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Incels, del rechazo al crimen

Soledad, miedo, resentimiento y odio hacia las mujeres que les “niegan” lo que consideran un derecho. Jóvenes del siglo XXI perdidos en una masculinidad tóxica y unidos por una extraña creencia de que son víctimas.

12 de marzo de 2023

Experimentar el rechazo es una sensación desagradable, no se puede negar. ¿Pero qué lleva a que hombres sanos, educados y privilegiados se aglutinen en una especie de cofradía de internet, un movimiento internauta mundial, que promueve la misoginia a niveles nunca imaginados? Eso es lo que intenta explicar un libro que se acaba de publicar en español bajo el título de Los hombres que odian a las mujeres, escrito por la periodista británica Laura Bates. Para ello se infiltró en el mundo de los incels (abreviatura en inglés de involuntary celibate) o célibes involuntarios, un grupo organizado en comunidades virtuales que surgió en el mundo anglosajón y que hoy se ha extendido por Europa y América Latina para culpar a las mujeres de todos los males del universo.

Es el típico fenómeno de lavado de cerebro pero con la amplificación y multiplicación que ofrecen las redes sociales. Su visión tergiversada del mundo no ofrece un pensamiento nuevo, pero sí lo es la forma como se extiende. Así que no es un grupito de raros. Lamentablemente son decenas de miles unidos por el odio y la idea de que las relaciones afectivas y sexuales con las mujeres están fuera de su alcance, bien sea por su físico, por alguna enfermedad que padecen o por su nivel socioeconómico. Pensamientos deterministas en los que no hay espacio ni para análisis complejos ni para matices. Sus videos tienen cientos de millones de visitas, se consideran víctimas e incitan a cometer masacres. Un dato espeluznante que denuncia Bates: cada 29 minutos se habla de violaciones en estos foros, es decir, terrorismo misógino en estado puro.

Lo impresionante es que ya llevan dos décadas propagando estas ideas, tienen su propio lenguaje clasista, xenófobo y violento, y hasta miembros a los que consideran mártires. De entre ellos, veneran y aplauden a Elliot Rodger, autor de una masacre ocurrida en el campus de la Universidad de California en 2014, quien dejó un manifiesto póstumo titulado Mi retorcido mundo que es adorado por la gran mayoría de miembros de esta subcultura desgraciada. En el libro, Bates dice que el peor momento de su investigación lo vivió mientras asistía a conversaciones online tras una masacre. Verlos jactarse del daño que habían hecho a una niña hizo que Bates, periodista de The Guardian, apagara el computador y llorara.

Frente a la incapacidad de las autoridades para controlar estos grupos, las propias familias de los miembros, cuando lo descubren, se sienten desesperadas. Ver cómo esta especie de secta los absorbe es aterrador. Y lo que en el mundo real tendría consecuencias serias, en las redes se convierte en un refugio para la impunidad donde decir salvajadas, como no es en persona, aparentemente no conlleva responsabilidades.

Soledad, miedo, resentimiento y odio hacia las mujeres que les “niegan” lo que consideran un derecho. Parece que estuviéramos hablando de otras épocas o de culturas primitivas que no tienen las herramientas mentales necesarias para interactuar con el otro género. Pero no, son jóvenes del siglo XXI perdidos en una masculinidad tóxica y unidos por una extraña creencia de que son víctimas de las mujeres. Uno de estos incels se autodefinió con una frase perturbadora: “Soy sólo un extra dentro de mi propia vida”. Nunca mejor expresada la crisis de valores que afrontamos.