Veneno
Según toxipedia.org, “la enfermedad de Minamata se denomina así porque la ciudad de Minamata, Japón, fue el centro de un brote de envenenamiento por metilmercurio en la década de los años 50. En 1956, el año en que se detectó el brote, murieron 46 personas.
Entre 1953 y 1965 se contabilizaron 111 víctimas y más de 400 casos con problemas neurológicos. Madres que no presentaban ningún síntoma dieron a luz niños gravemente afectados.
En 1968, el gobierno japonés anunció oficialmente que la causa de la enfermedad era la ingestión de pescado y de marisco contaminado de mercurio provocado por los vertidos de la empresa petroquímica Chisso. Se calcula que entre 1932 y 1968, año en que cambió el proceso de síntesis por otro menos contaminante, se vertieron a la bahía 81 toneladas de mercurio.
En el año 2001 se habían diagnosticado 2.955 casos de la enfermedad de Minamata. De ellos, 2.265 habían vivido en la costa del Mar de Yatsushiro”.
El tratado de Minamata se firmó en 2013 y busca obligar a los países a suspender las emisiones de mercurio; pero no hay por qué preocuparse, dicen los cínicos de siempre, que por aquí abundan, algunos de los que amasan fortunas y prestigio a costa de flexibilizarlo todo. Esos “industriales” le dicen al Estado que la solución es sencilla ... consiste en elevar aún más el nivel admisible de mercurio en los alimentos, “estamos sobre regulados en esa materia”, nos dicen, no importa, aun en cantidades mayores no hace daño, pretenden hacernos creer. Total, comemos poco atún, apenas somos el quinto consumidor de América Latina, 6,4 latas al año son muy poco; según su lógica perversa: ¿qué daño nos puede hacer un poco más de mercurio? parecen ignorar que la FDA y la EPA en Estados Unidos quieran reducir el límite permitido de 1 mg/K a 0,58 mg/K, el nuestro también está en 1 mg/K.
Pero el de los enlatados parece ser un problema menor, el mercurio corre y se expande por nuestra geografía como si fuese agua, él ya se encuentra presente en el ecosistema marino, pero el que nos afecta proviene especialmente de la contaminación ambiental y de la minería ilegal. En Antioquia somos vergonzosos líderes en ambos frentes, al mar va a parar casi todo, el mar es depósito y despensa, es la casa de mucho de lo que pescamos, de él hemos hecho una gran cloaca, algo parecido le sucede al río, al bosque y al aire, nos gusta envenenarlo todo, pero no solo con mercurio. Lo dijo El Tiempo esta semana, Antioquia es el mayor emisor de gases de efecto invernadero del país, es responsable de la emisión de 22,94 millones de toneladas de dióxido de carbono, gracias “al procesamiento de alimentos, bebidas y tabaco en el sector manufacturero; al uso de combustibles en transporte terrestre; la remoción de leña y carbono de los bosques, así como los desechos del ganado bovino”. De malos aires sabemos los que habitamos este valle.
“Todo es veneno, dependiendo de la dosis”, aseguró Paracelso, la dosis nuestra al parecer no cabe en una lata.