Columnistas

Una pieza de museo

22 de agosto de 2018

En su momento, aceptó de buena gana Carlos Villa Navarro, la propuesta que le hicimos para que cediera a título de comodato al museo Juan del Corral, de Santa Fe de Antioquia, la banda presidencial de su tatarabuelo, Mariano Ospina Rodríguez.

Como motivación especial le expusimos a Carlos la vinculación, por vía del dolor, del expresidente Ospina a nuestra ciudad, habida cuenta de que en las aguas del río Cauca que cruzan por nuestro pequeño valle, se ahogaron dos de sus hijas en plena edad primaveral. ¡Y qué más cerca podía estar el padre de las huellas de sus hijas, y sus descendientes del recuerdo de los tres, si no era con este testimonio consagrado en un sitio especial del museo! Al morir hace poco el amigo Carlos, su viuda, Gloria Londoño, supo honrar su palabra.

El acto de entrega de retrato y banda presidencial fue sobrio. Juan Manuel del Corral -alma, vida y nervio del museo- hizo en cortas palabras una afortunada síntesis de Ospina Rodríguez. Del hombre que siempre vivió en medio de vicisitudes. Subiendo y bajando permanentemente por la cresta de la ola política.

También en esa jornada, se entregaron al Museo, el cuadro de Uribe Uribe pintado por el genial maestro Cano y cartas y documentos manuscritos por esa misionera excepcional que fue la Madre Laura, ambas donaciones de un hombre cívico como pocos, Alonso Monsalve.

A Ospina Rodríguez se le conoce como conspirador contra el Libertador y como presidente de la República. Apoyó al general José María Córdoba en la rebelión contra Bolívar. Perseguido, tuvo que refugiarse en las montañas de Antioquia. Más tarde sería gobernador de este departamento, el cual se convirtió en su nueva tierra. Dejó a la historia dos presidentes más, a su hijo Pedro Nel Ospina, y a su nieto, Mariano Ospina Pérez.

En 1849 asistió al Congreso en el cual se eligió a José Hilario López, presidente. Allí conoció a dos antioqueños, salidos de Santa Fe, José María Martínez Pardo y Juan Antonio Pardo. Este último sería más tarde su secretario de Relaciones Exteriores, hoy canciller.

En 1857 ganó la Presidencia al derrotar a Tomás Cipriano de Mosquera y a Manuel Murillo Toro. Aquel no lo olvidaría, para cobrársela más tarde, con intereses de usura. Antes de Ospina terminar el periodo, Mosquera le declaró la guerra.

Derrotado, Ospina Rodríguez emprendió una nueva fuga hacia Antioquia. Fue detenido antes de llegar a la montaña paisa. Sentenciado a muerte por Mosquera, se le conmutó el castigo por la prisión en Cartagena. Se le confinó en las bóvedas de Bocachica. Se fugó de la mazmorra y viajó a Guatemala. Allí cultivó café e importó su técnica a los cultivos antioqueños. En 1871, diez años después de su dimisión forzado por el triunfo de Mosquera, regresó a Medellín, en donde moriría gozando al fin de la libertad que por tanto tiempo se le negó.

Hoy toda esta historia, como la tragedia de sus hijas descrita por la mano del poeta Vives Guerra, la recuerda el visitante que mire el cuadro y la banda que ocupan un lugar importante en el museo, bello relicario de Santa Fe de Antioquia.