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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • La escritora Chimamanda durante la inauguración de la Feria del Libro de Bogotá. Foto: Colprensa.
    La escritora Chimamanda durante la inauguración de la Feria del Libro de Bogotá. Foto: Colprensa.
  • El libro más reciente de la autora es Sobre el duelo, en el que cuenta sobre la muerte de su padre. Foto: Colprensa.
    El libro más reciente de la autora es Sobre el duelo, en el que cuenta sobre la muerte de su padre. Foto: Colprensa.
  • La mesa de la inauguración estuvo presidida por la vicepresidenta de La República, Francia Márquez. Foto: Colprensa.
    La mesa de la inauguración estuvo presidida por la vicepresidenta de La República, Francia Márquez. Foto: Colprensa.

Todas las identidades pueden ser igual de importantes, no hay que elegir: Chimamanda Ngozi en la Filbo

La escritora nigeriana está en la capital del país e hizo el discurso inaugural de la Feria del Libro de Bogotá. La identidad y la igualdad fueron los temas que trató. Aquí partes de su conversación.

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Chimamanda Ngozi Adichie es la gran invitada a la Feria del Libro de Bogotá (Filbo) y fue la encargada del discurso de apertura: 40 minutos conversando alrededor de la identidad, el feminismo y el poder. Un discurso claro, fuerte y poderoso, como son sus libros.

La autora nigeriana empezó en español: “Estoy muy feliz de estar hoy aquí en Bogotá asistiendo a esta increíble feria del libro. Sin embargo, no estoy feliz de no hablar español”. Se río y el auditorio de Corferias, lleno total, la aplaudió. Entonces siguió en inglés: “Hola a todos. Estaba determinada a intentar mi terrible español”.

Luego recordó que este año el tema de la Filbo son las raíces y que está enfocado en celebrar los orígenes del festival y las tres raíces de la cultura en Colombia, la indígena, la española y la africana, y que eso la hizo pensar en algo de su infancia: fue criada como católica romana y como una niña católica, hizo el catecismo. Era una pequeña muy curiosa, que siempre estaba haciendo preguntas de todo, así que un día le enseñaron sobre la Santísima Trinidad, que eran tres personas en un solo Dios. “Las tres personas eran diferentes, las tres iguales y las tres hacían un solo Dios. Estaba confundida, no tenía sentido, hasta que encontré algo muy bello en el corazón de la idea de la Santísima Trinidad: decía algo sublime sobre la igualdad, la posibilidad de unidad en la diversidad. Esas tres personas tan diferentes podían ser iguales como un solo Dios. Para mí, la Santísima Trinidad podía ser leída como una metáfora de la posibilidad de un mundo justo y diverso”.

Entonces explicó que en un solo país no pueden existir múltiples identidades y ya está, no; pueden existir, en cambio, desde la igualdad. Es decir, las personas pueden tener muchas identidades y no tener que elegir cuál es más importante. “Todas las identidades pueden ser igual de importantes”.

Una reflexión sobre la igualdad

Chimamanda es una escritora reconocida en el mundo precisamente por abordar temas sobre política, cultura, identidad y género. Sus novelas cortas han sido aplaudidas y muy vendidas, y es considerada una de las autoras contemporáneas más importantes de Nigeria. Entre sus libros están Todos deberíamos ser feministas, El peligro de la historia única y La Flor Púrpura. El más reciente es Sobre el duelo, un pequeño ensayo en el que escribe sobre la muerte de su padre. La pena no es diáfana; es sólida, opresiva, una cosa opaca. Pesa más por las mañanas, después de dormir; un corazón plomizo, una realidad terca que se niega a mover. No volveré a ver a mi padre. Nunca más.

La identidad es un tema fundamental para esta escritora y sobre ello giró su conversación en la inauguración de la feria este martes en Bogotá. “En el clima político actual en diferentes partes del mundo es común escuchar gente desdeñar la importancia de la identidad. En Estados Unidos, por ejemplo, la expresión política de la identidad nunca es usada en sentido positivo. La verdad es que la identidad importa para cada ser humano. Nosotros somos producto de nuestra historia, estamos hechos de historias individuales. Nuestra identidad es parte integral de nuestra historia.

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Una pregunta frecuente que se hacen los escritores es qué significa ser humano. Creo que lo más importante para el ser humano es el amor. El amor en todas sus formas. Amar y ser amada. Tener un sentido del significado de tu vida, ser valorado, sentir que eres importante. Ese es un deseo universal que tenemos. Buscamos significado de cualquier forma, y en el centro de esa búsqueda está el amor. La identidad importa porque moldea cómo vamos en relación a este deseo humano universal”.

