Columnistas

Música celestial

30 de agosto de 2017

Mientras el proceso de paz oscila entre las chambonadas jurídicas del Gobierno y el inventario caricaturesco de bienes de las Farc –que debilita más la credibilidad del acuerdo habanero– la economía nacional sigue marchitándose.

Por eso son válidas las cavilaciones del exministro de Hacienda, Rudolf Hommes, cuando escribe en El Tiempo que el panorama económico es “inquietante”, debido a que “la economía no crece adecuadamente”. Agrega que “la situación fiscal es muy preocupante”, lo que hará “muy difícil, quizá imposible, atender las necesidades que emanan del posconflicto”.

¿Cómo estará de preocupante todo esto que hasta el presidente Santos ha dicho que no va a haber dineros suficientes para reparar a las víctimas, máxime cuando las mismas Farc –principales victimarios del conflicto– pasan unas listas bufonescas de bienes, que monetizados no darían para cumplir el compromiso de indemnizar a todas sus víctimas.

La intranquilidad aumenta a medida que el gobierno va destapando sus cartas y sus presupuestos. Calcula que el costo del posconflicto será de 130 billones de pesos repartidos en 15 años de vigencia. Es decir, cerca de 9 billones de pesos al año. Con el agravante de que el proyecto de presupuesto para la próxima vigencia apenas incorporó 2,3 billones. Queda un faltante de cerca de 7 billones de pesos. Y eso que estamos en el arranque.

¿Con qué recursos va a financiar esos faltantes? ¿Acaso con más impuestos? ¿Con más deuda? ¿Cree que con la ayuda internacional, de por sí cicatera, tapará los huecos? ¿Archivará la regla fiscal, la que considera una camisa de fuerza que no lo dejará gastar, como lo ha hecho, en derroche?

Ampliar la deuda no es tan fácil. No solo por su actual cuantía, sino porque los fondos de capital extranjero ya no tienen confianza para adquirir los TES. Han reducido su demanda. Y estos son los recursos que en buena parte utiliza el Estado para financiar sus gastos e inversiones. Aquellos Fondos están nerviosos, no solo por la coyuntura fiscal interna, sino por las amenazas que hay de que las agencias calificadoras de riesgos degraden al país. Situación susceptible de ensombrecerse más con las franciscanas proyecciones del crecimiento del Pib para este año que, según el Emisor, a duras penas estaría por los lados del 1,6 %.

El panorama económico sigue entoldado. Según la Superintendencia Financiera, la cartera morosa subió en más del 41 % en este primer semestre del año. La sola comercial llegó al 60 %. La de consumo, que mide el comportamiento de las familias que mercan y sufren en carne propia la cascada de impuestos y del Iva, se incrementó en un 30 %. Las obligaciones impagadas de los colombianos superan los 18 billones. ¿Por qué no paga la gente? ¿Habrá una filosofía del No pago? ¿Esa morosidad se debe a un empobrecimiento? ¿Será la danza de un consumismo desenfrenado?

Tienen razón, entonces, los analistas serios y responsables en estar preocupados por la economía. Solo el gobierno sigue confinado en su torre de marfil creyendo que la única música que hoy suena, es la celestial.