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“Resurge, Antioquia, y mira al mar”

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18 de junio de 2016

Después de forcejos y reticencias, el pasado miércoles se dio comienzo al proyecto de construcción del túnel de El Toyo, noventa años después del inicio de la construcción de la Carretera al Mar, que tuvo lugar exactamente el 1 de junio de 1926. Así se recordó en la crónica publicada en EL COLOMBIANO, titulada “Un siglo de búsqueda antioqueña para salir al mar”, escrita por Víctor Andrés Álvarez (El Colombiano, 12 de junio, pág. 2). En ella, al lado de los grandes animadores y gestores de la obra (Gonzalo Mejía, Jesús Tobón Quintero, Fernando Gómez Martínez) se mencionó también al Prefecto Apostólico de Urabá, el misionero carmelita español José Joaquín Arteaga, quien dio el primer azadonazo o piquetazo ahí, al frente de la Escuela de Minas, en Robledo, donde arrancó la nunca bien terminada vía. Recuerdo haber leído u oído que el pico utilizado por monseñor Arteaga se conservó en un sencillo monumento de cemento en ese sitio hasta que un día desapareció sin más. ¿Dónde estará?

Monseñor Arteaga fue alma y nervio de la idea de la vía al mar. Con todo, apenas pudo saborear el comienzo del gran sueño, porque murió minado por la enfermedad poco tiempo después en Frontino, sede de la Prefectura.

Su recuerdo está ligado a la Carretera al Mar. Y siendo, como era, un gran orador, amén de no mal poeta, fueron famosos su discursos en pro de la realización de la hazaña de dar salida al mar a nuestro departamento montañero. De hecho, merece destacarse la “Magna Alocución sobre la carretera al mar”, que pronunció el Prefecto de Urabá en un balcón del centro de Medellín, por esos días de 1926.

Dice el misionero: “Necesita el pueblo antioqueño concentrar la vida del departamento en Medellín, que es cerebro y corazón, y lanzarla íntegra, como un torrente, por esa gran arteria que desemboca en el mar... Con la salida directa al mar se abre no ya un horizonte, sino un mundo de grandeza para el departamento”. Sueña el prelado carmelita con la que él llama “¡la marina mercante de Antioquia: “¡Que la bandera de Antioquia se pasee entre grímpolas y gallardetes tricolores, bordeando las costas que descubrió Colón, y avanzando por el norte, atraviese victoriosa los grandes mares”.

Y al recibir la tarjeta de oro de la Junta Propulsora de la Carretera al Mar, en su última intervención antes de viajar ya carcomido por la fiebre a Frontino, lanzaba un compendio final de sueños y utopías: “Resurge, Antioquia, y baja al mar, para que te engrandezcas con el contacto de sus olas, participes en el banquete de la civilización mundial, tiendas tus brazos a otras naciones, cooperando así a la fraternidad universal, e inicies una era de prosperidad que te agradecerán tus descendientes”.

Al arrancar el proyecto del túnel de El Toyo bien vale la pena recordar esas palabras que, como las de todos los visionarios, tienen el sabor salobre de agua de mar que tienen los sueños inconclusos