Durante su discurso, Chimamanda dio varios ejemplos para explicar sus ideas. Dijo que, por ejemplo, una mujer en Nueva York va a una entrevista para conseguir su trabajo soñado. Ella está cualificada, puede hacerlo muy bien y el hombre que la entrevista, el que será el jefe, ignora todo su conocimiento No consigue el puesto: su identidad, ser mujer, se convierte en un obstáculo para su camino hacia el deseo universal humano. Ahora bien, a un hombre blanco de clase baja, quien está igual cualificado, también le niegan la oportunidad porque su acento no es el adecuado. Y a una mujer negra no le dan la opción por su cabello natural, el cabello que Dios le dio, precisa la escritora, porque tener ese cabello de esa forma no es profesional. Un último ejemplo: a una lesbiana no le dan la oportunidad del trabajo porque según las condiciones culturales no encaja; no es buena por ser lesbiana.

“Todas estas historias las conozco personalmente, y hay muchas más. Descubrí muy temprano en la vida cómo la identidad moldea el camino como miramos el mundo y, más importante aún, el camino como el mundo nos mira”.

Fue un discurso lleno de historias, y de ejemplos sobre cómo al mundo le falta tanto en igualdad y comprensión de la identidad.

Habló de una profesora en su universidad en Nigeria, donde ella creció, sobre la que siempre hablaban en términos negativos. Decían que ella era arrogante. A Chimamanda, que conocía a la mujer, le parecía que ella se comportaba igual que muchos de los profesores, pero a ellos no les decían arrogantes y, en cambio, los consideraban fuertes, con autoridad y seguros de sí mismos. El comportamiento era el mismo, pero ella era mujer. La diferencia, concluyó la autora de Sobre el duelo, era su identidad, en este caso, su sexo biológico.

Para ella este comportamiento se puede extender, porque se da todavía en todo el mundo, especialmente en posiciones de poder político y económico: juzgar a las mujeres negativamente. Y lo hacen tanto hombres como mujeres, más si tienen una vida pública.

“Para el mismo comportamiento encontramos que un hombre es considerado seguro de sí mismo mientras una mujer es arrogante. Un hombre es asertivo, una mujer agresiva. Un hombre es sumiso y una mujer es manipuladora. Un hombre es líder y una mujer es controladora. Un hombre es autoritario y una mujer es molesta. Este ejemplo de la profesora mujer me ayudó a entender los matices de la identidad”.

Y esto es importante, contó Chimamanda frente al público de la inauguración de la Filbo, porque los efectos negativos de la identidad no son necesariamente dramáticos ni ruidosos. No se trata de llamarlo de una forma o de utilizar epítetos. Está también en los pequeños juicios, en los prejuicios y los estereotipos que, aunque a veces mínimos, hacen parte de la identidad y, precisó, parecen pequeños pero su efecto no lo es. Esos juicios pueden reducir muchas oportunidades en la vida y encoger el espíritu y el alma. Muchas de esas personas que juzgaron a la profesora como arrogante no lo hicieron con malicia o por maldad, sino porque hace parte de los prejuicios sobre las mujeres, que se han repetido durante la historia y se han vuelto normales y ordinarios y por tanto no se les cuestiona, incluso ni se les ve.

“Constantemente me pregunto cuánto hemos perdido como civilización humana porque hemos excluido constantemente a las mujeres. ¿Qué hubiéramos producido? ¿Cuáles enfermedades hubiésemos curado? ¿Cuál nueva tecnología podríamos haber beneficiado?”.

El libro más reciente de la autora es Sobre el duelo, en el que cuenta sobre la muerte de su padre. Foto: Colprensa.
El libro más reciente de la autora es Sobre el duelo, en el que cuenta sobre la muerte de su padre. Foto: Colprensa.

Ser negra, por primera vez

Chimamanda explicó que cuando ella llegó a vivir a Estados Unidos estaba en shock por el exceso de cosas nuevas, pero, y sobre todo, por cómo la identidad moldeaba la mayoría de la vida. En Nigeria, ella frecuentemente pensaba sobre quién era: una escritora, una soñadora, una pensadora. En Estados Unidos, en cambio, eso la consumió: allí ella empezó a ser negra. Y no era una elección: lo mostraba su color de piel chocolate. Para ella fue una revelación porque nunca se había pensado antes a sí misma como negra. En Nigeria todos eran como ella, negros. No necesitó pensarse así porque, aunque el colonialismo británico dejó muchos legados malditos, hizo la aclaración, la identidad racial no fue uno de ellos.

“Ser negra en Estados Unidos era saber que la raza sería siempre una posible causa o explicación para las grandes o pequeñas interacciones en nuestras frágiles vidas. Ser negra significaba darse cuenta de que era imposible para las personas acercarse al otro por la simple maravilla de ser humanos, sin el espectro de la raza en las sombras. Ser negra era confrontar estereotipos y sentir indefinidamente en diferentes circunstancias frustración, ira, irritación”.

Chimamanda explicó que por lo general se piensa que el arte trasciende esas etiquetas de identidad, pero incluso como escritora se asumen cosas fácilmente no por su trabajo sino por su identidad. Le han preguntado si ella primero es mujer o blanca, y la respuesta, dice, es que, por supuesto, es las dos cosas, entre muchas. No es que se levante en la mañana y diga, hoy seré negra, y mañana diga, hoy seré mujer. Esa idea de las múltiples identidades es algo que le interesa mucho como escritora porque está segura de que es la realidad para muchos seres humanos en la tierra, que sienten una presión para elegir sobre sí mismos o sobre los demás.

