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En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Una ventana al vacío
  • Esta es la galaxia Rueda de Carro ubicada en la constelación de Sculptor, acompañada de otras dos galaxias más pequeñas con un telón de fondo de muchas otras galaxias. Se publicó este 2 de agosto de 2022. Foto: Nasa.
    Esta es la galaxia Rueda de Carro ubicada en la constelación de Sculptor, acompañada de otras dos galaxias más pequeñas con un telón de fondo de muchas otras galaxias. Se publicó este 2 de agosto de 2022. Foto: Nasa.

Una ventana al vacío

Publicado

Iván Darío Gómez Castaño*

Mirar al cielo es asistir a una comunión universal. La historia de la humanidad ha transcurrido bajo la custodia del impávido universo. Es ante su frío y oscuro abismo que hemos blandecido para confesar en silencio nuestra soledad. Desde tiempos remotos hemos comulgado con el cielo, esperando que nuestros susurros se instalen en la eternidad que habitan las estrellas. Confiando que en el silencio del espacio confluyen todas nuestras miradas, esperamos una respuesta o señal para menguar la angustia que se desprende de nuestra ardua existencia. Con profunda dedicación hemos observado al cielo para tratar de encontrar secretas respuestas a nuestras más existenciales preguntas: ¿qué somos?, ¿de dónde venimos? Desde el principio hemos creído que en las dinámicas incesantes del cosmos se encuentra escrito el destino de la humanidad.

El tiempo fue permitiendo que los avances de la tecnología sirvieran para instrumentalizar la observación celeste, dando paso a los primeros avistamientos astronómicos de Galileo, que aunque bastante borrosos, sirvieron para deconstruir el mito y ubicar al universo como el campo de investigación científica por excelencia. Observar el firmamento no era algo nuevo, fue su tecnificación la que dividió en dos su estudio, pues el alcance visual que ofrecían los primeros observatorios estaba atada a la agudeza de nuestros desnudos ojos. El telescopio permitió dar imagen a lo que vagamente lográbamos percibir al mirar el vacío del espacio; expandió nuestra capacidad de observación, agregando nuevos cuerpos astronómicos al creciente catálogo de fenómenos celestes que venían siendo registrados desde los albores de la historia humana. Su poder permitió la construcción de evidencias que han servido, a manera de espada de Damocles, para validar los modelos físicos que describen la estructura y comportamiento del universo, siendo el mismo cielo y su exploración la que ha permitido validar las diferentes aproximaciones teóricas que han emergido desde Pitágoras hasta Hubble, pasando por Kepler, Newton y Einstein. El telescopio rompió con la visión animista del cielo y creó el clima perfecto para que las ciencias del espacio comenzaran su imparable avance. El telescopio, un delicado pero simple arreglo de espejos y lentes resultó siendo nuestra ventana al universo y sus secretos. Esta ventana no solo nos permite maravillarnos ante los inconmensurables fenómenos que habitan la bóveda celeste, también nutre nuestra curiosidad por conocer la historia misma de la materia que compone las primeras galaxias que nacieron después del Big Ban: el momento mismo donde la materia y el tiempo comenzaron su incesante danza.

El Hubble fue hasta hace un par de meses el mejor telescopio. Suspendido en órbita alrededor del planeta tierra, captó las imágenes más icónicas y profundas del universo, siendo el insumo para descubrir y mapear una parte importante del espacio que hoy conocemos. Para relevarlo llegó el James Webb, un espejo en forma de colmena que mide 6.5 mts2 protegido por un escudo solar del tamaño de una cancha de microfutbol. Su alcance nos permitirá ver objetos que se encuentran a 13.6 billones de años luz, lo más cercano que podremos estar del nacimiento del cosmos. Para lograr mejorar las capacidades de su antecesor el Hubble, se creo un sistema de aislamiento y enfriamiento que mantiene al James Webb cerca al cero absoluto. Su frigidez permite captar espacios del espectro electromagnético que se encuentran en el infrarrojo, franja donde emiten las estrellas y galaxias más antiguas. Pero tal vez su capacidad más relevante tiene que ver con el estudio espectroscópico de objetos celestes distantes, aproximación indispensable para estudiar la composición química de galaxias, estrellas y sistemas solares. Se facilitará el rastreo de agua en el espacio, elemento clave para encontrar exoplanetas que cuenten con las condiciones óptimas para posibilitar la emergencia de la vida.

La primera imagen que conocimos del James Webb corresponde al cúmulo de galaxias SMACS 0723, un retrato del universo como era hace 13.1 billones de años. El azul pálido de las galaxias maduras se mezcla con la intensidad de las galaxias rojas y sus estrellas jóvenes. Es posible que hoy algunas de esas galaxias rojas estén pasando a azules, mientras algunas azules tal vez se han ido calcificando en el tiempo. Y he aquí lo maravilloso de este nuevo telescopio, que su arreglo de espejos nos permitirá ver nuestro cosmos en el pasado visible más remoto, rescatando imágenes que van más allá de nuestra historia como especie, planeta y sistema solar. Este nuevo espejo hace parte de la eterna comunión que hemos sostenido con el espacio y es nuestra mejor aproximación para conocerlo, no obstante, es tan solo una pequeña abertura insignificante ante su vacío inconmensurable. El universo nos ignora y continuará con su insaciable expansión, nosotros tan solo nos retraemos ante su majestuosa belleza y frialdad. Somos menos que motas de polvo ante la historia del espacio sideral, eventos menores y esporádicos. Tal como lo dice Beth Gibbons parafraseando el evangelio de Judas: “Estrellas fugaces, para quienes está reservada la oscuridad eterna de las tinieblas”.

*Académico. Interesado en la vida, su desarrollo y niveles de organización.

$!Esta es la galaxia Rueda de Carro ubicada en la constelación de Sculptor, acompañada de otras dos galaxias más pequeñas con un telón de fondo de muchas otras galaxias. Se publicó este 2 de agosto de 2022. Foto: Nasa.
Esta es la galaxia Rueda de Carro ubicada en la constelación de Sculptor, acompañada de otras dos galaxias más pequeñas con un telón de fondo de muchas otras galaxias. Se publicó este 2 de agosto de 2022. Foto: Nasa.
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