Columnistas

Una tilde, una hache

31 de diciembre de 2016

Fui a desearles el año nuevo al padre Nicanor y la prima Mariengracia. Lo encontré a él, solo, sentado en la vieja mecedora de mimbre. Se balanceaba, como un péndulo de reloj que marcara el tiempo. O la eternidad.

-Felicidades, tío, para este año que empieza.

-Una vez más te repito que la felicidad, si existe, no es de futuro. Ni tampoco de pasado. La felicidad, si existe, se da siempre en un presente; más aún, es casi un simple instante. Un éxtasis místico, lo digo desde mi ladera religiosa, es lo más cercano a la felicidad, ya que es una experiencia que se vive fuera del tiempo, en un instantáneo arrancamiento del cuerpo y del espacio.

-Que igual experiencia sería un orgasmo, pienso yo, desde mi ladera humana. Pero, padre, usted por qué, al hablar de felicidad, insiste en usar el modo condicional. Por qué no mejor le ponemos una tilde a ese “si” condicionante. Quedaría entonces: “la felicidad sí existe”. Y todos tan contentos.

-O todos tan tristes, muchacho. En el fondo, la felicidad no existe. La anhelamos, la buscamos, luchamos por ella y cuando cerramos el puño para atraparla, agarramos viento. Es mejor en condicional. Al menos queda el consuelo del escepticismo que, como alguien dijo, es la castidad del pensamiento.

-Curioso que una simple tilde le dé vuelta a un concepto, a una afirmación. Porque felicidad, padre, sí hay.

-Una tilde, una letra que ni siquiera suena, como la hache, o un signo de interrogación, pueden cambiarlo todo. No es lo mismo “hay”, del verbo haber en afirmativo, o “¿hay?” en interrogativo, o la interjección “¡ay!”, con signos de admiración.

-Usted quiere decir que ...

-Quiero decir que no es lo mismo decir “hay Dios”, que puede ser un acto de fe, que exclamar “¡ay, Dios¡”, insinuando una tormenta interior o un clamor sin eco, o interrogarse ¿hay Dios?, cuando brota la duda, la incredulidad.

-Curioso, tío. O mejor, tío curioso, para seguir enredados en la arenilla gramatical. En qué quedamos: Hay felicidad; ¿hay felicidad?; ¡ay, felicidad!

-Puras chocheras mías. Y resulta también curioso que a la postre, felicidad y Dios se hayan juntado.

-Por algo será..

-La búsqueda de la felicidad acaba siendo una frustración si se acomete sin un sentido de trascendencia.

-¿Trascendencia? Y eso con qué se come.

-Tú y tus impertinencias. Pues aguántate el final de mi sermón. Trascender, para no meterle mucha metafísica o teología a la cosa, es aceptar cosas muy simples. Como que lo importante es ser y no poseer; que hay que aceptar las limitaciones; que hay que ser fieles a la vida, a la historia.

-¿Y todas esas filosofías caben en una tilde, en una hache, en un signo de interrogación?

-Pues sí. Que esa felicidad, que sí existe, sea la que nos deseemos hoy, 31 de diciembre. Feliz Año Nuevo.