Tendencias

El aislamiento social sí influye en el cerebro de los adolescentes, según estudio

Esta investigación, publicada en la revista Cerebral Cortex, hace parte de un estudio de varias fases que busca comprender cómo la soledad puede transformar el cerebro de los adolescentes.

hace 2 horas

Utilizando imágenes cerebrales y datos conductuales, la División de Medicina de Adolescentes y Adultos Jóvenes del Hospital Infantil de Boston, Estados Unidos, ha descubierto que los adolescentes socialmente retraídos o que prefieren estar solos con frecuencia presentan diferencias mensurables en la estructura y función cerebral. Estos resultados se publican en la revista especializada Cerebral Cortex.

Lea: Prevención del suicidio juvenil: cómo crear ambientes protectores para niños y adolescentes

La adolescencia es un período de reorientación social: un cambio de un mundo centrado en los padres y la familia a uno moldeado por los compañeros, la escuela y redes sociales más amplias. Esta expansión es crucial para un desarrollo saludable, pero también aumenta la susceptibilidad a los factores de estrés social. Cuando estos factores llevan a los jóvenes al aislamiento –prefiriendo la soledad con más frecuencia que la conexión–, el propio cerebro puede verse alterado.

En este estudio, Caterina Stamoulis y sus colaboradores del Hospital Infantil de Boston se propusieron identificar los correlatos cerebrales del aislamiento social en la adolescencia, un riesgo particularmente relevante durante este período de desarrollo. Para explorar esto, el equipo recurrió al estudio sobre el Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente (ABCD), en los cuales contaron con un grupo de 11.880 jóvenes, a quienes se les realizó un seguimiento en 21 centros estadounidenses mediante neuroimagen profunda, mediciones conductuales y ambientales. El equipo analizó datos de resonancia magnética y resonancia magnética funcional de casi 3.000 adolescentes cuyos padres habían informado sobre el comportamiento social de sus hijos, incluyendo si tendían a aislarse o preferían estar solos.

“El estudio ABCD es único porque es el único que utiliza neuroimagen profunda para medir la actividad cerebral tanto estructural como funcional”, comenta Stamoulis. “También toma muestras del entorno juvenil y mide el comportamiento social, la salud mental, etc.”.

Stamoulis señala que, si bien los hallazgos en sí no fueron inesperados, los detalles ofrecieron nuevas perspectivas importantes. Los adolescentes socialmente retraídos mostraron diferencias estructurales en las regiones cerebrales que sustentan el procesamiento social y emocional, incluyendo las zonas de la ínsula y la corteza cingulada anterior. Funcionalmente, sus redes cerebrales también mostraron conexiones más débiles y mayor fragilidad en los circuitos que sustentan las conductas sociales y la toma de decisiones. Estas diferencias no se limitaron a una sola región, sino que se extendieron a múltiples redes que sustentan la función cognitiva en diferentes dominios, lo que amplifica su posible impacto.

“Confirmamos que el aislamiento social afecta no solo las áreas cerebrales que sustentan la función social, sino también otros procesos”, explica Stamoulis. “Su asociación con circuitos cerebrales generalizados sugiere que el aislamiento social puede aumentar el riesgo de problemas de salud mental”.

Para los profesionales clínicos, estos hallazgos conllevan varias implicaciones. Un cierto grado de soledad es normal, e incluso esencial, durante la adolescencia. Sin embargo, en el contexto de estos cambios cerebrales, los patrones de retraimiento persistente merecen una mayor atención. Los profesionales clínicos están en una posición privilegiada para ayudar a las familias a comprender lo que está en juego. “Es fundamental educar a las familias mostrándoles lo que sucede en el cerebro de sus hijos”, apunta Stamoulis.

Al detectar la abstinencia de manera temprana y enmarcarla en términos de impacto cerebral mensurable, los médicos pueden ayudar a las familias a reconocer los riesgos antes, abriendo la puerta a estrategias que pueden proteger la salud mental y fomentar la resiliencia.

Le puede interesar: Los 20 son los nuevos 40: los jóvenes son cada vez más infelices, dice estudio

Este proyecto fue solo el primer paso para comprender cómo el aislamiento social moldea el cerebro adolescente. Dado que el estudio ABCD está diseñado para realizar imágenes de seguimiento cada dos años, Stamoulis y sus colaboradoes ahora pueden rastrear cómo evolucionan esos patrones a medida que los niños se desarrollan. “Ahora podemos empezar a ver una tendencia temporal en cómo se desarrolla el cerebro y compararlo con aquellos niños que no tienen estas preferencias o comportamientos”, dice Stamoulis.

La siguiente fase de la investigación evaluará si la soledad persistente deja una huella duradera y en qué medida el reconocimiento y el apoyo tempranos pueden alterar esa trayectoria. Mediante el seguimiento de estos adolescentes a lo largo del tiempo, Stamoulis y sus colegas esperan obtener una visión más clara de cómo el aislamiento social moldea el cerebro y, en última instancia, cómo ese conocimiento puede fundamentar intervenciones más tempranas y eficaces.