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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Hay un tema en el que hay que empezar a avanzar y debatir, la ética digital. Foto Dall-E
    Hay un tema en el que hay que empezar a avanzar y debatir, la ética digital. Foto Dall-E

Algoritmos y ética digital

Los avances tecnológicos traen retos, que tienen que ver con el comportamiento e incluso las rutinas. Usarlos a nuestro favor será la clave en el futuro.

Jonathan Echeverri Álvarez | Publicado

La tecnología digital cambia nuestro comportamiento de manera silenciosa. Pensemos en la forma en cómo los teléfonos inteligentes y las plataformas digitales en la cuales navegamos modifican nuestro pensamiento, nuestras emociones, decisiones y conductas. Esto ocurre con frecuencia y quizás no lo advertimos con claridad. ¿Qué ha ocurrido con la tecnología para tener este poder sobre nuestro comportamiento? ¿Cuáles son los riesgos a los cuales nos enfrentamos? ¿Cómo prevenirlos?

Los seres humanos tenemos una alta sensibilidad ecológica a los entornos que habitamos. Hemos aprendido que un pequeño cambio en el contexto puede incidir de forma importante en las decisiones y comportamientos de las personas. Habitamos contextos físico-naturales, contextos sociales y digitales. Cada uno de estos espacios tiene una arquitectura donde tomamos decisiones, estas arquitecturas de elección tienen oportunidades y obstáculos de navegación; en algunos podemos elegir con buenos grados de libertad y en otras es más complejo elegir.

Cada vez es más difícil distinguir los entornos porque inundamos los espacios con dispositivos que recopilan datos sobre nuestra conducta y con los cuales tejemos interacciones sociales. En palabras del filósofo italiano Luciano Floridi vivimos, en la actualidad, en la infoesfera. Lo digital y analógico se conectan entre sí de forma interdependiente como un manglar, donde se conecta el río con la selva. En la infoesfera somos inforgs, es decir, organismos informacionales. Nos hemos convertido en una especie que genera información de valor. La existencia misma de cada ser humano es una fuente permanente de información que es posible medir, analizar y monetizar.

El desarrollo tecnológico de las últimas dos décadas utiliza algoritmos, como agentes intermediarios, para capturar nuestra atención y generar datos con interacciones digitales permanentes. Sentimos ese impulso, a veces difícil de controlar, de mirar el celular. Las notificaciones, las recomendaciones en las redes sociales, los mensajes y recordatorios, y la sensación de placer que experimentamos cuando alguien mira y comparte nuestras publicaciones, constituyen formas de tener la atención y el tiempo puestos allí.

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Un algoritmo, o un sistema de algoritmos, media entre la mente humana y la realidad. Estos agentes intermediarios nos enseñan una forma singular de interpretar, por ejemplo, la realidad social, política y económica del país y el mundo del que hacemos parte integrante. Unos lentes o gafas de interpretación. Nunca tenemos una visión de la totalidad y sus múltiples matices. Con los dispositivos digitales, y sus algoritmos, tenemos una visión cómoda y amañada de la realidad, incluso una visión distorsionada.

Cristóbal Cobo, experto en educación y tecnología, define los algoritmos como sistemas simbólicos, agentes intermediarios, herramientas para pensar e interactuar con la realidad. Recientemente algunos de estos algoritmos han alcanzado reconocimiento como asistentes de Inteligencia Artificial. Con ChatGPT podemos establecer conversaciones, resolver dudas y automatizar procesos. Con la IA Generativa es posible crear video, audio, imagen y datos de forma artificial o sintética. Apenas estamos evaluando y discutiendo los efectos de estos asistentes en la vida, la educación y el trabajo.

Al respecto, tenemos temores. Nos inquieta cómo la tecnología modifica de forma permanente las reglas de juego. Cambia la economía, la forma de hacer política, la manera en cómo nos educamos. ¿Podrá reemplazarnos? ¿La inteligencia artificial nos dejará sin opciones de trabajo? Las discusiones globales al respecto señalan que, por un lado, nuestros mayores desafíos como ciudadanos del siglo XXI consisten en el cuidado de sí, el cuidado de la naturaleza y el uso socialmente responsable de la tecnología y, por otro lado, la mejor inversión que podemos hacer de nuestro tiempo consiste en la formación de capacidad cognitiva no rutinaria. Las capacidades físicas y cognitivas rutinarias tienen un mayor riesgo de ser automatizadas y reemplazadas por Inteligencia Artificial.

La ética digital propone este tipo de conversaciones, evalúa los desafíos éticos que surgen de la recopilación y uso de datos, del uso de infraestructura tecnológica, del diseño e implementación de algoritmos, del comportamiento de máquinas. También desarrolla herramientas comportamentales para enfrentar los desafíos de la tecnología.

Algunos expertos y personajes públicos proponen un freno, vía regulación normativa, al desarrollo tecnológico: temen la desigualdad, el desempleo, la desinformación y la manipulación a gran escala.

Otros son optimistas y perciben la tecnología como un espectro emocionante de oportunidades a explorar. Y otros consideramos que el desafío consiste en cómo usar la tecnología a nuestro favor y no en nuestra contra. Por ejemplo, podemos mantener nuestras interacciones digitales en redes sociales virtuales con algunos límites, silenciando las notificaciones, definiendo unos momentos específicos de uso. Asimismo, usar asistentes de Inteligencia Artificial para automatizar tareas rutinarias y usar el esfuerzo cognitivo disponible para explorar ideas creativas o deliberar de forma consciente sobre algunos problemas. La filosofía, la ciencia y el arte ha sido posible en la historia de la humanidad gracias al ocio, al tiempo disponible para contemplar, pensar y conversar.

Es un desafío complejo de resolver, requiere de nuestra sabiduría, conocimiento e imaginación para usar la tecnología a nuestro favor. De lo contrario, estaremos en una desventaja permanente. Los desafíos de este siglo son emergentes, inesperados, dinámicos y exigentes. No podrán ser abordados de forma exclusiva con el conocimiento técnico, necesitamos de una conversación que involucre múltiples capacidades. Cuidado de sí mismo y la naturaleza, y el uso ético de la tecnología son nuestros principales desafíos globales. Esperemos tener el coraje de resolver las contradicciones morales internas, entre el cuidado y el daño, el egoísmo y el altruismo, la competencia y la cooperación, y tener la mejor disposición posible para reconocer los desafíos éticos que se irán renovando con el desarrollo tecnológico.

* Doctorando en Filosofía. Profesor del Área de Cultura de la Escuela de Artes y Humanidades de la Universidad Eafit. Contacto: jechev39@eafit.edu.co

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