segismunda”, la novela póstuma de don Miguel.
-“Puesto ya el pie en el estribo,/ con las ansias de la muerte,/ gran señor, esta te escribo’. Ayer me dieron la Extremaunción, y hoy escribo esta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir...”.
-Cervantes recibió la Extremaunción el 19 de abril y murió cuatro días después. Tenía 69 años. “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, que había terminado en febrero de ese año de su muerte y que él subtitula “Una historia septentrional”, fue publicada en 1617, pero nunca obtuvo el éxito del Quijote. Lee, Mariengracia, el final de este bello prólogo de un moribundo:
-“¡Adiós gracias, adiós donaires, adiós regocijados amigos; que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida!”.
Nos quedamos callados. Al cabo de ese silencio, el padre Nicanor abrió la velada: -Ahora sí. Oigamos esta no muy leída novela bizantina de Cervantes.