Renuncias
Esto me dijo el otro día el chico que me transportaba, “salí desplazado de Concordia cuando apenas tenía siete años, llegué a Medellín y a esa edad ya tenía que trabajar para comer, entonces estudiaba y trabajaba y los profesores solo me exigían exámenes, no tareas, ellos entendían mi situación”, “estudiaba en el Sena, también trabajé en un banco, paré hace un semestre, pero sabe una cosa: prefiero estar aquí manejando este carro; allá en el banco me sentía maltratado, cualquiera por ocupar una posición más alta y ganar más que yo, te hace sentir mal e inferior, no debería haber jefes, sino líderes, pero muy poca gente es líder, se aprende de muy pocos, por eso me fui, para ser feliz y sentirme libre”.
Me contaba una antigua compañera de trabajo, “renuncié porque descubrí que lo corporativo no es lo mío, no estoy dispuesta a venderle mi alma a una multinacional, me voy a construir un proyecto de vida más modesto desde lo económico, pero personal. Estoy dando clases y claro, ganó menos dinero, pero tengo tiempo para mí, y para pensar en lo que realmente quiero hacer hacia el futuro”.
La otra noche decía un chef amigo “trabajé en grandes restaurantes, pero preferí seguir mi sueño. Ayudamos con semillas a los campesinos a los que compramos las verduras, tratamos de adquirir peces obtenidos con pesca artesanal y vegetales orgánicos, no compramos animales en peligro de supervivencia, tratamos de usar la mayor parte del animal, creemos en el comercio justo y en mejorar la cadena de suministro a través de alianzas con el agricultor, cocinar me hace feliz”.
Muy lejos de aquí, en París, una pequeña revolución se vive en el mundo de la moda, un importante puesto ha quedado vacante, un talentoso diseñador belga llamado Raf Simons (nombre que seguramente no dice nada a muchos) ha abandonado su reputada posición como director creativo de Christian Dior, quizás la más prestigiosa casa de modas francesa después de Chanel. Simons, de 47 años, lo ha conseguido casi todo, reconocimiento, admiración y dinero, pero le faltaba algo en esa espiral loca de producción de novedades en el que se ha convertido la moda, le faltaba tiempo... tiempo para sus cosas personales y para dedicarse más a su pequeña marca masculina. El mensaje es simple y poderoso, se trata de renunciar a lo que no produce bienestar real y priorizar lo realmente importante en una sociedad en la que según Jeremy Rifkin entre 1995 y 2002 la economía mundial perdió 22 millones de empleos pero la producción aumentó 30 %.
Nos han hecho creer que la felicidad la produce la abundancia material, cada uno de estos personajes me hace reflexionar acerca de la dimensión de la felicidad individual y de la importancia de las renuncias, leí por ahí: “para qué amasar fortuna si la muerte es gratuita”.