Columnistas

Hilos tensionados

01 de julio de 2022

Todo comenzó de una manera sutil. Un dato aquí, una visita allá, la búsqueda de un objeto o la compra de un capricho. Poco a poco, como se forma una duna con cada grano de arena que se va acumulando en el desierto. O como esas personas que se nos meten en la piel sin darnos cuenta y de las que al pasar el tiempo ya es imposible borrar su aroma. Así es como se llega al principio de esta historia de entrega, por un lado, y alienación, por el otro.

La entrega fue de información y se basó en la confianza y la obediencia. En un país de la magnitud de China y con un sistema estatal en el que prima lo colectivo frente a lo individual y en el que no se tiene claridad sobre lo que significa la vida privada de un ciudadano. Con el fin de controlar los contagios de covid, cada persona cedió inocentemente sus datos personales y a cambio el gobierno se comprometió a evitar que la pandemia se extendiera, concediendo unos permisos de circulación que llegan directamente al celular y que utilizan códigos como los de un semáforo —verde, amarillo y rojo— que permiten moverse de un sitio a otro dependiendo de si la persona está o no contagiada.

Según se lee en los medios, la estrategia no termina de funcionar, pero, en cambio, ha resultado ideal para permearse en la vida de los ciudadanos y acallar cualquier intento de protesta que pueda surgir en una comunidad. Así ocurrió en días pasados, cuando casi medio millón de personas de la provincia de Henan intentó protestar por lo que parece el robo de sus ahorros por parte de un banco cuyo accionista mayoritario se ha dado a la fuga tras ser investigado a causa de graves delitos financieros.

Pues ahora resulta que los códigos QR de salud de estos ahorradores se fueron poniendo en rojo sin estar enfermos o sin haber entrado en contacto con ningún positivo. Con esto se les impide salir a sacar dinero, desplazarse a otras zonas, utilizar medios de transporte público o simplemente salir a la calle, así que ni modo de juntarse y protestar.

A pesar del escándalo y de que grupos de derechos humanos ya habían denunciado la represión de disidentes con este mismo método, las autoridades locales se apoderaron de la herramienta de salud pública con fines políticos. Debido a la presión ciudadana se realizó una investigación y se sancionó ligeramente a algunos funcionarios, algo totalmente insuficiente, por supuesto.

Lo que ha quedado patente es el grado de penetración y manipulación que pueden tener los representantes del Estado en aquello que todos entendemos como vida privada. Y así, despacio, con lentitud y persistencia, como quien no quiere la cosa, nos van invadiendo la vida. Cedemos parcelas que creemos propias con cada dato que entregamos, depositamos nuestra confianza en otros con una ingenuidad pasmosa y creemos que es posible recuperar el espacio perdido. Pero en esta inmensa red que hemos tejido, hay muchos que ya comienzan a sentir la tensión de los hilos