Indigno
Las agencias y los medios lo registraron, las redes sociales dieron cuenta de ello, en La Habana sucedió un hecho al que cada quien asignó un adjetivo distinto, las voces críticas brillaron por su ausencia, obvio, la marca es uno de los grandes anunciantes del mundo del lujo.
Chanel es quizás la más famosa de las marcas de moda, una de las grandes virtudes de su fundadora, Gabriel “Coco” Chanel, fue su capacidad para leer e interpretar los signos de su época. Ella tomó del guardarropa de su amante prendas que hizo femeninas y que emulaban el confort y la modernidad masculina, creó el famoso vestido negro de coctel, construyó su lenguaje sobre códigos deportivos y románticos, sentó las bases del vestuario femenino contemporáneo y en los años 20 creó el Chanel No 5, una de las fragancias más vendidas de la historia; durante la Segunda Guerra Mundial trabajó para los alemanes, se retiró y regresó a la moda en los años 50, murió en 1971. Desde 1983 Karl Lagerfeld, apodado el Káiser, diseña las colecciones de Chanel.
A pesar de propender por la novedad y la obsolescencia, la moda es reacia al cambio y aún sueña con dictar estéticas y tiranizar individuos, algunos de sus códigos permanecen inamovibles, uno de ellos es el desfile, que poco se ha transformado desde sus orígenes. Los más de 600 invitados que la poderosa casa Chanel trasladó a La Habana fueron testigos de ello.
Anticipándose a lo que vendrá para Cuba (la aburrida homogenización global), la marca se apropió de un escenario que solo usó como telón de fondo y decorado para su puesta en escena, los referentes a la estética de la isla no iban más allá de lo evidente, el lenguaje denotaba un desconocimiento y una falta de rigor investigativo acerca del lugar y su cultura, obvio, el Káiser conoció La Habana apenas tres días antes del desfile, en las notas el diseñador hablaba de la Cuba prerrevolucionaria como inspiración (cuando el país era el gran burdel del mundo), la calle, recién lustrada para la ocasión, sirvió solo para las imágenes que inmortalizó la prensa, pocas veces el lujo fue tan perverso y humilló de manera tan directa a un pueblo carente de libertades y con otras ideas de consumo. Nos han “descubierto” de nuevo, la mirada eurocentrista hace del otro una rara avis, ya vinieron por aquí, usaron el lugar y le mostraron la novedad al mundo... ya “vista”, la olvidarán y que venga la siguiente.
Moral, decoro y ética son tres palabras desconocidas por el Káiser y sus perversos invasores. Condenados a presenciar el desfile tras las rejas o separados por autos antiguos, que la marca lustró para las celebridades internacionales, estaban el pueblo y las estrellas cubanas. El espectáculo resultó estéticamente hermoso, y efectivo como herramienta de mercadeo, pero moralmente ofensivo con un lugar que carece de mucho, pero no de dignidad y cultura .