“Esto me trae la idea de poder. La identidad siempre está unida al poder, y es importante hablar de cómo navegar este poder si queremos crear un mundo realmente más justo. En un país con tantas identidades, la pregunta más importante es quién es visible, quién es invisible, de quién es la historia principal que se cuenta, de quién la historia que está en los márgenes. Quién tiene el poder político”.

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En este punto contó que cuando Barack Obama se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos, muchos de sus seguidores lloraron. Incluso quienes no lo apoyaron hablaron de la importancia de su elección. Es simple: por su identidad. “Muchas personas que lucían como Obama fueron por siglos deliberadamente excluidos del poder político. Los Estados Unidos les habían dado a sus propios ciudadanos, a los que se parecían a Barack Obama, un mensaje. Y era un mensaje que venía de las instituciones legales y sociales. Ese mensaje era: no puedes leer, no puedes votar, no puedes atreverte a pensar, tú no importas. Por eso las lágrimas fueron tantas, eran de alegría, de la memoria de la injusticia, del dolor ancestral. Fue darse cuenta de cómo el poder y la identidad están entrecruzados”.

La escritora nigeriana dijo que la emocionó cuando le dijeron que había una mujer llamada Claudia López, y la emocionó por saber que era la primera mujer en conseguir llegar a la Alcaldía de Bogotá, y sobre todo estaba encantada de escuchar que es lesbiana. Y esa razón tiene que ver con la historia de Obama: ambas identidades, la de ser alcaldesa y la de ser lesbiana, han excluido a muchas personas por mucho tiempo. Igual resaltó la sorpresa que le causó que Francia Márquez fuera la vicepresidenta, una mujer afrodescendiente.

La mesa de la inauguración estuvo presidida por la vicepresidenta de La República, Francia Márquez. Foto: Colprensa.
La mesa de la inauguración estuvo presidida por la vicepresidenta de La República, Francia Márquez. Foto: Colprensa.

“Me emocioné más cuando vi sus fotos. Me enamoré de su hermoso cabello. Quería preguntarle quién trenzó su pelo, qué productos usa. Las mujeres negras del mundo siempre hacemos esas preguntas. Que una mujer afrocolombiana sea la vicepresidenta es digno de celebración, por supuesto. Porque a las personas que se parecen a ella no se les han dado la oportunidad de llegar a posiciones de poder político. Ahora, cierta soberanía debe acompañar la celebración cuando uno se hace preguntas sobre el poder y la identidad en Colombia. Un mundo realmente justo es uno en el que el poder y la identidad están unidas. Un mundo donde la identidad es solamente identidad y no tenemos que celebrar más que una mujer negra o un hombre negro lleguen a una posición política de poder, sino que es perfectamente normal. Nosotros por supuesto no estamos allí todavía. Así que aquí en Bogotá, Colombia, en esta maravillosa feria que tiene como tema las raíces, debo preguntar: ¿Estos tres grupos de la identidad colombiana, indígenas, africanos y españoles, son ellos como la Santísima Trinidad? ¿Son ellos como tres personas en un solo mundo? ¿Quién es invisible en Colombia y quién visible? ¿De quién es la historia que se cuenta? ¿Cuál es la historia que se ve como normal, ordinaria? ¿Qué historia permanece en las márgenes? Si tu historia se cuenta, se hace visible. Si tu historia se dice, te da dignidad”.

Para ello, dijo Chimamanda, se necesita cambiar las leyes y tener nuevas políticas. Contar es importante de cualquier manera para traer visibilidad a cada individuo, a todas las identidades. Y en ese sentido lo más importante es cambiar la mentalidad y las normas culturales. “En las cuestiones de cambiar el mundo, siempre he creído que la cultura debe ser prometedora. No porque sea más importante que la economía o el derecho o la política, sino porque es la más compleja, la más indulgente y la más difícil de cambiar. Pienso que el cambio cultural pasa con la creatividad humana, con todas las formas de arte y todas las formas de contar, especialmente la literatura. Por supuesto que estoy sesgada porque soy una escritora y porque la literatura es el amor de mi vida. Sin embargo, sé, como lectora y como escritora, que las historias pueden cambiar profundamente la manera en la que miramos el mundo”.

El discurso de Chimamanda en la Feria del Libro de Bogotá fue el inicio de una conversación sobre un mundo más equitativo y más justo. Así lo terminó: “Hablar de inclusión de grupos es hablar de justicia. Cuando hacemos la pregunta, quién es visible, quién es invisible, estamos dando un pequeño paso humano para la justicia”.

Gracias por escuchar, se despidió la escritora nigeriana, que luego fue a recorrer el pabellón de México, el país invitado a la Feria. Su participación apenas comienza. Este martes tiene una conversación con la periodista Claudia Morales.

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