Ya
Colombia no se vive, se padece. La vigilia, las marchas, el campamento, las mortajas, cada uno de esos actos y cada gesto de las dos últimas semanas encienden la esperanza, pero aumentan la desazón ... ¿cesará la horrible noche?
Estamos en manos de la vanidad y el ego de algunos, del fanatismo, la soberbia, el cinismo y la desmesura, nos parecemos a nosotros mismos, somos el retrato vivo de la mezquindad, nos hicieron desprovistos de grandeza, estamos predestinados a vivir en un lugar llamado limbo, lo nuestro es la zozobra, aún pretenden dominarnos unos señores feudales que quieren convertirse en el centro del acuerdo, esos que hacen de la estratificación de la mentira su estrategia. Quién ha de decirnos ahora cuando es que la película del posacuerdo habrá llegado a su fin, quién será el que determine el final de este acuerdo que convirtieron en campo de batalla, quién decidirá nuestro futuro, ¿prevalecerá la sensatez? ... como ha ocurrido tantas veces, volvimos a depender de los mismos, esos que anteponen el yo al nosotros, queremos un arreglo sensato y posible pero lo exigimos de inmediato, el tiempo se confabula en contra nuestra ... en el país de los desencuentros y de las voces disonantes que gritan al unísono, cada cual tiene su propia interpretación de los hechos, nacimos peleados y así parece que nos quieren perpetuar algunos, ya lo dijo por ahí en un bolero Andrea Echeverri: “malo si sí, malo si no, ni preguntes”.
Se siente angustia y temor, o al menos eso siento, reflexiono y me pregunto si los “vencedores” serán capaces de despojarse de tantas cosas para demostrarnos su grandeza, será que entienden que esta barbarie no puede ser eterna, será que logran imaginarse un país sin más ausentes, será que somos capaces de construir un territorio donde podamos encontrarnos, donde podamos actuar como uno colectivo, no pretendo ni creo en mundos perfectos, solamente anhelo un lugar posible; ya pertenecí a las juventudes galanistas y esa ilusión fue asesinada en Soacha, sobreviví en el Medellín de Pablo Escobar a las bombas que estallaban cerca, a las esquirlas que caían como confeti, a los asesinatos de alumnos que amé, a los secuestros de amigos y a los pretendidos toques de queda de ese señor que se creyó dueño de nuestro destino, superé masacres de uno y otro lado, vi caer la justicia y a muchos inocentes, soy un sobreviviente del no futuro, por eso y por más, me quedé aquí y aquí espero morirme, aunque no sea de viejo.
Después de tanta desazón, me pregunto, por qué nos cuesta tolerarnos, odiarte parece ser nuestra razón de ser, odiarte me hace feliz dicen algunos, y qué tal si permitimos que nos habiten la sensibilidad y la sensatez, qué tal si superamos la vanidad y el ego y los que deciden, asumen su responsabilidad frente a la historia y a nosotros como colectivo, así podríamos dejar de padecernos para empezar a construir un mañana posible.