Fracasan en Ginebra las negociaciones de la Onu para un tratado contra la contaminación por plásticos
La quinta ronda de conversaciones del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-5.2) terminó en un punto muerto luego de nueve días de debate y más de quince horas de sesión final, en medio de profundas divisiones sobre si el tratado debía abarcar todo el ciclo de vida de los plásticos o limitarse a la gestión de residuos.
Periodista de medio ambiente. He trabajado en medios como El Mundo (España), El Espectador, Cromos, Arcadia y Canal Trece.
Las esperanzas de concretar un tratado global que ponga fin a la contaminación por plásticos volvieron a frustrarse en Ginebra, pues tras nueve días de intensas conversaciones y una sesión final que se prolongó más de quince horas, los delegados de 175 países concluyeron sin acuerdo la quinta ronda de negociaciones del Comité Intergubernamental de la Onu (INC-5.2).
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Durante la plenaria de clausura, celebrada el 15 de agosto, la mayoría de países rechazó el borrador presentado por el presidente de las negociaciones, el diplomático ecuatoriano Luis Vayas Valdivieso, al considerarlo insuficiente por no reflejar el alcance del mandato original de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), es decir, abordar todo el ciclo de vida de los plásticos.
“Nos entristece profundamente informar que no tendremos un tratado para acabar con la contaminación por plásticos aquí en Ginebra”, reconoció Andreas Bjelland Eriksen, ministro de Clima y Medio Ambiente de Noruega, en nombre de la Coalición de Gran Ambición.
Países enfrentados y bloqueos estratégicos
La división entre los bloques de negociación fue evidente. De un lado, más de 100 países, encabezados por la Unión Europea, Noruega, Francia y diversas naciones del Sur Global, defendieron un texto jurídicamente vinculante que limitara la producción de nuevos plásticos, prohibiera los productos más dañinos y estableciera mecanismos de financiamiento. Del otro, un pequeño grupo de “países afines”, conformado por Irán, Rusia, Arabia Saudita y al que en esta ronda se sumó Estados Unidos, bloqueó los avances al rechazar cualquier disposición que redujera la fabricación de plásticos a nivel global.
La Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen, admitió las dificultades del proceso: “El multilateralismo nunca es fácil, y conseguir un tratado en dos o tres años nunca se ha hecho”. Pero la tensión se intensificó en la maratónica sesión de cierre, que comenzó de madrugada y se prolongó más de 15 horas, reflejando la imposibilidad de superar posiciones enquistadas.
Francia fue una de las delegaciones más críticas. La ministra de Transición Ecológica, Agnès Pannier-Runacher, señaló que “un puñado de países, guiados por intereses financieros de corto plazo, bloqueó un tratado ambicioso”. Y advirtió que, de no cambiar el rumbo, la producción mundial de plásticos podría triplicarse hacia 2060, con graves consecuencias ambientales y sanitarias. “El plástico mata. Contamina los océanos, los suelos y nuestros cuerpos. Es una bomba de tiempo para la salud”, dijo la funcionaria en un discurso cargado de indignación.
Los países insulares del Pacífico, representados por Fiyi y Tuvalu, expresaron su frustración por el estancamiento, y recordaron que, pese a haber viajado largas distancias, no se avanzó en medidas concretas para quienes están en primera línea de la crisis plástica. “Cada retraso significa más hogares y vidas en riesgo”, alertó Senimili Nakora, directora de Medio Ambiente de Fiyi.
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Por su parte, el Grupo Africano de Negociadores, a través de Ghana, insistió en que cualquier tratado debe ir acompañado de compromisos claros de financiamiento, sin los cuales no será posible implementar soluciones a escala. “África no inició esta crisis, pero puede contribuir a terminarla si se garantiza justicia ambiental y recursos adecuados”, planteó la delegación.
En contraste, países como Perú y Panamá reafirmaron su voluntad de seguir adelante en futuras rondas. Lima destacó la urgencia de un acuerdo que impida que los plásticos sigan contaminando mares, ríos y montañas, mientras que Ciudad de Panamá pidió reglas más claras y transparentes para que las próximas sesiones no repitan el mismo bloqueo.
La presión de la sociedad civil y la ciencia
La reacción de la sociedad civil fue igualmente contundente. El Centro Internacional de Derecho Ambiental (CIEL) calificó el resultado de “fracaso absoluto” y acusó a ciertos gobiernos de asistir a Ginebra con el único objetivo de frenar cualquier avance. La Alianza Global para Alternativas a la Incineración (GAIA) afirmó que “ningún tratado es mejor que un mal tratado” y denunció un proceso caótico y poco transparente que favoreció a los países menos ambiciosos.
Desde Greenpeace, Graham Forbes, jefe de la delegación global, aseguró que la incapacidad de llegar a un acuerdo debe ser una “llamada de atención para el mundo” y recordó que el fin de la contaminación plástica pasa por enfrentar directamente a los intereses de la industria petroquímica. “No es momento de titubear, sino de tener coraje y perseverancia”, subrayó.
La Coalición de Científicos por un Tratado Eficaz sobre los Plásticos también rechazó el borrador, al considerarlo incapaz de cumplir el mandato de la UNEA, y advirtió que los negociadores no lograron incluir disposiciones esenciales como límites sostenibles a la producción, medidas de salud y obligaciones sobre todo el ciclo de vida del plástico. “Un pequeño grupo de países negó la evidencia científica, pero la gran mayoría la reconoció”, indicó la coalición, que se comprometió a seguir respaldando con datos independientes las próximas fases.
Lo cierto es que el fracaso de Ginebra refleja tanto la urgencia del problema como la fragilidad del consenso internacional, debido a que, mientras los océanos y los suelos reciben millones de toneladas de plásticos cada año, los negociadores aún no consiguen un marco global que regule desde la extracción de materias primas hasta la gestión de residuos.
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Y en ese sentido, la advertencia final de Francia resume el desafío pendiente: si nada cambia, la producción de plásticos seguirá en aumento con consecuencias irreversibles para la salud y el medioambiente; y aunque la presión de los países más ambiciosos, de la ciencia y de la sociedad civil busca evitarlo, el camino hacia un tratado global efectivo sigue abierto y cuesta arriba.