Columnistas

Juventud, jovenismo y gerontocidio

27 de agosto de 2021

Lo confieso. En este mes de agosto, mes del llamado adulto mayor (es decir, de nosotros los ancianos, los viejos, para dejar de lado los eufemismos), he estado leyendo el libro del filósofo francés Robert Redeker titulado Bienaventurada vejez. Mejor el título en francés: Bienheureuse vieillesse (advierto que la versión española de la edición es excelente), porque en español, a mi parecer, el adjetivo bienaventurado tiene cierta carga religiosa, devocional, que puede desorientar de entrada. No es feliz la vejez en el mundo actual, como bien lo analiza Redeker. Más bien sabe a purgatorio, sino es que suscita sinsabores de infierno en tono menor. O en tono mayor.

La obra, cuya primera edición francesa es de 2015, y de 2017 (Bogotá) la primera española, me la encontré inesperadamente en una librería-café en El Retiro, donde entré a escamparme de uno de esos legendarios aguaceros de tierra fría. Es un bello ejemplar de la colección Luna Libros del Fondo de Cultura Económica. Valgan los detalles, porque un buen libro es como uno de aquellos encuentros adolescentes (y de adolescentes habla también el escritor francés) que hacen parte de las historias de amor de uno cuando era muchacho, cuando era joven, para usar la palabra que da origen al vocablo jovenismo, el neologismo que aparece en la obra y en el título de esta columna.

Creo que, en la práctica, y casi sin que nos hayamos dado cuenta, el jovenismo se ha introducido en Colombia más de lo que creemos. Pero como es un tema largo, del que tendremos que hablar en varias columnas (si Dios nos da vida, aunque no ya juventud), para plantear el status questionis (y el latinajo es solo para no disimular las canas) permítaseme transcribir apartes del preámbulo del libro.

“Por increíble que parezca, la vejez está en peligro. Este peligro no proviene de la naturaleza, de la muerte, que pone fin a cualquier existencia y reduce a polvo cualquier vida, sino de la cultura, del complejo ideológico que domina a la sociedades occidentales. Dos líneas de fuerza determinan esta maraña ideológica: el jovenismo y el utilitarismo económico. La vejez está en peligro de muerte, está en peligro de gerontocidio”.

Es el primer párrafo del libro. Y continúa: “Nietzsche se equivocó de inquietud: nuestro mundo no se convirtió en lo que él tanto temía, el pesado mundo de los niños de cabello gris, sino en lo contrario: el del olvidadizo y eufórico, el atolondrado y festivo mundo de los viejos con rostro de muñecos. Según el autor de Zaratustra: «La cultura histórica es también, en realidad, una especie de encanecimiento innato, y aquellos que llevan en sí este signo desde la infancia llegan a creer instintivamente en la vejez de la humanidad»”