La magia de un libro empieza con una semilla y termina en las puntas de los dedos que pasan la última página. Desde la producción del papel, hasta la publicación, pasando por el demandante proceso de la creación literaria, los libros están llenos de historias en forma y fondo. Por ejemplo, la mezcla de los químicos del papel, la tinta y el pegamento son los responsables de provocar en el lector una sensación placentera apenas toma un nuevo volumen y lo acerca a la nariz. El olor tiene variaciones, dependiendo de la antigüedad del libro, los más viejos huelen diferente por la degradación de ciertos productos que forman el papel, como la lignina, un biopolímero natural, que no se pierde por completo en el proceso de convertir la madera en papel. Estos restos de sustancias que quedan, con el paso del tiempo y la exposición al oxígeno y la humedad, van degradando los libros. A medida que la tecnología ha cambiado, también ha cambiado el olor.
En el Taller Talante hay amor por las cosas bien hechas, de ahí que mezclen tecnología y arte para crear libros dignos de adornar las bibliotecas, incluso los museos, pues suelen trabajar con artistas plásticos. Su proceso inicia con la llegada del papel, que necesariamente es importado, “porque el producido localmente es poco y se lo llevan otras industrias”, explica Yeison Cañaveral, ingeniero de materiales. La producción nacional se hace en el Valle del Cauca, a partir de las fibras de la caña de azúcar. En los últimos años, otro sustrato que plantea alternativas más ecológicas es el cáñamo, que todavía no se usa para esos fines en Colombia, pero cuyo cultivo es más eficiente en el uso de recursos naturales porque crece más rápido.
