Se suele pensar que el universo es un solo espacio donde están todas las galaxias, y también es posible que este que habitamos sea uno de muchos. Puede haber multitud de universos paralelos, cada uno con varias galaxias similares a la nuestra, que surgen sin parar en un gran campo de energía lleno de explosiones masivas, big bangs aquí y allá. Puede haber otros planetas similares a la Tierra en otras dimensiones, seres parecidos a los humanos o incluso doppeltgängers, término alemán para denominar a un doble. Estos son los multiversos y sus posibilidades, aún muy lejanos para que la capacidad humana pueda confirmar o descartar su existencia, mucho menos para darles una mirada, salvo en las películas.
Si bien puede haber estos mundos simultáneos en el espacio exterior, en la Tierra hay otras realidades construidas por los humanos, con sus leyes y desarrollos. Universos dentro del nuestro, metaversos. Primero fue el ciberespacio, ese lugar creado en la red informática mundial, que se convirtió en algo similar al campo de energía donde, dicen las teorías de la física, podemos estar todos sumergidos y en el que existen los multiversos. El ciberespacio sería ese mar de energía, y las redes sociales, las plataformas de videojuegos y los metaversos, mundos paralelos virtuales donde se puede desde trabajar hasta entretenerse, vivir. Aquí se usan los términos de la astronomía para explicar un fenómeno similar al que sucede en el espacio, pero es un tema tecnológico que se desarrolla en la red y poco tiene que ver con las leyes de la naturaleza. Puede que se parezcan los conceptos, pero la ciencia y el mercadeo de internet avanzan en direcciones diferentes.
Vivir en línea
Multiverso hace referencia a la multiplicidad de universos y es un tema de la astronomía y la física, mientras que metaverso viene del prefijo griego “meta-” que significa más allá y la raíz “-verso”. Este término, cuenta el profesor Mauricio Vásquez, apareció por primera vez en la novela Snow Crash (1992) del escritor estadunidense Neal Stephenson, en la que existe un universo más allá y dentro de este, donde los avatares, representaciones tridimensionales de las personas, interactúan. Como se ha visto a lo largo de la historia, los creadores se inspiraron en la ciencia ficción para hacerla realidad y terminaron adoptando el término para nombrar las innovaciones tecnológicas, cuando la ficción de Stephenson fue posible. Por otro lado, Facebook, la compañía de Mark Zuckerberg, cambió su nombre a Meta como una manera de resignificar su marca y promover este espacio virtual, en el que quieren seguir expandiendo su negocio.
En esas vidas virtuales se necesitan “cuerpos”, avatares para interactuar con todo lo que tienen para ofrecer. Puede tener un avatar espejo, un calco de su persona que hace compras, habla con amigos, estudia, viaja o se enamora, de igual forma en la esfera virtual como en la física. También crear una proyección de lo que quiere ser, un fenómeno que puede parecer cercano para quienes pasan muchas horas en redes sociales, donde los demás tratan de mostrarse más bellos, exitosos o felices, ocultando los problemas detrás del filtro y, muchas veces, produciendo esas escenas de manera artificial. Otra opción es tener un alter ego, “otra personalidad, por ejemplo, soy hombre y me represento como una mujer o como un alíen, uno puede convertirse en un objeto, en un animal, lo que permite hacer un juego entre dos modos de visión, primera y tercera persona”, explica el profesor.
Los metaversos no son una novedad, ya existen en sitios web y aplicativos como Sandbox o Somnium Space. El que logró más relevancia en algún momento fue Second Life, donde había aulas virtuales de universidades de todo el mundo, oficinas, tiendas y conciertos. Ahora Meta y otras compañías como Microsoft prometen llevar esta experiencia más allá al vender hardware que permite experimentar lo que sucede en los metaversos, además de lanzar una plataforma propia, que todavía no está en funcionamiento. “Lo interesante a futuro sería la interoperabilidad entre metaversos (llevar avatares y propiedades de un lugar a otro) y la posibilidad de amplificar la inmersión sensorial, al recibir estímulos de distintos tipos a través de dispositivos electrónicos, como promete Zuckerberg”.
