Ciencia

¿Qué esconde la biodiversidad cavernícola de Colombia?

En una reciente expedición del Instituto Humboldt y de expertos nacionales e internacionales a una zona remota del Caquetá se recolectaron diferentes especies cavernícolas a través de las cuales se podrán describir esos ecosistemas.

Periodista de medio ambiente de EL COLOMBIANO. En sus ratos libres se dedica a la lectura, al quehacer dibujístico y a la maternidad de gatos.

01 de julio de 2023

En la historia de Colombia nadie había visitado las cuevas cuarcíticas del Tepuy Yarí, ubicadas en el Amazonas, porque para llegar hasta allí, la travesía requería más que la simple planeación de una excursión. Requería tiempo, encuentros con la comunidad más próxima y expertos, siempre y cuando, claro, la movilización estuviera pensada con objetivos académicos.

Por ejemplo, el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt localizó esta área que hace parte del Escudo Guayanés, una de las formaciones geológicas más antiguas del mundo con afloramientos en Colombia, Venezuela, Brasil y las Guayanas; en conjunto con La Venta Esplorazioni Geografiche, una organización italiana diestra en expediciones espeleológicas en áreas de difícil acceso en todo el mundo, que fue quien puso los recursos para hacer posible su investigación. ¿Con qué fin? Con el fin de reunir esfuerzos y trabajar con las comunidades indígenas de Araracuara, en particular al Resguardo Indígena Monochoa, y lograr acceder a ese ecosistema.

Sin embargo, el proceso fue increíblemente largo —recuerda constantemente Carlos Lasso mientras cuenta la historia, ya que además de ser investigador del Centro de colecciones y gestión de especies del mismo instituto, fue quien encabezó esta búsqueda—, porque empezó previo a la pandemia, cuando junto a Dan Straley, su compañero de la Sociedad Espeleológica Norteamericana, Lasso contactó al doctor Francesco Sauro, que es el presidente de La Venta, y logró articular una asociación estratégica para intentar llegar hasta ese lugar.

Así que en el 2019 un grupo conformado por cuatro personas integrantes de esa asociación llegaron hasta Caquetá para entrar en contacto con la comunidad indígena dominante de la región, o sea, el Resguardo Indígena Monochoa, puesto que las cuevas del Tepuy Yarí a las que quería acceder son parte de su territorio, aunque ni ellos mismos las conocían.

En ese primer momento se reunieron con las autoridades, con los líderes y con la comunidad en general para explicarles la importancia del estudio que pretendían desarrollar, y ya con su visto bueno aprovecharon para hacer un recorrido aéreo, a baja altura, para comparar las patentes y las fotografías que habían encontrado y examinado previamente, y de esa manera saber en qué lugares buscar las cavernas que desde ese momento consideraban de un potencial grandísimo en cuanto a su diversidad.

—Después de tomar las coordenadas, llegó la pandemia, y solo hasta el 2022 pudimos hacer otro recorrido, que fue un recorrido bastante importante porque fuimos un grupo más grande a construir y educar al equipo científico local. De ahí se hizo una avanzada con el grupo, con las coordenadas y con la información que habíamos conseguido hasta ese momento, y nos quedamos pendientes de la aprobación final —continúa relatando Lasso.

Una vez esa aprobación fue dada, en febrero del 2023, un equipo selecto —de 12 personas, seis indígenas capacitados y conocedores de las tierras, y seis científicos—, por cuestiones de seguridad, de logística, y de formación, emprendieron un viaje subterráneo, de difícil acceso y de tres días de distancia, en el que se apoyaron mutuamente y en el que intercambiaron saberes, pues los integrantes del resguardo compartieron sus puntos de vista, su cosmogonía alrededor de las cavernas y de la vida; mientras que los académicos les compartían explicaciones desde la perspectiva científica.

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—Eso fue muy interesante porque construimos una relación que hoy todavía perdura en ese lugar de tan difícil acceso que está a tres días del resguardo y al que se llega en embarcación y luego caminando algunos tramos con 25 kilos de equipos, comida y todo lo necesario para el desplazamiento.

¿De qué están hechas las cuevas cuarcíticas del Tepuy Yarí?

Según explican en el capítulo Biodiversidad cavernícola de Colombia, del Reporte Bio, que estuvo a cargo de Yaneth Muñoz-Saba, de la Universidad Nacional de Colombia, y el mismo Carlos Lasso, “de acuerdo a su ubicación actual y su origen, las cuevas y cavernas se clasifican como terrestres y acuáticas. Las cuevas asociadas con el agua pueden ser euhalinas, anquihalinas o salobres, que presentan una mezcla de aguas de mar y agua dulce y limnéticas, que son cuevas de agua dulce y están inundadas, total o parcialmente”.

Mientas que —detallan en el reporte—, a partir de los procesos de tipo geológico se registran sistemas subterráneos como:

1. Karst, que son aquellos relieves que incluyen cuevas producidas por la disolución de rocas mediante aguas naturales, y que, dado que las calizas y mármoles ocupan amplias extensiones del territorio nacional, los relieves kársticos son las más abundantes y comunes en toda la región andina.

2. Pseudokarst, “que son las geoformas que surgen debido a la destrucción del cementante y debilitamiento de los contactos grano-grano y subsiguiente remoción por agua de los granos sueltos como ocurre en las areniscas cuarzosas. Este fenómeno es característico de las formaciones geológicas y rocosas del Escudo Guayanés”, como es el caso de la serranía de Chiribiquete, serranía de La Lindosa, sierra de La Macarena y de la Formación Araracuara, en donde se ubican las cuevas cuarcíticas del Tepuy Yarí precisamente.

