El conteo regresivo indica que faltan 17 días para el comienzo de la vacunación. El efecto de esta aritmética sanitaria es doble. Por un lado, fortalece el ánimo general, pues cada cifra de almanaque que se borra es un bombillo en el final del túnel. Y el país guarda con esmero el recuerdo del mal año enclaustrado.
El segundo efecto es el control a los anuncios gota a gota hechos por el gobierno sobre el remedio inyectable. Cómo estará de averiada la credibilidad de los ciudadanos, que ya no se fían de la ciencia ni de la estadística. Luego de dos siglos de carambolas y gambetas oficiales, la gente desconfía incluso de que al amanecer siguiente salga el sol.
Por eso los amigos se ríen cuando un optimista intenta persuadirlos de que el término de la pandemia sea cuestión de meses calculables en una mano. Por eso el cuarenta por ciento de encuestados no se quieren vacunar. Por eso pocos les rinden fe a las proclamas sobre cantidad de dosis contratadas y en trance de llegar.
Las dos semanas largas que siguen serán, así, un desafío contante y sonante sobre los hombros de las autoridades. Si el 20 de febrero aparecen las benditas pócimas con sus correspondientes jeringas, congeladores y EPS convocantes, aquella lucecita que hoy titila se puede convertir en una antorcha.
Así que los comerciantes podrían colgar en sus tiendas un cartel con nombre y número de los días restantes, para que cada cliente raye su tachadura en cada anochecer. Los compradores llevarán a casa huevos, fríjoles, arroz y una ilusión probabilística.
Esa marca también sonará como tambores y martillos de un juicio. Estará en vilo con minucia nada menos que la confianza de un pueblo. En las oficinas palaciegas se sentirá este repicar, a manera de un tic tac sin vuelta atrás.
En vista de que únicamente se rindió honores fúnebres públicos a uno de los cincuenta mil muertos del Covid19, el redoble del tachado será también un réquiem popular que apacigüe a fallecidos y dolientes.
Al cabo de los 17 días -extrañamente programado en sábado-, habrá fiesta o habrá chiflidos, según se cumpla o incumpla con el inicio de la vacuna. Esta es la grandeza del pequeño febrero que tiene tres días menos que enero. Será un mes decisivo y decisorio. Pasará a los anales como triunfo o irrisión. Se jugó su fama en un conteo regresivo