Inolvidable
Somos, si se quiere, una página en blanco, al menos deberíamos intentar que una última por escribir nos habitase. Hemos escrito miles, hemos añadido a nuestra vida y lo hacemos cada día una nueva página, navegamos por ellas, nos desplazamos a través de las frases que vamos construyendo, que sin cesar borramos, armamos y resignificamos una a una, transcribimos, traducimos o llenamos cada espacio, las letras caen como lluvia incesante para ensamblar las frases que dan sentido a nuestra existencia, a veces subrayo líneas o párrafos enteros que transforman o acentúan lo que he sido, arranco, arrugo o despedazo aquello que me duele ... en eso pienso mientras veo a los niños con los ojos vendados que habitan un espacio en el que un lector y unos sonidos los conducen a través de un mundo de terror, siento envidia, vienen de escuelas y colegios, están en la Fiesta del libro.
Suben, bajan, corren, se apiñan alrededor de docentes y guías, los convoca la lectura, ingreso con muchos de ellos a una choza, que es maloca, cueva, casa o refugio, me relajo, me concentro y la curiosidad me permite descubrir otros modos de habitar la lectura, en otros espacios del recorrido se construyen personajes, se aprende de hierbas, se entiende de monstruos y criaturas fantásticas, se mira un cielo que me enseña que hay mundos más allá del mío, mientras tanto los adultos deambulamos por ahí, nos detenemos a curiosear libros y a conversar con editores, libreros, escritores, intelectuales o vendedores de sueños, al fin y al cabo creo que eso es quien se dedica a ese bello oficio. Recorro México, país invitado, la popular Frida me observa inerte desde un estante, sus artistas me esperan, me devoro su cultura, que también ingresa por mi boca, su gastronomía presente en la fiesta me recuerda lo que es su historia prehispánica.
Me detengo, sobre todo, a mirar el trabajo de las editoriales independientes y las universitarias, hay por ahí auténticas joyas que sorprenden siempre, pero no todo es alegría, me dice un amigo librero: “se agradece la fiesta, nos va muy bien, pero nos roban mucho”, pienso en los ríos humanos y la imposibilidad de controlar tantas manos que deslizan y atraen hacia sí libros y letras. Es cierto que la fiesta se hace para lectores y se debe a literatos y escritores, pero también es importante repensar espacios, distribuciones y lugares, para que este evento gigantesco no se convierta en paisaje. Un museo sin sede, nos habla con nuestras historias sobre la importancia de la memoria (tema de esta fiesta), en este país amnésico, hace un calor tan asfixiante como las historias que describen textos e imágenes tan infinitos como los horrores vividos, quisiera dejar de trabajar para poder asistir a tantas conversaciones y encuentros, para así seguir reescribiendo cada una de las páginas de esta vida ya vivida y aún por escribir, es inútil, tomo el metro y, como dice el tango, vuelvo al sur.
Antes de salir, recibo en mis manos una Ilustración hermosa y conmovedora que me recuerda que aún hay mucho por narrar, dos personajes se funden en un abrazo, sobre sus cabezas se lee: Venezolano rima con hermano. Es un día inolvidable.