Colombia ya tiene sus propias curvas de cintura-talla para medir la obesidad abdominal
Esto, gracias al grupo de investigadores de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia, que desarrolló las primeras curvas colombianas de cintura-talla, una herramienta más precisa que el IMC para identificar la obesidad abdominal y los riesgos cardiometabólicos asociados.
Periodista de medio ambiente. He trabajado en medios como El Mundo (España), El Espectador, Cromos, Arcadia y Canal Trece.
En Colombia, más de la mitad de los adultos vive con exceso de peso, pero el indicador más usado para identificar esa condición —el índice de masa corporal (IMC)— ofrece una lectura incompleta, pues clasifica el peso según la estatura, pero no distingue cuánta de esa masa corresponde a músculo o a grasa, ni dónde se acumula. Y es precisamente la grasa abdominal —la que rodea los órganos, inflamatoria y silenciosa— la que más riesgo cardiometabólico genera. Por eso, desde hace más de una década, el índice cintura-talla (ICT) empezó a ganar terreno en el mundo como una medición más precisa.
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Hasta ahora, en Colombia se usaban referencias extranjeras para interpretar el ICT, con puntos de corte creados a partir de poblaciones europeas o estadounidenses. Pero esas tablas no reflejan la diversidad étnica y corporal del país, y podían sobrediagnosticar o subdiagnosticar el riesgo real. Para corregir ese vacío, investigadores de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia desarrollaron las primeras curvas colombianas del índice cintura-talla, publicadas en Biomédica a partir del análisis de 23.759 adultos con IMC normal incluidos en la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia (ENSIN) 2015.
El resultado es una herramienta que permite evaluar con mayor precisión cómo cambia la proporción entre cintura y estatura según sexo y edad y que alerta sobre riesgos que el IMC no detecta. En mujeres, por ejemplo, la acumulación de grasa abdominal aparece antes, influenciada por factores como los embarazos y la baja lactancia materna exclusiva.
Para comprender el alcance del estudio y sus implicaciones clínicas, El Colombiano habló con la autora principal del estudio, María Victoria Benjumea.
¿Por qué era necesario construir curvas propias del índice cintura-talla para Colombia y qué limitaciones tenían las referencias internacionales?
“Porque la población colombiana es multiétnica y muy diversa. Lo que se diseña en Estados Unidos o Europa no necesariamente refleja nuestro comportamiento corporal. Cuando aplicábamos los puntos de corte y curvas hechas en otros países, el riesgo de enfermedad salía exageradamente alto o demasiado bajo; no captaba bien nuestra realidad.
Además, Colombia tiene datos nacionales sólidos de la ENSIN 2015. Eso nos permitió, junto con Cristian Santa y Alejandro Estrada, construir curvas basadas en adultos aparentemente sanos y con IMC normal, que es como deben diseñarse estas herramientas.
También hay un límite claro del IMC: no te dice dónde está la grasa. Una persona puede tener un IMC alto porque es muy musculosa y no tener riesgo. En cambio, la grasa abdominal sí se relaciona directamente con enfermedades crónicas. Al comparar estudios, vimos que el índice cintura-talla era mucho más robusto estadísticamente para predecir riesgo y mortalidad. Por eso decidimos construir curvas con datos colombianos”.
¿Cómo se aplica esta herramienta en la práctica médica?
“El médico o nutricionista debe seguir tres pasos:
1. Tomar peso y talla de forma correcta, sin zapatos ni objetos pesados.
2. Medir la cintura en centímetros.
3. Dividir la cintura entre la talla para obtener el índice cintura-talla.
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A nivel internacional se plantea que la cintura debería ser la mitad de la talla —menos de 0,50 en hombres y 0,49 en mujeres—, pero no sabíamos si ese valor era aplicable a Colombia. El índice cintura-talla permite detectar obesidad abdominal, que es la más peligrosa porque genera inflamación crónica.
Además, The Lancet propuso en 2025 combinar IMC con cintura o con índice cintura-talla para diferenciar obesidad preclínica de obesidad clínica. Esa recomendación llegó después de nuestro estudio, pero respalda completamente su uso”.
¿Cuáles fueron los hallazgos más relevantes sobre cómo cambia la relación cintura-talla en hombres y mujeres al envejecer?
“Las curvas muestran diferencias claras desde edades tempranas. Las mujeres acumulan grasa abdominal más pronto que los hombres. Los embarazos cambian la composición corporal y, cuando no hay lactancia materna exclusiva por seis meses —que en Colombia es muy baja—, cada embarazo puede dejar un exceso de alrededor de cinco kilos según estudios previos.
Entre los 18 y los 30 años ya se ven curvas distintas: las mujeres aumentan antes la obesidad abdominal; los hombres se demoran más. Es decir, ser mujer implica riesgos metabólicos más tempranos”.
¿Qué significa para una persona adulta estar por encima de ciertos percentiles del índice cintura-talla? ¿Qué riesgos revela que el IMC no detecta?
“Para adultos de 18 a 59 años, planteamos que lo adecuado es estar entre los percentiles 25 y 75 de la curva correspondiente a su edad y sexo.
– Por debajo de P25: está bien.
– Entre P25 y P75: rango saludable.
– Por encima de P75: alerta.
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Si una persona está por encima del percentil 75, el médico debe pedir perfil lipídico y glucemia para descartar síndrome metabólico, que es el paso previo a la enfermedad cardiovascular. El índice cintura-talla detecta riesgos que el IMC no capta porque el IMC no distingue dónde está la grasa”.
¿Cómo deberían usar los médicos estas nuevas curvas y qué implicaciones tienen para el diagnóstico temprano en el país?
“Permiten detectar riesgo mucho más rápido. El IMC deja por fuera a muchos adultos que parecen sanos, pero ya tienen inflamación silenciosa. Con las curvas, el médico puede identificar riesgo cardiometabólico antes de que aparezca la enfermedad y remitir al internista.
Hay muchos pacientes que “se pierden” en el sistema porque el IMC no muestra nada anormal. Estas curvas ayudan a que no queden por fuera del seguimiento”.