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3. Sufusión, que se refiere a la producción de túneles y cavernas subterráneas por la acción erosiva de las aguas de infiltración sobre sedimentos y rocas débilmente consolidados y de granulometría heterogénea.

4. Antropogénicas, que son las cuevas formadas por la acción humana tales como los túneles, cavernas o cámaras de enterramiento, por nombrar algunas.

5. Y otras causales, entre las que se incluyen los glaciares y los tubos de lava.

No obstante, ninguna de ellas representa sistemas cerrados, al contrario, representa ecosistemas frágiles con relaciones de mutualismo, entre la fauna que las habita y la biota —fauna y flora— externa.

¿Qué tipo de información recolectaron?

A la fecha en Colombia se han registrado más de 360 geoformas asociadas con los sistemas subterráneos, escriben en el Reporte Bio, aunque el estimado potencial de los especialistas supera el millar, lo que convierte al país en uno de los más diversos en Suramérica desde el punto de vista geológico y espeleológico, y que se ve reflejada también en la cantidad de especies allí presentes al menos en “21 clases, 86 órdenes, 117 familias, 107 géneros y 79 especies y 32 morfoespecies”.

—Lo que hicimos en este estudio fue recolectar fauna allí presente, que es una fauna muy particular y exclusiva por su clasificación ecológica, que puede vivir todo el tiempo dentro de la caverna y nunca sale, o que puede entrar y salir para completar su ciclo de vida. Ahora bien, desde el punto de vista biológico trabajar con todos estos grupos es bastante complejo, porque se hace a una velocidad muy alta porque solo teníamos allí cuatro días. Entonces, yo estuve trabajando con dos guías indígenas que me ayudaron mucho en esa clasificación de la fauna terrestre que vive alrededor de esas cavernas, y después, como la cueva tenía un río subterráneo, estudiamos la fauna acuática y aplicamos una metodología de ADN ambiental, para comprender cómo son y han sido las relaciones ecosistémicas que se dan en ese tipo de ambientes —narra Lasso.

Los organismos cavernícolas o de hábitos subterráneos se clasifican desde el punto de vista ecológico en asociados, los cuales habitan, anidan y descansan generalmente en las paredes externas de las cuevas porque sólo las utilizan para su protección y alimento o entran accidentalmente pero no dependen de éstas. Los troglófilos o cavernícolas facultativos, que son animales de la superficie, que utilizan las cuevas como refugio o fuente de alimento, puede ser de forma ocasional o permanente.

Los trogloxenos o cavernícolas ocasionales, que completan su ciclo de vida en el medio subterráneo, pero necesitan regresar periódicamente a la superficie por el alimento. Los troglobios o cavernícolas obligados, especies restringidas al medio subterráneo, que dependen totalmente de las cuevas donde desarrollan todo su ciclo de vida, en general con adaptaciones morfológicas y de coloración. Así pues, dentro de los hallazgos de la expedición los espeleólogos identificaron especies endémicas que podrían ser nuevas.

—En fauna terrestre cavernícola, se encontraron arañas látigo (amblipígidos), arañas clásicas, opiliones, dípteros varios (moscas y mosquitos) y grillos (probablemente troglobios o cavernícolas facultativos). En fauna acuática se hallaron dos especies de peces que tienen población dentro y fuera de la cueva. Una de ellas es un pequeño pez eléctrico del género Gymnotus, comúnmente conocido como caloche o cuchillo, que podría ser una especie nueva; y la otra es un pez del género Erythrinus, grupo hermano de los comúnmente conocidos dormilones o guabinas”. Además, recolectamos muestras de la estigobiota acuática (organismos microscópicos que viven en las aguas subterráneas) y de guano (excremento de murciélagos y guácharos), donde hay muchos organismos microscópicos asociados.

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En la actualidad, y después de haber hecho un proceso clásico de identificación de órdenes, familias o géneros, las muestras recolectadas están siendo analizadas por expertos de diferentes universidades. Los invertebrados y los insectos los están estudiando los profesores Miguel Gutiérrez y Cristian Granados de la Universidad de La Guajira, que son especialistas en esos grupos. Carlos Lasso está trabajando, de la mano de la profesora Marta Campos de la Universidad Nacional, con los peces, camarones y crustáceos. Y el biólogo Henry Gallo, de la Universidad del Bosque, está estudiando los organismos microscópicos que sacaron del agua. Un trabajo en red que, si bien ya lleva varios meses en proceso, requerirá varios más antes de arrojar resultados concluyentes.

—Los ecosistemas subterráneos son únicos y totalmente diferentes a los ecosistemas terrestres que estamos acostumbrados a ver como las lagunas, las playas, los páramos o los ríos del Amazonas, porque son muy especializados y frágiles puesto que se están viendo amenazados por la contaminación de las fuentes de agua, el turismo incontrolado y la explotación minera de material pétreo. Entonces se deben crear planes de conservación debido a su importancia patrimonial y biológica, y a los servicios ecosistémicos claves que le brindan a la humanidad y que se pueden ejemplificar con el tema de los murciélagos que son depredadores de insectos —plagas si las poblaciones no se controlan—, y que también son dispersores de semillas, y si no se conserva su hábitat la especie desaparece. ¿Cómo se crean esos planes de conservación? Partiendo de este tipo de estudios que nosotros estamos haciendo y que esperamos continúen en otros lugares de Colombia —concluye el investigador del Instituto Humboldt.