“¡Oh Moda!”
Pobre de la moda, bendita la moda, al vestirnos, cada uno la asume e interpreta a su antojo, así, resolvemos y construimos una identidad que nos reafirma, comunica y distingue con y frente a los demás, lo que nos permite ser distintos, para “integrarme a mis iguales”. Quizás por cercana y cotidiana, la sentimos, y opinamos de ella, algunos con conocimiento. La moda, también ha ayudado a construir un imaginario de ciudad, que ofende o llena de orgullo, según como se mire.
Todos los números de un evento como el que acaba de vivir Medellín son enormes, ojalá sean ciertos, por fortuna parecen crecer año a año. Ya alguna vez nos dijeron que el sector iba a ser de clase mundial, ¿lo recuerda?, no lo logramos, también nos sugirieron (solo por una temporada) que fuéramos ecológicos, parece que el frenesí no duró mucho, y se nos advirtió de la tecnología, pero solo fue un cartel. En este carnaval que se escenifica alrededor de la moda todos desean bailar, sobre todo curiosos y desinformados. Hemos transformado anatomías y por ende autoestimas y a pocos parece importarles, la ingeniería que hemos aplicado en el patrón de los pantalones femeninos obra efectos quirúrgicos sobre las caderas de las latinoamericanas, la élite del sistema lo ignora; los números no engañan, nuestra industria de trajes de baño y ropa interior parece leer las formas femeninas mejor que casi todas, pero a los espectadores, encandilados por oropel y silicona, les ha seducido más el continente que el contenido, provocar es el negocio. La moda crece y se nutre, llegan talentos que se usan y desechan, que se olvidan, que se explotan y que dispuestos a hacerse notar, lo sacrifican todo por el ego. Tantas pequeñas empresas inviables que los medios engrandecen y tantos importantes industriales que se desconocen, para qué estudiar, si el lucir la moda me convierte en autoridad (creen algunos).
Tanta palabrería que poco contribuye a la construcción de lo que se empeñan en llamar sistema moda, tanta información vana de una industria centenaria que genera miles de empleos, tantos nombres de técnicas, marcas o diseñadores mal dichos, que afectan a quien vive de su nombre, que también es su marca; tantos adjetivos que solo califican para adular, tantos profesionales ignorados y tanto desconocedor que pretende informar o que apenas balbucea el lenguaje de la moda y es convidado de honor. Tanto temor a la crítica, tanto asumirla como ofensa personal; tú me alabas, yo te mimo, tú me cuestionas? yo te desaparezco de la escena, vetar es la estrategia.
Tanta tela desperdiciada, Tanta costura mal hecha, cuantos cuerpos enfermos, tanta exhibición barata, tanta selfie para el archivo de la nada, pero sobre todo, cuantas estéticas sin ética. Bien lo dijo don Tomás Carrasquilla “¡Oh Moda!”.