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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Canturreando secretos. La obra reciente de Laura Mejía-Posada
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Canturreando secretos. La obra reciente de Laura Mejía-Posada

Luz Imelda Ramírez | Publicado

Laura Mejía es una artista ágil, versátil, delicada, su figura me recuerda a las mariposas. Es sabia en su juventud y aguda e incisiva en sus intervenciones. Se me parece a los tigres que dibuja. Es música e ilustradora de formación, escribe poemas y dibuja siempre como una forma de vivir y lo hace con una fascinante soltura y maestría. Para su trabajo artístico hace uso de diversas técnicas y formatos. Un poema suyo (del libro que prepara para publicar —un secreto que me permitió revelar—) se refiere a sus apodos: los amigos la llaman “ratona”, “pajarito”, “hormiguita” o “alacrán”, y ella se pregunta por qué la llaman con nombres tan “silvestres”. Se me ocurre a mí que, como los animales, ella es atenta, sigilosa y juguetona y comparte con ellos algo de aquello que llaman “salvaje”, más cercano a lo “que no tiene palabras”.

Canturreando secretos. La obra reciente de Laura Mejía-Posada

En ese inter-reino —en el que las palabras son insuficientes, a veces mudas o aparecen levemente sugeridas en el juego con la imagen, con las cosas sencillas o con el rastro que deja entrelíneas su poesía— resuena el misterio de vivir y de morir; los secretos del cuerpo que se revelan de maneras asombrosas y que, a veces, la racionalidad de la vida los acalla y, también, las formas ocultas o manifiestas del deseo, del amor y de los intercambios con otros, con sus escollos y desconsuelos.

Laura dialoga o “canturrea” junto a esas huellas de silencios resonantes, en su aparente insignificancia, en su camino al olvido o a ese gran submundo de los deshechos. Sus conversaciones surgen en los rincones más íntimos de su vida y de su cotidianidad y son también, la voz dulce de nostalgias, duelos o recuerdos; son memorias.

En su trabajo de 2021, “Partiré canturriando mi poema más triste”, mientras Laura canta estrofas del bolero “Cuando ya no me quieras”, de los Cuates Castilla (empieza cantando: Partiré canturreando mi poema más triste...) las imágenes nos van revelando pequeños objetos que durante varios años sustrajo de las casas de sus amantes: un sacapuntas, un borrador desgastado, varios ganchos, papeles, una piedrita, y cosas cuya presencia podría pasar inadvertida. Sus “juegos secretos”, como dice ella, son una especie de ritual solitario que le permite, al “dejar mi huellita”, “sentir alivio” y “hacerme notar”; algo así como una huella invertida, al sustraer algo de un espacio por el que ella debía pasar sin dejar rastros, al mismo tiempo que reconocía los objetos que dejaba la presencia de “las otras”. Así lo cuenta en un poema: Estoy donde empecé / mirándome en pelota en tus espejos, /buscando qué robar / en esta casa grande /y desconocida / que me cierra las puertas y me dice: /Aunque estés adentro /te has quedado afuera. En ese trabajo, las cosas reflejan la intimidad de una realidad humana, y lo hacen, como dice Nicolas Bourriaud, “a veces más que los mismísimos humanos”.

Canturreando secretos. La obra reciente de Laura Mejía-Posada

En la serie “No sé qué sobró de cada cosa”, expuesta como parte de las obras que recibieron mención en la convocatoria del programa Nuevos talentos en el arte, de la Cámara de Comercio, Laura aisló frases de los chats que tenía con sus amigos en WhatsApp (frases como “Tantas cosas hermosas que están antes de lo malo que le ves al amor”) y fotografías que guardaba en su celular. Al separarlas, les dio una lejanía, una distancia que les permitió resonar y diferenciarse de ese magma de registros de la pura instantaneidad. Al hacerlo, también se dio cuenta de lo bellas que eran, y pensó: “Uy qué linda frase acabas de escribir”, es que “uno está escribiendo poemas sin darse cuenta”. Las pensó también, como “palabras o imágenes abandonadas”: es que “son tantas”, dice, “que se van volviendo como un bulto”. Transpuso esas frases e imágenes al formato postal que tiene una duración más parecida al recuerdo, y las puso a conversar. En ese dialogo, surgió un nuevo espacio poético y de significación, como recordándonos que la belleza también brota en nuestra vida corriente, en la más cercana y distraída.

Canturreando secretos. La obra reciente de Laura Mejía-Posada

“¿Qué pasa con las palabras abandonadas, con los poemas rotos que escribimos y nadie responde?”, se pregunta Laura. Sus mensajes, que parecen pequeñas confesiones, aunque no lleguen al destinatario imaginado, los podemos acoger a través del arte y nos hacen interlocutores de sus secretos, pues, por más cifrados que parezcan, sabemos que hacen parte de un juego y terminan por interpelarnos en su belleza y por dejarnos expuestos, también, en nuestra propia fragilidad.

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